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En primera líneaEmilio Contreras

El PSOE, una 'marea' más

Desde que Pedro Sánchez es presidente, los socialistas han perdido siete comunidades y 24 grandes municipios de los 41 en los que gobernaban. Bajo su liderazgo, el Partido Socialista se ha convertido en un partido menguante

Actualizada 01:30

Que nadie se engañe; el PSOE ha quedado en una posición residual en Galicia tras las las elecciones del 18-F. Y su camino recuerda el de las «mareas», aquellos partidos gallegos de izquierda –Anova, Podemos Galicia, Esquerda Unida, Cerna– que acabaron en la irrelevancia electoral y desaparecidos en 2020.

Pero la derrota socialista no es un hecho sobrevenido. Viene de 2009. Ese año el PSOE consiguió en las autonómicas 25 diputados. Y desde entonces se despeña por una senda de decadencia electoral que le ha llevado a la catástrofe de nueve escaños en las elecciones del pasado día 18. En quince años ha perdido dos tercios de su electorado.

Y en la cúpula del partido no ha ocurrido nada. El PSOE ha sufrido una derrota estrepitosa y nadie ha movido un dedo, salvo alguna excepción. Si dirigentes como García Page o Juan Lobato han dicho algunas palabras desprovistas de incienso, pronto los vigilantes de la playa se han lanzado contra ellos para acallarlos y descalificarlos. Impera el silencio de los corderos, aunque empieza a llegarnos el murmullo de los descontentos –son miles– que han perdido sus puestos en los gobiernos autonómicos y municipales tras la derrota del 28-M, la mayor desde 1977. Y hay que añadir el run-run de los que ven peligrar los suyos en las próximas elecciones.

ilustracion psoe final

Lu Tolstova

Si el PP hubiera perdido en Galicia se habría abierto la caja de los truenos que podría haberse llevado por delante a Núñez Feijóo, pero en el PSOE nadie ha hecho la menor autocrítica. Lo único que oímos decir al presidente fue que «las elecciones son en 2027; tengo todo el tiempo del mundo». Es la táctica de don Tancredo basada solo en la supervivencia. Hemos oído argumentos tan erráticos para explicar la victoria popular como que no tiene mérito porque Galicia es su feudo electoral desde hace más de cuarenta años. Olvidan que Andalucía ha sido la Galicia del PSOE durante el mismo tiempo, y en las últimas elecciones al Parlamento andaluz el PP casi ha doblado en votos y escaños a los socialistas. Eso era algo inimaginable hace sólo diez años.

Hay dos hechos que son incontestables: desde que Pedro Sánchez es presidente, el Partido Socialista ha perdido el gobierno de siete comunidades, 24 alcaldías de grandes municipios de los 41 en los que gobernaba, y más de mil ayuntamientos; y el resultado electoral en Galicia ha sido la tercera derrota en solo nueve meses: 28-M, 23-J y 18-F. Porque por mucho que se esfuercen en negarlo, el resultado de las elecciones generales del 23-J fue una derrota con 121 escaños, frente a los 137 del PP; aunque su pacto con la extrema izquierda, los separatistas y Bildu fuera como la tinta del calamar que la ocultó y le permitió seguir en la Moncloa. Perdió en votos y escaños pero se mantuvo en el poder. La tinta del calamar sólo oculta la realidad por un tiempo, acaba diluyéndose y el problema sigue estando ahí.

Rodríguez Zapatero, con el fino ojo clínico que le impidió ver durante dos años la demoledora crisis económica de 2008, dio por hecha la derrota popular y animó a Ayuso a tomar el relevo. Echando mano de la ironía dijo en un mitin: «Ayuso, calienta, que sales». Recordaba a los jugadores que están en el banquillo a punto de saltar al campo para sustituir a quienes van a abandonarlo. Hizo el ridículo.

El problema más grave del PSOE es que ha renunciado a la autocrítica para volver a ser el partido que lidere la izquierda, como lo fue desde 1977 hasta la llegada de Pedro Sánchez. Desde 2018 sólo aspira a convertirse, por conveniencia electoral, en el partido que lidera un bloque integrado por la extrema izquierda, los separatistas y los herederos de ETA.

Esa renuncia y esa aspiración son la mayor prueba de la debilidad política de fondo que han hecho del PSOE un partido menguante. Hay algunos datos demoledores. En Madrid, en el País Vasco y en Galicia, donde gobernó, es ahora la tercera fuerza. En Madrid capital ha perdido el 64,23 por ciento de los votos desde 2004, año en que Zapatero asumió la presidencia del gobierno. En Galicia el BNG le triplica en diputados y el PP lo cuadruplica.

Consciente de su debilidad, Puigdemont lanzó el guante a la cara de Pedro Sánchez el 20 de febrero cuando Junts votó en la Mesa del Parlament a favor de que se admitiera a trámite una iniciativa legislativa popular para declarar de nuevo la independencia de Cataluña. Y eso ocurrió en plena negociación de la ley de amnistía por haber declarado la independencia. Es difícil mayor arrogancia, si no mayor chulería. Y lo hace porque sabe que la debilidad del PSOE lo está poniendo en trance de convertirse en una ‘marea’ más.

Hay quienes creen que el Partido Socialista de 1979 ha dejado de existir. No estoy seguro, pero lo que sí está claro es que Pedro Sánchez se mantiene gracias a la respiración asistida que le suministran los que en realidad son sus adversarios. Y para colmo, estalla el escándalo de Ábalos, Koldo y compañía que nos trae el tufo de Luis Roldán, pero más intenso porque las cifras que estamos conociendo son mareantes.

El futuro no está escrito, pero se le ve venir.

  • Emilio Contreras es periodista
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