El enigma Calviño
Nadia Calviño va a financiar las nucleares francesas mientras en España se cerrarán. Atesora la misma coherencia que su jefe
Los analistas y los medios especulan sobre los motivos de la elección de Nadia Calviño para la presidencia del Banco Europeo de Inversiones. La cita más conocida sobre un enigma en política se debe a Churchill que en 1939 definió a la URSS como «un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma». La llegada de Calviño al BEI es un enigma modesto pero significativo ya que su gestión económica no ha sido en estos cinco años como para tirar cohetes. La imagen de España ha decaído en la consideración internacional, aunque no por la gestión de un ministerio determinado.
El decaimiento de la percepción de España tiene que ver con el paralelo descrédito de Sánchez en Europa y en Estados Unidos. «Ha dejado de ser una estrella del rock fuera de España» anunciaba un consultor reflejando la opinión de inversores internacionales. El Wall Street Journal editorializó sobre el riesgo de un Gobierno dependiente de los soberanistas, trasladando la preocupación de poderosos fondos de inversión; las consecuencias acaso no se noten de inmediato, pero ahí están. La CNN, entre otras televisiones norteamericanas, como numerosos medios europeos, dieron cuenta de las multitudinarias manifestaciones en toda España, singularmente las de Madrid, ocupando un espacio relevante la amnistía e informando, incluso con grabaciones, del cambio de postura de Sánchez y de algunos de sus ministros.
La gestión económica del Gobierno en los últimos años se considera por organismos internacionales «de contención» no de avance, muy lejos de la realidad virtual que, con desparpajo y manipulaciones, se nos vende en España. Desde los gobiernos se demandaban datos a sus embajadores para intentar responder a una pregunta repetida en las cancillerías europeas y en Washington: «¿Qué ocurre en España?». La primera alarma saltó cuando Sánchez, para contentar al fugado Puigdemont, forzó un pleno del Parlamento Europeo para que se incluyesen como lenguas oficiales el euskera y el catalán. Nada que hacer. Pero en Bruselas quedó claro el cambio de actitud de Sánchez. Era conocida su anterior opinión sobre el fugado de Waterloo.
Calviño pertenece al cuerpo de Economistas del Estado y es alta funcionaria española de las instituciones europeas. Hasta su nombramiento como ministra en 2018, tras la moción de censura, llevaba la dirección general de Presupuestos bajo el comisario europeo Günther Oettinger. Su preparación no es discutible. Y más comparada con su principal que es doctor en Económicas bajo sospecha. En los gobiernos de Sánchez ha ocupado, junto a ministerios que cambiaban de nombre, las vicepresidencias tercera, segunda y primera. Obtener un alto cometido en la UE era su deseo conocido. Intentó ser sucesora de Lagarde en el FMI y presidenta del Eurogrupo, esta última candidatura apoyada por PP y Cs. Pero esos intentos fallaron.
Tras el enigma de la llegada de Calviño al BEI está una característica de Sánchez: su debilidad es su fortaleza. Precisamente por la debilidad de Sánchez en el plano europeo, porque le reconocen capaz de darlo todo, de cambiar de opinión, de desdecirse, adquiere una aparente fortaleza para conseguir lo que desee. En Europa han seguido y siguen con estupor el acoso al Estado de derecho en España. Valoran la explícita comprensión de Sánchez a los terroristas de Hamás y la gratitud de estos, su pacto con los sucesores del terrorismo de ETA en cuya extinción no fueron ajenas las autoridades francesas. Y saben cómo Sánchez se manifestaba en Bruselas sobre Puigdemont. No ignoran tampoco que ese giro copernicano lo dio para conseguir unos votos en su investidura tras perder las elecciones.
Quienes le hacen un favor son conscientes de que, cuando les convenga, responderá afirmativamente a cualquier demanda. Todos son ya Puigdemont. Saben que Sánchez en lugar de principios tiene un precio; es sólo cuestión de pagarlo. Calviño preside el BEI a cambio de financiar desde esa poderosa institución proyectos nucleares. El ministro francés Bruno Le Maire fue clarísimo al justificar el apoyo fundamental de Francia a Calviño: «Está alineada con nuestras ambiciones para el BEI (…) un momento en que la Unión Europa necesita invertir masivamente en la transición ecológica, la defensa y la energía nuclear». Paralelamente la ministra Ribera propuso a sus colegas europeos incluir la energía nuclear entre las tecnologías estratégicas «cero emisiones». Y para contentar a Alemania señaló que no se emplearían fondos europeos directos. Nada sobre el BEI.
Las manifestaciones de Sánchez en contra de la energía nuclear son reiteradas. El Plan Nacional Integral de Energía y Clima 2021-2030 prevé cerrar todas las centrales nucleares españolas. En el Congreso (30/03/2022) consideró que la energía nuclear «no es segura ni barata». Y la ministra Ribera señaló en enero del pasado año en Amiens ante los ministros europeos de Energía: «Ni la nuclear ni el gas cumplen los criterios científicos y legales para ser consideradas sostenibles». Pero era antes de su bautismo nuclear por cuenta de Calviño.
Nadia Calviño va a financiar las nucleares francesas mientras en España se cerrarán. Atesora la misma coherencia que su jefe. Cuando Feijóo pidió a Sánchez en el Congreso que prolongara la vida de las centrales nucleares, le respondió: «¿Y quién va a pagar eso?». No se hace la misma pregunta cuando le exige Puigdemont al menos quince mil millones, que se sepa, para pagar embajadas y otras acciones que suponen desligarse del resto de España y van contra la igualdad de los españoles.
El enigma Calviño se explica por la extrema debilidad de Sánchez que es su impostada fortaleza. No es una contradicción, aunque pueda parecerlo.
- Juan Van-Halen es escritor. Académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.