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Entrevista al profesor emérito de la Sorbona

Rémi Brague: «Cada vez hablamos más de la dignidad del hombre, y somos menos capaces de decir a qué se debe esa dignidad»

El humanista y filósofo francés Rémi Brague conversa sobre cristianismo, Edad Media y sociedad moderna, destacando que la herencia cristiana es parte inherente e insustituible de la civilización occidental

Profesor emérito de Filosofía Medieval en la Universidad de la Sorbona (París) y doctor honoris causa por la Universidad CEU San Pablo, Brague es autor de varios de los libros más relevantes sobre historia del pensamiento, además de ser un experto en islam e historia antigua. Su visión es tan profunda en conjunto como en detalle, lo que le ha permitido regresar a Madrid para defender la enseñanza de las lenguas clásicas, que él define como «la puerta de ascenso social en democracia». Este intelectual francés, buen conocedor de la lengua española, advierte de que la pretensión de la llamada `cultura de la cancelación´ es implantar una tabula rasa, una plena destrucción sin aportación alguna, basada en el odio y el resentimiento. Sus reflexiones permiten observar en todos sus tonos la evolución de la sociedad cristiana desde la Edad Media hasta nuestros tiempos.

– Usted, como especialista en Edad Media, y sobre todo en pensamiento cristiano en la Edad Media, ¿considera que un rasgo distintivo de aquella época es la impronta cristiana en la sociedad y en la cultura, a diferencia de la época actual?

– Mire, hace falta precaverse ante una imagen idealizada de la Edad Media. A partir del Renacimiento italiano, desde Petrarca, hemos vivido con una imagen negativa de la Edad Media, sin bien después de la Revolución Francesa hemos visto aparecer lo contrario, una imagen suavizada, rosa, romántica. Pienso sobre todo en el pequeño ensayo de Novalis escrito en 1798, pero que no se publicó hasta 1825, que habla de la Edad Media como un periodo de armonía entre la Iglesia y la sociedad. Vamos a ver, es falso en lo referente a la intención más profunda de Novalis. La Edad Media fue un periodo en que la gente era tan brutal y mentirosa como antes y como después. La Edad Media que me más interesa es la de los pensadores, la de mis colegas filósofos, si me permite expresarlo de este modo. En general, ellos eran como nosotros; ni mejores, ni peores.

– ¿No era, entonces, una sociedad cristiana?

– En lo tocante a cómo la Iglesia estructuraba o influía en la sociedad, hay que decir que la fe era algo que iba de suyo y que no siempre era muy fervorosa. En cierto modo, la fe era algo social. Ahora bien, siempre tengo muchas reservas hacia la actitud que afirma que los cristianos hoy son menos numerosos, si bien la menor cantidad se ve compensada con la calidad. Y por un motivo muy sencillo; quienes hablan de esta manera son cristianos, y por tanto es una forma de decir que nosotros somos mejores que nuestros antepasados. Es algo de lo que yo dudo mucho. Por otra parte, y empezando por los intelectuales de la Edad Media, aquella época supo conservar y recuperar todo cuanto hubiera de positivo dentro de la herencia recibida del pasado, como, por ejemplo, el Derecho Romano que, sin embargo, había sido el instrumento y la expresión de una sociedad que había perseguido a los cristianos. Asimismo, las gentes del final de la Antigüedad ya habían prescindido de algunas disposiciones que consideraban contrarias a la moral. Por ejemplo, en el ámbito relativo a la mujer o a los esclavos.

– ¿Qué otros rasgos cabría destacar?

– Por otro lado, la Edad Media conoció episodios extremadamente desagradables, como la Peste Negra, que acabó con un tercio de la población europea. Sin embargo, y a pesar de todo, la Edad Media se caracterizaba por una confianza profunda en la bondad y en la belleza de Dios y del mundo. Por supuesto, hubo excepciones, como los cátaros, en el sur de Francia, que fueron perseguidos y quizá no sin motivo, pues a fin de cuentas rechazaban la validez de los juramentos, que eran lo que permitía la continuidad de la civilización. Porque la entera sociedad medieval reposaba sobre el juramento, lo que ellos llamaban el «homenaje», es decir, la vinculación de los vasallos con los señores a través de un juramento.

– Hoy algunos dicen que vivimos en una sociedad postcristiana. ¿Qué podemos aprender o retomar de lo que hubiera de positivo en la Edad Media, o de su sociedad o sus gentes?

– Me parece que hablar de una sociedad postcristiana implica haber olvidado que aún vivimos de bienes culturales que proceden de la civilización cristiana. Y empleo la palabra «bienes», y no «valores», a falta de un término mejor. En cierto modo, estamos aludiendo a algo que aparece en la obra de Charles Péguy. Encontramos restos anteriores en Nietzsche, y también en el político y filósofo inglés Lord Balfour, el de la Declaración Balfour. Luego la idea la retoma Chesterton, un autor que me gusta mucho: es la idea del parasitismo. Desarrollada más tarde por un teórico alemán muy interesante, que era católico, pero también miembro del Partido Socialista.

Rémi Brague, durante la entrevista en El DebatePaula Argüelles

– ¿En qué consiste?

– Según el parasitismo, la sociedad democrática, industrial, moderna, o como se quiera llamar, vive sobre unos presupuestos morales que no es capaz de justificar. Incluso hay una versión fuerte del parasitismo; por ejemplo, todo el mundo habla de la dignidad del hombre, de los derechos del hombre, y a la vez se cree que, a fin de cuentas, los hombres no son más que simios listos, monos que han tenido suerte. El hombre como un simio al que le hubiera tocado la lotería de la evolución. Cada vez hablamos más de derechos del hombre, de la dignidad del hombre, pero cada vez somos menos capaces de decir a qué se debe esa dignidad, esos derechos. Lo cual es evidente en quienes pretenden otorgar derechos a los animales, incluso a las plantas o al planeta. Esto resulta contradictorio.

Se cree que el hombre es un simio al que le hubiera tocado la lotería de la evolución

– ¿Coincide usted con quienes creen que hoy el mundo cristiano se halla en un repliegue ante la postmodernidad, la cual intenta incluso eliminar los restos de esa cultura cristiano?

– Mire, en el Occidente actual tenemos un gran talento para serrar la rama sobre la que estamos sentados. Lo cierto es que habría que extender el principio de la protección de la naturaleza a los árboles sobre los cuales estamos sentados, y que son también nuestros árboles genealógicos.