El próximo lehendakari
Un PNV despechado podría resultar más peligroso que una EH-Bildu desairada, que se lo digan a Rajoy, descabalgado de la presidencia una semana después de que le aprobaran los presupuestos generales del Estado
El PSOE en general, y el PSE en particular, hace bastantes años que dejó de tener principios, o como dice ahora Pedro Sánchez, que decidió cambiar de opinión. Nada queda de los que compartieron Jaime Mayor y Nicolás Redondo con aquel apretón de manos del Kursaal en las autonómicas de 2001. En aquellas elecciones, el PSE apostó por la unidad entre demócratas para enviar al nacionalismo sectario y complaciente con ETA a la oposición. El fracaso de aquella alternativa propició el cambio de rumbo emprendido por Zapatero en 2004, un giro hacia la extrema izquierda, la disgregación, la revancha y el odio. Una manera de hacer política con la que continúa, orgulloso de hacerlo, el actual presidente del Gobierno.
Falta ya menos de un mes para resolver la incógnita sobre quién se hará con las llaves de Ajuria Enea, Pradales u Otxandiano, PNV o EH-Bildu. Ambas formaciones reciben en las últimas encuestas parecido número de escaños, veintiséis o veintisiete, si bien algunas colocan ya por delante a los herederos de ETA frente a los de Sabino Arana. Corresponderá por tanto a los parlamentarios del Partido Socialista de Euskadi determinar qué candidato se alzará con el triunfo, aunque la decisión final no se adoptará en Vitoria sino en Moncloa.
Hay quien piensa que, pagada la primera letra de la investidura con la entrega de la alcaldía de Pamplona a EH-Bildu, toca ahora resarcir al otro socio de Sánchez, asegurando al PNV la Lehendakaritza para reeditar el enésimo Gobierno de coalición. Es posible pero no es seguro. Navarra es más que Pamplona y María Chivite es presidenta de aquella Comunidad gracias a los nueve escaños de EH-Bildu. A Sánchez le queda deuda por pagar y deberá medir mucho las consecuencias de su decisión. A falta de principios, la decisión final vendrá determinada por aquella opción que garantice su estabilidad y la ausencia de una moción de censura en el Congreso de los Diputados.
La sociedad vasca, y creo que también desgraciadamente el conjunto de la sociedad española, a fuerza del blanqueo permanente de los últimos seis años, ha terminado por aceptar que el partido de ETA es una formación política al uso. Cuando esta coalición es calificada como progresista y democrática por el Gobierno de España, quiere decir que no existe reparo moral alguno para que el candidato de EH-Bildu pueda resultar investido gracias a los votos de los parlamentarios del PSE. Ahora bien, tras cuarenta años en el Gobierno Vasco, el PSE tendrá que pensar también en no dejar sin trabajo a sus consejeros, viceconsejeros, directores y demás cargos de confianza. Conviene recordar en este punto que durante estos gobiernos de coalición PNV/PSE, jamás los socialistas supusieron contrapeso alguno a las políticas de adoctrinamiento y exclusión del nacionalismo, es más, las apuntalaron, y son las que nos han traído hasta el desastre actual.
Pero cuidado, un PNV despechado podría resultar más peligroso que una EH-Bildu desairada, que se lo digan a Rajoy, descabalgado de la presidencia una semana después de que le aprobaran los presupuestos generales del Estado. Como la tercera posibilidad no suma –PNV y PP no alcanzarán los 38 escaños de la mayoría absoluta– las dos opciones mencionadas son las únicas. El PSE decidirá entre Guatemala y Guatepeor y si opta por el PNV no lo hará por principios, el instinto de supervivencia y su temor a la moción de censura determinarán su decisión. Después de eliminar el delito de sedición, rebajar la malversación, indultar a los golpistas catalanes y aprobar la ley de amnistía, lo del País Vasco no deja de ser una minucia para ellos. Si el vencedor de las elecciones es EH-Bildu, permitirle gobernar será para el PSE una opción igual de respetable que el PNV.
Muchas cosas han cambiado, a peor, desde aquel ya lejano abril de 2001 en San Sebastián. Algunos dirán que ha sido para conseguir un bien mayor, que no haya sangre en las calles, pero a éstos se les puede responder que, para acabar con ETA, no fue necesario abjurar de principio alguno ni humillar a nuestro Estado de derecho. Hoy el partido que entonces acompañó esa estrategia, ha traicionado a nuestro Estado de derecho situando al hediondo brazo político de ETA en el epicentro de nuestra política como un partido respetable. Solo una cosa no ha cambiado, el futuro del País Vasco lo siguen escribiendo los mismos que lo hicieron en el pasado, los matones y los tramposos, pero eso sí, ambos ahora, con el beneplácito del PSOE. Triste futuro para España.
- Carlos de Uquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco