Cardenal Juan José Omella: «Hoy la persona está profundamente coaccionada por la cultura de la muerte»
Entre Roma y Madrid, encontramos un hueco para dialogar con el cardenal y arzobispo de Barcelona, Juan José Omella
En el arranque de un curso frenético, donde la Iglesia se prepara para iniciar el camino sinodal que deberá llevar al Pueblo de Dios a plantearse su rol en el mundo de hoy, hacemos un alto para conversar con el presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Le preguntamos a Juan José Omella sobre comunicación, fe, diálogo, encuentro, ruido, transparencia, libertad de prensa y lo que significa para nuestro país que, un siglo más tarde, en el contexto actual, vuelva a ponerse en marcha un diario católico como es El Debate.
–En nuestro país se han aprobado últimamente reformas contrarias a las creencias católicas, con una nueva ley de eutanasia, planes para facilitar todavía más el aborto o una controvertida norma que permite cambiar de sexo simplemente declarando el nuevo ante un registro. ¿Podría explicar a nuestros lectores las razones por las que la Iglesia rechaza esas reformas? El Papa ha dicho incluso que debates como el del aborto no son religiosos, sino de pura razón.
–Desde la Iglesia española propusimos algunas ideas para el debate para propiciar un diálogo constructivo en torno a estos temas. La Iglesia tiene mucho que decir y no renunciamos a ello.
Mire, lo que más me duele es la manera en como se han aprobado tales leyes. Lamento profundamente que, ante temas tan importantes y que tocan los derechos fundamentales de personas en situación de profunda fragilidad, no se haya realizado un debate profundo y real sobre tales medidas. Sí, un debate en el que se escucharan unos y otros, en el que intervinieran los técnicos, los filósofos, los médicos, la Iglesia… Los grandes temas necesitan reflexiones profundas y diálogos sinceros.
San Ignacio de Loyola decía: «En tiempo de desolación no hacer mudanzas». Y resulta que con estas leyes estamos confiando la decisión sobre temas tan transcendentales como decidir sobre la vida, a personas que se encuentran en situaciones de profundo estrés, como es el caso de las embarazadas que se plantean abortar, y de profunda depresión, como sucede en el caso de las personas que se proponen el camino del suicidio asistido.
Si a ello le sumamos que el Estado no ofrece otra alternativa proporcionando los recursos materiales y económicos necesarios... Es decir, no garantiza a las embarazadas una renta para los años siguientes al nacimiento, o no propone como alternativa dar en adopción al niño, o no garantiza los necesarios cuidados paliativos y el acompañamiento y el calor humano precisos a todas las personas enfermas que lo requieren, resulta evidente que la persona afectada por dichas situaciones no puede decidir en libertad. La persona está profundamente coaccionada y presionada por una cultura de la muerte. A eso no lo podemos llamar nunca libertad, sino abandono.
–¿Estamos abocados a que la charlatanería y la ocurrencia opaquen las formas y distorsionen el fondo de los grandes temas que hay que debatir entre todos?
–En el mundo y en nuestra sociedad hay muchas buenas noticias que pasan desapercibidas. Hay muchas personas que, de forma desinteresada, altruista y por amor al prójimo, deciden hacer el bien. Tenemos que dar visibilidad a estos hechos. Hechos de paz y de amor que nos ayudan a ver el rostro de Jesús en los actos más cotidianos del mundo en el que vivimos.
Necesitamos medios de comunicación que además de ayudar a conocer la verdad, ayuden a construir puentes y a derribar muros ante la tentación de un sistema de bloques enfrentados.
–¿Cómo se generan espacios de encuentro en una comunidad tan polarizada como es la española y cuál debe ser el rol de la Iglesia en este aspecto?
–Creo que un primer paso puede ser escuchar a los moderados. Tras mucho tiempo de escuchar solo las opiniones de personas con posiciones extremas, con monólogos de unos y otros, ha llegado el momento de dar espacio también a posiciones moderadas y conciliadoras. Las personas con una actitud moderada sufren mucho ya que reciben las presiones y críticas de los extremistas de un lado y del otro. Pero solo si les dejamos entrar en la esfera comunicativa podemos ir rebajando la tensión.
Una vez rebajada la tensión será el momento de que puedan sentarse en una misma mesa personas que piensan diferente y descubran que es posible el diálogo respetuoso.
La Iglesia es experta en crear espacios de encuentro. Mire, en cualquier parroquia de Barcelona y otros lugares del mundo, cada día se sientan personas muy diferentes, con opiniones y posiciones muy diversas, pero que comparten algo fundamental: la fe en Jesucristo.
Por tanto, es muy importante que los medios de comunicación, en lugar de insistir en lo que nos separa y divide, profundicen en lo mucho que nos une y pongan sobre el papel los verdaderos problemas que afectan a la ciudadanía. Unos problemas que solo podremos resolver si trabajamos unidos los diversos aportando cada uno lo que pueda.
Para poder acoger el Evangelio es necesario que los jóvenes primero se vacíen de tantas cosas insulsas que están parasitando su existencia
–¿Por qué el Evangelio, en relación con lo que vivían generaciones anteriores, cala menos en los jóvenes de hoy?
–Mire, para que el Evangelio cale, es necesario que las personas –sean jóvenes o adultas– se planteen las grandes preguntas existenciales. Por tanto, respondo a su pregunta con otra pregunta: ¿por qué hoy los jóvenes no se plantean las grandes preguntas que siempre se ha cuestionado el ser humano? La respuesta es muy sencilla: porque viven y vivimos distraídos por muchos inputs pasajeros.
Los jóvenes están llenos de distracciones... Para poder acoger el Evangelio es necesario que primero se vacíen un poco de tantas cosas insulsas que están parasitando su existencia.
Pero tarde o temprano, ese joven hace experiencia de la insatisfacción que le produce este modelo de vida superficial. Es entonces cuando hay que estar cerca para escucharlo y acompañarlo sin juzgarle ni condenarlo. Es un camino apasionante que pasa por estar atentos a los que nos rodean y por una escucha atenta.
En Barcelona, estoy impresionado al ver que en medio de esta sociedad «aparentemente» secularizada encontramos manantiales preciosos, donde se van acumulando jóvenes que buscan un sentido a su vida y que van encontrando en Jesucristo un guía y en la Iglesia una madre que les acoge, escucha y atiende con profundo amor y respeto.
–¿Está hoy el cristianismo más perseguido que nunca?
–La situación de muchos católicos en el mundo es preocupante. Según el último informe anual de Ayuda a la Iglesia Necesitada, en uno de cada tres países del mundo no se respeta la libertad religiosa. En algunas regiones del mundo, ser católico puede ser motivo de agresión por los más extremistas. En este contexto, algunos templos y lugares de oración son saqueados y destrozados, y los fieles asesinados.
Esta crueldad no tiene explicación. Estos actos terribles e injustos deberían sacudirnos y estremecernos. El derecho a la libertad religiosa es un derecho fundamental que debemos proteger en cualquier rincón del planeta. Para construir la paz, debemos respetar la fe.
–En la carta dominical del pasado 16 de mayo, con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, usted señalaba el deber que tienen los medios de «poner a la persona en relación con la verdad». ¿Es posible, ante el relativismo y el sectarismo que padecemos, ponernos de acuerdo sobre lo que es la verdad?
–Sí, lo creo. Creo firmemente que siempre quedará espacio para la información, la reflexión, el diálogo y el debate constructivo que nos conduce a la búsqueda de la verdad. Es cierto que el avance de la tecnología está abriendo las puertas a un mundo cada vez más veloz, en el que la inmediatez prima por encima del sosiego. Tener infinidad de fuentes de información no nos ayuda a encontrar la verdad. Las noticias falsas, o fake news, nos plantean grandes retos que debemos afrontar como sociedad.
Las redes sociales nos influyen mucho, hasta tal punto que parece que lo que pasó ayer ya es viejo, ya ha caducado. Justamente por este motivo, es más importante que nunca la figura del periodista. Necesitamos personas que analicen la realidad que nos rodea, que nos ayuden a entenderla y nos den herramientas para formarnos una opinión lo más certera posible. Gracias a Dios, en nuestro país tenemos a muchos profesionales que «gastan las suelas de sus zapatos», tal como pide el Papa Francisco, para ver lo que ocurre, para hablar con las personas y escucharlas. Y lo hacen honestamente, poniendo el interés común por delante del interés personal o empresarial.
–El filósofo Gustave Thibon, en La información contra la cultura, señalaba que «la información actúa en sentido inverso a las exigencias de la cultura», entendiendo la cultura como aquello que arraiga, que nutre, que propicia un diálogo fructífero. ¿Qué papel juega la prensa en todo esto?
–La prensa tiene un papel fundamental para ayudar a que nuestras sociedades avancen de manera cohesionada. Explicar de forma honesta las cosas que suceden a nuestro alrededor es un elemento clave para fortalecer los vínculos entre las personas con que convivimos.
Sin verdad no podemos ser personas libres. Necesitamos medios de comunicación que, en medio del océano de las redes sociales y las noticias falsas e intencionadas, ayuden a las personas a conocer los hechos. El periodista que trabaja por el bien común está llamado a describir la realidad de la forma más objetiva posible, dejando a un lado su posición personal o su ideología, para lo cual están los artículos de opinión. Necesitamos unos medios que, respetando la pluralidad, expliquen simplemente la verdad.
Se puede plantear un debate profundo sobre el derecho a la libertad de prensa y el derecho del ciudadano a no ser engañado
–¿Qué significa para la Iglesia que exista libertad de prensa?
–Como bien sabe, la libertad de prensa es un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que, como no podía ser de otra manera, está reconocido también por el artículo 20 de nuestra Constitución, que prohíbe cualquier tipo de censura previa a la publicación de un artículo.
Ahora bien, creo que se puede plantear un debate profundo sobre el choque que se puede producir entre el derecho a la libertad de prensa y el derecho del ciudadano a no ser engañado, a recibir una información contrastada, honesta y rigurosa que permita el acceso a la verdad de los hechos.
–En ocasiones se ha lamentado, incluso internamente, que la Iglesia, disponiendo de un mensaje tan potente, de esperanza y redención, con medios de comunicación implantados en casi todas las diócesis, no es capaz de informar adecuadamente o, al menos, como indicaba el Papa Francisco al visitar L´Osservatore Romano, no llegar ni siquiera a los propios feligreses. ¿A qué se debe esta situación?
–Creo que aquí tenemos varios elementos en juego. Un primer aspecto a tener en cuenta, y voy a emplear palabras de Pilar Rahola, es la «catolicofobia» existente en algunos medios de comunicación que se limitan a recoger lo negativo, que también lo hay, pero que es infinitamente menor a todo lo bueno que la Iglesia está realizando. Esta dinámica provoca un rechazo a todo lo católico en el ciudadano que no conoce a la Iglesia.
Esta es una primera adversidad que hemos de salvar. Un segundo aspecto a tener en cuenta es que posiblemente en los medios de comunicación eclesial hemos cometido el error de dirigirnos exclusivamente a los católicos. Es un reto para los próximos años descubrir nuevas formas de comunicar de manera que podamos llegar a personas alejadas de la fe católica para ofrecerles sin temor la riqueza del Evangelio.
Para acabar con mi respuesta, déjeme añadir una reflexión final. Lo voy a decir muy claro: los laicos que viven en medio del mundo son el mejor y más eficaz medio de comunicación que tiene la Iglesia. Sí, es así, y hemos desperdiciado durante muchos años su importantísima misión y responsabilidad en la transmisión de la fe católica. Poco a poco, estamos dando más protagonismo y responsabilidad a los laicos para salir de sus vivencias familiares e intimistas de la fe y llegar a todas las personas que les rodean y con las que conviven diariamente. Y los periodistas católicos ¿no podrían hacer algo más en este campo?
–¿Cuáles diría que son los retos en materia comunicativa que tiene la Iglesia por delante?
–Si tuviera que escoger, me quedaría con tres retos. El primer objetivo es hacer llegar el mensaje del Evangelio a los más jóvenes. No es una tarea fácil, pero sí que es muy necesaria. Tenemos que explicarles el mensaje de salvación que nos dio Jesús, un mensaje de amor, de bondad, de solidaridad y de esperanza, tan necesarios en estos momentos de crisis económica y social provocada por la pandemia y acentuada por nuestro egoísmo.
El segundo reto es conseguir que sea presentado el verdadero rostro de la Iglesia, aquello que hace diariamente, quienes la formamos, cuál es su misión…
Finalmente, tenemos que ser capaces de comunicar a las personas la necesidad de conocer y estar cerca de los que más sufren y hablar sobre la importancia de dejar las posiciones extremas que llevan a la polarización y al enrocamiento, para que puedan convertirse en hombres y mujeres constructores de puentes, generadores de concordia, capaces de mostrar lo mucho que nos une.
–La fundación Compromiso y Transparencia, en su primer informe de Rendición de cuentas y transparencia en la Iglesia 2019, puntuó a la archidiócesis de Barcelona en un puesto intermedio en esta materia. ¿En qué debe mejorar la archidiócesis en este ámbito?
–La archidiócesis de Barcelona, siguiendo las directrices del Papa y de la Conferencia Episcopal Española, trabaja desde hace años para avanzar en el camino de la transparencia y en la rendición de cuentas. Cada año que pasa se van dando pasos en ese sentido.
El Papa Francisco tiene muchos motivos para visitar nuestro país
La transparencia supone un reto permanente para cualquier diócesis, pero especialmente para la de Barcelona, con una población cercana a los tres millones de personas.
En los últimos años se ha iniciado una etapa de transformación en los procesos internos de gestión siguiendo los estándares marcados por los «Códigos de Buen Gobierno», que seguro que potenciarán la eficacia y la sostenibilidad de nuestra organización diocesana y, consecuentemente, esperamos que este esfuerzo se vea reflejado en los próximos informes de la fundación Compromiso y Transparencia.
–Le estamos entrevistando desde El Debate, un periódico que vuelve a ver la luz 111 años después de su puesta en marcha por Herrera Oria. ¿Cómo ve nuestra aventura periodística?
–Sin lugar a dudas es una excelente noticia. Disponer de medios de comunicación con un mensaje cristiano y humanista, que pongan en el centro el Evangelio siempre es positivo. Les animo a seguir adelante con entusiasmo, perseverancia e ilusión. Y recuerden que tienen el objetivo de llegar a todos los ciudadanos y no solo a los de un color político. Acerquen la verdad y el Evangelio a todos los españoles y, por qué no, a todos los lectores de habla hispana.
–¿Cree que en España se echaba en falta un periódico con el ideario de El Debate?
–En pleno siglo XXI, tenemos una realidad que nos rodea totalmente poliédrica y compleja. Que nuestra sociedad disponga de un nuevo medio de comunicación que nos ayude a entender la realidad siempre es positivo para alimentar un debate plural y comprometido que nos acerque, lo más posible, a la Verdad.
–¿Está cada vez más cerca el Papa Francisco del año Jacobeo?
–El Papa Francisco tiene muchos motivos para visitar nuestro país. Por ejemplo, la celebración del año Jacobeo, en Santiago de Compostela, y la del 500 aniversario de la conversión de san Ignacio de Loyola, en Manresa. Ya he expresado públicamente mi deseo de que el Santo Padre visite España, me alegraría que así fuese. Confiemos en que se haga realidad.