ETA, clima y ecología
Me parece más oportuno que en las universidades españolas, especialmente en las vascas y navarras, enseñen a nuestros jóvenes que, siendo el estudio del clima importante y compatible, lo es un poco más el respeto a la vida humana
La hija de unos amigos ha finalizado este mes sus estudios universitarios. Ha cursado un doble grado en Derecho y Relaciones Internacionales en una prestigiosa universidad privada. Me cuentan con cierta sorpresa que su penúltimo examen, en el grado de Relaciones Internacionales, ha sido sobre la asignatura denominada «Cambio climático». Comprendo que los objetivos de la agenda 2030 –algunos tan loables como inalcanzables– se encuentren ya hasta en la sopa, pero me ha sorprendido que, en algunas cuestiones, hayan alcanzado el nivel de asignatura evaluable. Debe ser el signo de los tiempos, y mi sorpresa una prueba más de mi desconexión con ellos.
La preocupación por el clima y la preservación de nuestro medio ambiente es sin duda un objetivo admirable y todos debemos trabajar por mejorar el futuro de nuestro planeta, pero creo que puede haber otros conocimientos tan o más urgentes para las nuevas generaciones. Y hablo de urgencia porque la memoria es débil y el transcurso del tiempo no hace sino aumentar la ignorancia supina de nuestros jóvenes, acreditada cuando se les encuesta sobre ello en algunas materias, singularmente la historia del terrorismo en España.
Durante muchos años la banda terrorista ETA, para blanquear sus crímenes, decidió erigirse en defensora de la causa del medio ambiente y del incipiente movimiento ecologista. Como precursores de la lucha contra el cambio climático, invitaron a utilizar la energía solar y eólica y también apostaron por evitar la deforestación, aunque eso sí, mediante el procedimiento, nada conservacionista, de asesinar a sus semejantes. Basta recordar como ejemplo la fallida construcción de la central nuclear de Lemoniz, la modificación del trazado de la autovía de Leizarán o el tren de alta velocidad y sus dramáticas consecuencias. José María Ryan, Ángel Pascual, Andrés Guerra, Alberto Negro, Ángel Baños e Ignacio Uría, fueron asesinados por la pasión «ecologista» de la banda. Igual que hizo en otros ámbitos, esta avanzadilla medioambiental fue siempre acompañada por una estela de organizaciones creadas ad hoc para que el rojo sangre ensuciara lo menos posible al verde ecológico de los vascos progresistas, pero esa historia daría para otro artículo.
Imagino que, a estas alturas del artículo, habrán adivinado que me parece más oportuno que en las universidades españolas, especialmente en las vascas y navarras si no pudiera llegarse a todas, enseñen a nuestros jóvenes que, siendo el estudio del clima importante y compatible, lo es un poco más el respeto a la vida humana. No estaría mal que, ahora que existe tanto interés por la educación en Valores y Memoria, democrática por supuesto como manda el Gobierno, formara parte del currículo universitario como asignatura troncal, una que bien pudiera titularse «Historia del terrorismo en España: Del anarquismo a la ETA». No sé si estuvo acertado Ruiz de Santayana cuando afirmó que aquellos que no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo, pero por si acaso, como dicen ahora, ahí lo dejo.
- Carlos de Urquijo es exdelegado del Gobierno en el País Vasco