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En primera líneaJosé Antonio García-Albi

Los cochitos chocones

Vistas las enormes desventajas que incorpora el invento del coche eléctrico, creo que vamos a ver su final mucho antes de lo previsto

Actualizada 02:05

Los cochitos chocones. Así es como llaman con gracia en Canarias a los autos de choque. Esos con los que todos hemos disfrutado de jovencitos en las ferias y fiestas de nuestros pueblos y ciudades. Esos a los que metías una ficha, sonaba una bocina digna de un gran Cadillac americano y funcionaban para adelante, para atrás, sorteado y golpeando a otro, pero siempre generando alegría y diversión. Esos que fueron, nada más y nada menos, que los primeros coches eléctricos. Los pioneros.

Muchos burócratas de países desarrollados y de organizaciones supranacionales apuestan por desmantelar la flota de coches convencionales (gasolina y diésel) y sustituirla por el famoso coche eléctrico; incluso ponen fecha, en un ejercicio de dirigismo comunista. Tengo que decir que me parece muy bien la existencia del coche eléctrico. Como un bonito capricho para el que se lo pueda permitir me parece extraordinario. De eso a proceder al achatarramiento de la flota actual de manera generalizada y rápida hay un tramo insalvable. Estamos ante una de las muchas contradicciones internas de la agenda 2030.

Se habla mucho de cómo se va a producir la electricidad para tanto coche, de las baterías y del litio… Pero los problemas del automóvil eléctrico comienzan antes de eso; con la mera fabricación de la carrocería.

Lo primero que hay que recordar es que existen dos formas de conseguir acero. Una es la llamada siderurgia integral. Y otra la de las «mini mills» o mini acerías.

La siderurgia integral se produce en lo que aquí conocíamos como altos hornos, que fueron eliminados con la denominada reconversión industrial de González (Vizcaya, Sagunto). Lo que hacen es fabricar acero a partir del mineral de hierro, al que se le incorpora carbono obtenido del coque metalúrgico que proviene de la destilación destructiva del carbón. Es decir, son plantas productoras de CO2 muy contaminantes.

Las mini acerías fabrican acero a partir de otro; de la chatarra. Ese acero es reconvertido en horno eléctrico mediante la incorporación de los denominados prerreducidos. Ferrosilícios y ferromanganesos en función de que se quiera acero standard o inoxidable. Los países occidentales son los que utilizan mayoritariamente estas acerías limpias, de acero reciclado. Sólo un tercio de la producción mundial de acero, es reciclado.

Ilustración: coches eléctricos motor

Lu Tolstova

¿Qué tiene que ver esto con el coche? Pues que debido a la dimensión de las piezas de chapa de los automóviles, estas sólo se pueden fabricar mediante siderurgia integral. Digamos que el acero con que el que hacer la carrocería y chasis de los vehículos se fabrica en China, entre otros países, con altos niveles de contaminación y se reciclan en el mundo occidental mediante el reciclado de chatarra.

La siderurgia integral es el mayor emisor de monóxido de carbono de todos los sectores y se quiere reducir en 90 por ciento sus emisiones de aquí al 2050. Algo incompatible con forzar la demanda de coches nuevos por imperativo legal, sea por introducción del coche eléctrico o por la penalización del diésel para que los vehículos sean sustituidos por otros de gasolina. En cualquier caso, por reducir de manera artificial el tiempo de vida operativo de la flota actual.

China ha pasado de producir 15 millones de toneladas de acero en 1967, algo insignificante, a producir 1065 millones de toneladas en 2020; el 57 por ciento de la producción mundial sin poner remedio alguno a sus emisiones. Parece que hay quien quiere que mantengamos y demos de comer a toda esa estructura comunista con esto del coche eléctrico y la guerra al diésel.

En vez de contaminar con la excusa de no contaminar, sería mejor esforzarse y concentrarse en trabajar y financiar el desarrollo de las nuevas técnicas británicas (como las de la Universidad de Birbimgham) para eliminar todas las emisiones de la siderurgia integral mediante una modificación de los altos hornos actuales e implementarlas en Europa antes de pensar en nuevas flotas. Y posteriormente dejar que el ciudadano elija libremente el coche que quiera, diésel, gasolina o kilowatios, por medio de una demanda no condicionada.

En fin, que vistas las enormes desventajas que incorpora el invento del coche eléctrico, creo que vamos a ver su final mucho antes de lo previsto. Ahora bien, cada cual es libre imaginar o representarse su necesaria conclusión.

Había sonado la contundente bocina de auto americano y los pequeños bólidos comenzaron a moverse al mismo tiempo que se escuchaba la canción de Peret «Una lágrima cayó en la arena». Uno rojo era conducido por un despeinado Antonio Guterres que llevaba como invitado al repeinado Xi Jinping que se limitaba, impávido, a indicar al de la ONU con el dedito índice a qué auto de choque embestir. Había otro morado con unos alerones tipo Falcon pilotado por Pedro Sánchez e Ione Belarra, quien ya lucía un labio ensangrentado fruto del choque frontal que le había atizado una desmelenada y transformada Ursula von der Leyen que no se había visto nunca en otra igual. Greta Thumberg iba de copiloto del cuentista Joseph Stiglitz. Aunque ni por el hecho de haber decorado el cochecito con pegatinas de Al Gore, ni por estar en esas lúdicas experiencias, era capaz de comportarse de una forma propia de su edad. Era, en fin, un alegre y adolescente encuentro de activistas 2030. Pero, de pronto, terminó de caer la última lágrima de Peret, sonó fuerte el claxon de un «haiga» americano y los cochitos chocones se pararon y…. ¡Se les terminó la fiesta!

  • José Antonio García-Albi Gil de Biedma es empresario
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