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Bernardo Álvarez, obispo de Tenerife: «¿Dónde está Dios tras la erupción del volcán? En el corazón de la gente solidaria»
A punto de cumplirse dos meses del estallido del volcán de Cumbre Vieja, conversamos con el prelado palmense, Bernardo Álvarez, para conocer la labor de la Iglesia ante esta catástrofe natural
El obispado de Tenerife, también conocido como diócesis de San Cristóbal de la Laguna o Iglesia nivariense, ha estado de actualidad en los dos últimos meses por su trabajo pastoral acompañando a los feligreses y vecinos de La Palma.
Tras la erupción del volcán de Cumbre Vieja, una ola de solidaridad de todas partes de España ha llevado a Cáritas a recabar 2 millones de euros destinados a apoyar a los principales afectados con ayudas al alquiler y bienes de primera necesidad.
–¿Cuál está siendo el acompañamiento de la Iglesia nivariense a los vecinos de La Palma?
–Los sacerdotes están implicados en la atención a las personas, tanto a nivel de necesidades materiales como también acompañando en el estado de ánimo. Porque, lógicamente, la erupción del volcán no solamente ha supuesto la pérdida de los bienes, de las viviendas y fincas, de centenares de familias sino que estas se han visto obligadas a ser evacuadas, disgregadas por toda la isla, siendo acogidos por parientes o amigos. Los párrocos están cercanos a estas personas tratando de animales, ayudarles, darles fortaleza. Del mismo modo, se están haciendo celebraciones suplicando a la Virgen María y al Señor para que de esta situación pase lo antes posible y, sobre todo, que no produzca más daño.
–¿Cómo se esta canalizando la ayuda recibida a Cáritas durante estos dos meses?
– Los dos millones percibidos hasta ahora van, principalmente, para ir atendiendo las necesidades más inmediatas de los palmeros afectados. En cualquier caso, por lo que sé de las colectas que se están llevando a cabo en otras diócesis, es previsible que este fondo incremente. Afortunadamente estamos teniendo una muy buena colaboración de toda Canarias y también del resto de España, e incluso más allá de nuestro país. Miles de personas, de forma anónima, están arrimando el hombro. Esto pone de manifiesto esa generosidad que consuela, que, sencillamente, ante la necesidad del prójimo, los otros muestran su desprendimiento. Queda de manifiesto cómo Dios coloca en el corazón de todos ellos esa voluntad y ese ánimo de servir a los demás.
–¿Cómo ha sido el reparto y acogida de aquellas personas que se han visto perjudicadas de lleno por el estallido del Cumbre Vieja y que han tenido que ser realojados en casas parroquiales o pisos de acogida de la Iglesia?
–El gran problema ahora mismo es que no hay viviendas en la isla de La Palma, ni siquiera para alquilar. En toda la zona de la costa afectada por el volcán –Puerto de Naos, La Bombilla o El Remo–, son lugares donde la gente tiene su apartamento o su casita para ir en verano a la playa y al estar bloqueado por la lava, no la pueden utilizar en ese momento, con lo cual ha supuesto que muchas personas tengan que ser acogidos. Hay algunas familias que no han podido encontrar dónde quedarse y les estamos ayudando a pagar los alquileres que hay disponibles. Por otro lado, hemos puesto a disposición la casa parroquial de Puntagorda o la de Santa María de Gracia.
–Usted mismo y también desde Cáritas diocesana de Tenerife han alertado de que lo más duro puede que llegue cuando se apaguen las cámaras y los micrófonos dejen de grabar. ¿Tan difícil prevé la reconstrucción?
–Los ayuntamientos del cabildo insular de La Palma, el propio Gobierno de Canarias y de España han hecho promesas de salir al paso de las necesidades más fundamentales, sobre todo en materia de vivienda. Pero yo siempre le digo a todos que los problemas vendrán en el futuro, cuando todo esto pase, cuando ya no haya cámaras y micrófonos. Muchos lo han perdido todo, también su trabajo, sus medios de vida, sus fincas. Se va a requerir una ayuda de un modo directo para todos y para tantas, tantísimas, cosas. Ahora mismo estamos atendiendo la emergencia, distribuyendo en colaboración con las instituciones públicas y con Cruz Roja, ropas y alimentos. Por tanto, en este momento digamos que la emergencia está cubierta. Pero lo que está claro es que cuando el volcán acabe y, repito, Dios quiera que sea pronto, habrá que empezar una reconstrucción que supone lógicamente la implicación de todos, de la Iglesia, los vecinos y las administraciones.