Anestesia social
Lo peor de todo es la actitud lanar de nuestra sociedad como si padeciera una extraña anestesia, y que el PSOE siga figurando en las encuestas en el segundo lugar de los partidos preferidos por los electores
«Todos los niños, las niñas, les niñes (sic) de este país tienen derecho, tienen derecho, a conocer su propio cuerpo, a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren, si ellos no quieren, y que eso es una forma de violencia; tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quienes les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento; y esos son derechos que tienen reconocidos».
Esto, literalmente, es lo que la ministra de Igualdad, Irene Montero, dijo en público, provocando el consiguiente escándalo, pues todos interpretaron que proponía la legalización de la pederastia, idea que se consolidó cuando, como reacción a la escandalera, la ministra no reconoció que había cometido un error, sino que se reafirmó oblicuamente en lo dicho y culpó a la «extrema derecha» de haber organizado la protesta.
Hay en este episodio varios elementos que por sí solos pueden motivar que una persona normal se escandalice: la exhibición de ignorancia protagonizada por la ministra, por ejemplo, pero eso no es nuevo, pues ya hubo una predecesora en el cargo, de nombre Bibiana Aído, que soltó la melonada de que el feto de una señora, pongamos por caso, «es un ser vivo, pero no humano», con tal de justificar la nueva ley de aborto provocado; también puede mover a escándalo que un tipo como el actual ocupante de la Moncloa haya nombrado a Irene Montero –a ella y a varios incompetentes más, varones y mujeres– para formar parte del Gobierno nacional, pero también de eso hay precedentes: no hay más que recordar a José Luis Rodríguez Zapatero y sus Aído, Pajín, Calvo et alii, algunas de las cuales han repetido con el actual presidente. Al menos en esto, la inteligente escritora y editora Esther Tusquets vio su aspiración cumplida cuando dijo que la igualdad de las mujeres en cargos públicos no se logrará cuando su número sea igual al de los varones, sino cuando haya tantas mujeres incompetentes en ellos como varones incompetentes. Ahí la progresía ha sido eficacísima.
Y lo que me produce melancolía no son las mamarrachadas de esta o aquella progresista, pues al fin y al cabo no hacen más que descubrir una y otra vez la sopa de ajo (hay organizaciones de homosexuales que llevan muchos años pidiendo la legalización de la pedofilia), sino la docilidad con que la sociedad española se traga los disparates de estas mujeres que parecen tener vocación tardía de adolescentes cerca de la menopausia. Porque lo malo, con serlo y mucho, no es que el nivel de los altos cargos se haya desplomado, ni siquiera que el ocupante de la Moncloa aguante a estos indocumentados chupando del Presupuesto; lo peor de todo es la actitud lanar de nuestra sociedad como si padeciera una extraña anestesia, y que el PSOE siga figurando en las encuestas en el segundo lugar de los partidos preferidos por los electores, y eso después de la sentencia del mayor escándalo de corrupción delictiva con el dinero de los parados, después del golpe de Estado separatista de Cataluña, después del rosario de embustes del presidente del Gobierno (uno solo habría bastado para enviarlo a su casa en una democracia digna de este nombre), después de su exhibición de obsecuencia con los herederos de la banda ETA, después de...
El 28 de mayo del año que viene será el domingo más próximo a los cuatro años de las últimas elecciones municipales y autonómicas. Ese día tocará renovar todos los Ayuntamientos y los Parlamentos autonómicos de 13 Comunidades (salvo Andalucía, Cataluña, Galicia y Comunidad Autónoma vasca). Esos comicios serán algo así como un ensayo general con todo de las elecciones generales de medio año después.
A título de recordatorio, el domingo 14 de marzo de 2004 José Luis Rodríguez Zapatero ganó las elecciones a un Partido Popular que gozaba de mayoría absoluta, como consecuencia de unos días de furia y mentiras tras los atentados de los trenes de cercanías del jueves anterior. A continuación comenzó la negociación con la ETA en una Legislatura plagada de despropósitos y de ánimos a los separatistas catalanes para hacer un Estatuto –que el Tribunal Constitucional hubo de desactivar en sus puntos más dañinos–; en resumen, se pusieron las bases para el desastre que nos toca vivir ahora con el ocupante de la Moncloa. ¿Se echó a Rodríguez Zapatero en 2008? Nada de eso. Por el contrario, ganó 263.000 votos más, cuatro puntos porcentuales más de voto y cinco diputados más que en 2004. Menos mal que el dicho «post hoc, ergo propter hoc» no es verdad. Lo de 2008 no tiene por qué ser un precedente.
- Ramón Pi es periodista