Se acabó el Occidente que hemos conocido
La victoria de Trump y sus afinidades con Putin desencadenarán la mayor crisis geopolítica que ha vivido Europa desde el final de la I Guerra Mundial
Muchos afirman que la victoria de Trump abre un horizonte de preocupación e incertidumbre entre los aliados por los cambios radicales que puede introducir en la política exterior de los Estados Unidos. Pero el panorama es mucho más incierto. Sus buenas relaciones y su afinidad ideológica con Putin, su desprecio a Europa, a la que quiere dejar militarmente indefensa y castigada con aranceles, supone el cambio más dramático que haya conocido Occidente desde el final de la II Guerra Mundial. Hasta tal punto que no es una exageración afirmar que la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos supone el fin de Occidente tal y como hoy lo conocemos. Y utilizo la palabra Occidente no como una descripción geográfica o cultural que engloba a decenas de países que comparten una misma civilización, sino como un bloque político y militar que defiende un modelo de convivencia democrática y que plantó cara a la Unión Soviética y luego a Rusia. Todo eso se acabó el pasado martes.
Ese bloque lo montaron y lo lideraron los Estados Unidos cuando en febrero de 1948 pusieron en marcha el Plan Marshall para sacar a Europa de la devastación tras la II Guerra Mundial, y un año después crearon la OTAN para pararle los pies a Stalin cuando ya había engullido a medio continente.
Los americanos situaron en Europa un ejército de decenas de miles de hombres con un impresionante despliegue de armamento convencional y atómico, que cada año les cuesta cientos de miles millones de dólares. Fue una barrera protectora que bien pronto demostró su eficacia. En 1948, Stalin provocó al gobierno americano con el bloqueo de todos los accesos a la zona oeste de Berlín, para aislar y provocar una hambruna entre los alemanes que vivían en los sectores de la ciudad controlados por las potencias occidentales. Y los americanos montaron un puente aéreo que aseguró el abastecimiento de quienes vivían en un régimen democrático unido a la Alemania Occidental. El bloqueo duró once meses hasta que el inmenso despliegue aéreo y el alarde de poder norteamericano doblegaron a la Unión Soviética. Stalin le echó un pulso al país líder de Occidente y lo perdió.
El apoyo militar americano a Europa tuvo su contrapartida en 1962, cuando los rusos instalaron misiles con cabeza nuclear en Cuba, que amenazaban el territorio americano. Nunca estuvo ni ha estado el mundo tan al borde de una guerra nuclear. Entonces los aliados europeos dieron su apoyo en bloque al presidente Kennedy en su enfrentamiento con Nikita Jrushchov, que se acabó retirando los misiles de la isla. Jrushchov le echó un pulso a Occidente y lo perdió.
Y cuando en febrero de 2022 Ucrania manifestó su deseo de unirse a Occidente, tras alejarse de Rusia, Putin la invadió y ha sido Occidente liderado por Norteamérica, quien le ha parado los pies. Otro pulso perdido.
Estos son tres ejemplos que muestran con claridad lo que es el Occidente que va a desaparecer con el triunfo de Trump.
Estados Unidos empieza a cansarse de ser el que más paga desde que hace 75 años se creó la OTAN. Los datos son contundentes: su presupuesto anual es de 1,26 billones de dólares, y los Estados Unidos aportan 828.000 millones, mientras que los otros 30 aliados solo contribuyen con 326.000. Un solo país soporta el 70 % del gasto, y el día que lo retire o lo reduzca en una cuantía significativa, la OTAN quedará reducida a escombros o desaparecerá, y con ella el Occidente que hemos conocido.
Europa lleva decenios endosando a los Estados Unidos los gastos de su defensa, y en la clase dirigente americana hay un comprensible sentimiento de hartazgo. Se entendería que Trump presionara a sus aliados para que gradualmente fueran asumiendo una parte cada vez mayor de sus gastos de defensa, pero lo que se nos viene encima es mucho más grave. En enero de 2017, Trump calificó a la OTAN de «organización obsoleta», aunque luego reculó; es lógico pensar que tras su victoria del martes y con mayoría absoluta en las dos Cámaras lleve a la práctica sus amenazas. Tiene más afinidad ideológica con un dictador como Putin que con los gobernantes demócratas de la vieja Europa, a la que desprecia. Ha lanzado mensajes claros de que retirará su apoyo militar a Ucrania para forzarla a pactar un armisticio con Rusia en el que perdería los territorios de su franja oriental. Trump ayudará a Putin a salvar la cara de derrotado tras haber sido incapaz de ganar la guerra en dos años y medio a pesar de la ayuda iraní, china y norcoreana. Y lo que es más grave, Putin se sentirá impune para utilizar la fuerza contra algunas naciones europeas como las del Báltico y las que tienen frontera con Rusia.
Abandonada por su socio protector, Europa empezará a expiar sus culpas por haber endosado su defensa a los Estados Unidos desde hace 75 años, y veremos cómo se desploma el Occidente que hemos conocido hasta ahora.
Estamos ante la mayor crisis geopolítica que ha vivido Europa desde el final de la I Guerra Mundial, cuando saltaron por los aires los imperios alemán y austriaco, y el virus del nacionalismo inoculó una patología de violencia que condujo al desastre de 1939. La diferencia es que ahora no sabemos a dónde nos llevará la desaparición de lo que desde 1947 hemos llamado Occidente.
- Emilio Contreras es periodista