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Javier ViverLupe de la Vallina

Entrevista al reconocido imaginero

Javier Viver: «En una sociedad vieja, que ya está de vuelta de todo, el arte muestra retazos del paraíso»

Entrevistamos al imaginero cuya obra forma parte de museos y colecciones como el Museo Nacional Reina Sofía, de Madrid; Queens Museum of Arts, de Nueva York; Swatch Group Collection, de Shanghai o el Museo Universidad de Navarra

Una mujer de más de seis metros de alto, con mirada al suelo, se deshace en medio del bullicio de la universidad. Hecha de sal, su pie ya no está unido al cuerpo, todo decae, todo se desvanece. Pero la mujer de Lot esculpida por el artista Javier Viver permanece cada día como signo, al lado de tantos jóvenes que cruzan el edificio de la Universidad Francisco de Vitoria donde se encuentra. Esta mujer ya no es la que volvió la mirada deseando atrapar qué se yo, sino aquella que busca en su interior lo invisible, el misterio, la respuesta tras tanto camino. Buena apuesta para un lugar como la universidad. Y como los padres, los artistas también sienten un gran afecto por el lugar donde hacen vida sus criaturas, de ahí que nuestros caminos se crucen y crezcan entre estos muros.

Javier Viver dice ganarse la vida como imaginero, mezclando elementos de la fotografía documental y la ficción artística como medios complementarios de aparición de lo invisible. Este madrileño de media década es doctor en Bellas Artes y su obra forma parte de importantes museos y colecciones como el Museo Nacional Reina Sofía, de Madrid; Queens Museum of Arts, de Nueva York; Swatch Group Collection, de Shanghai o el Museo Universidad de Navarra, entre otros.

Javier Viver trabajando en su estudioLupe de la Vallina

–El artista mira y hace aparecer lo invisible, pero ¿no habrá más bien que subrayar su invisibilidad? ¿qué tiene que ver esta con el misterio?

–El arte no está para hacer visible lo evidente. Para eso ya está la realidad. Lo invisible es precisamente de lo que habla el arte, del misterio, de lo que no se puede hablar, pero sí se puede contemplar. Eso no quiere decir que se llegue a entender, pero sin duda es un grado de conocimiento directo por la presencia y su figura.

–El arte como comunicación o más bien comunión…cuál es la diferencia, si la hay

–Claro que el arte no es nada si no hay comunicación con el público, como realidad social necesita un lector, un espectador. Hemos puesto mucho énfasis en el aspecto expresivo, autoreferencial pero lo esencial del arte es su capacidad de servicio, un servicio de comunicación de realidades muy profundas como las pasiones, el sufrimiento, la belleza, la justicia, la paz, la inmortalidad. Es comunicación pero incluso más, es comunión en esas realidades de las que participas con otros muchos. El arte une, rompe las diferencias, los límites. Esa experiencia es la que tienes después de un gran concierto. Te miras con el de al lado y dices: «¡ha sucedido!» No sabes realmente qué pero los dos habéis participado de lo mismo.

–En un mundo de tanto ruido… ¿Qué es urgente comunicar?

Hay que comunicar esperanza. Principalmente en una sociedad vieja, que ya está de vuelta de todo, el arte muestra retazos del paraíso, lugares de justicia, de amor inesperado, de verdadera belleza.

–¿La vida es un gran relato al que cada uno debe responder o estamos compuestos de muchos microrelatos sin conexión?

–Nuestra vida se compone de microrrelatos. Pero es legítimo y saludable encontrar la gran narrativa de nuestras vidas. Esta solo será posible descubrir en su totalidad en el más allá, en la otra vida, pero comienza a descubrirse en esta.

El sentido de la vida era en otras épocas lo que colmaba de felicidad a una persona. Daba igual que uno tuviera que sufrir para alcanzar ese sentido, su vida era una vida lograda si respondía a su destino. Después de Freud y Nietzsche la felicidad se consideró como voluntad de poder, auto realización. Pero esto es una fuente de infelicidad pues genera una perpetua insatisfacción. No creo que hayamos mejorado en salud mental con respecto al pasado. Quizá nos tendríamos que plantear un uso más ecológico y comunitario de los avances técnicos y tecnológicos. Menos individualista y más relacionado con el sentido de nuestra existencia como servicio al prójimo.

–La imaginería está asociada fuertemente a una tradición religiosa, que de alguna manera parece estar rubricando un mundo antiguo, pasado, que cierra la puerta por fuera y nos lo deja como parte de un folclore puntual, cofrade. Pero tú lo relacionas con fotomontajes, con libros, documentales, proyecciones, instalaciones….¿de dónde surge la certeza de que nos está hablando al hombre de hoy?

–Personalmente no comparto esa percepción. Hace varias décadas en España la imaginería era tabú. Hoy existe en el arte más joven una auténtica fiebre imaginera. Autores como Bill Viola rompieron esa tendencia. Ahora te encuentras grandes artistas como Santiago Ydáñez y muchos jóvenes como David Gómez explícitamente imagineros que están renovando el género. Después de The sacred made real se produjo un vuelco internacional en esa percepción anticuada de la imaginería española. Ahora es lo más contemporáneo. Sencillamente porque nuestra sociedad es conceptualmente barroca. Perceptivamente emocional. La entrada al conocimiento no es dogmática sino experiencial.

–¿Existe, podría existir, una imaginería sin religión? Y ¿el hombre sin ella?

–Desde mi punto de vista lo más interesante de la imaginería es su espiritualidad, al margen del programa religioso y su confesionalidad. Esa espiritualidad sacramental, encarnada, de por sí es lo más religioso que existe, porque es puramente humana. Podrá estar en una sala de exposiciones o en una iglesia. Pero desde ese punto de partida es muy fácil escalar lo sobrenatural.

Javier ViverLupe de la Vallina

–¿Por qué comenzaste este camino artístico? ¿Por qué  «la utilidad de lo inútil» como forma de ganarse la vida?

–En mi la imaginería supuso un terreno de experimentación, como un piloto de pruebas contra un exceso de autoreferencialidad del arte contemporáneo. Si algo se le puede pedir a la imaginería es que conmueva. Y eso fue exactamente lo que ensayé. Luego todo el proceso de imaginería lo desarrollé, conceptualmente, como autor contemporáneo.

Sobre la utilidad o no, tenemos experiencia de que lo más inútil y desinteresado suele ser de gran utilidad. No se porqué, pero forma parte de las paradojas del ser humano.

–¿Qué es el Observatorio de lo invisible? y, ¿qué tiene que ver con la educación?

–Es una experiencia única de arte y espiritualidad en la que cerca de cien estudiantes de arte de todas las especialidades se encontrarán para aprender de la mano de otros artistas reconocidos. Un encuentro e intercambio de ideales e inquietudes, de fiesta y de trabajo, en el Monasterio de Guadalupe, Cáceres, durante la semana del 26 al 31 de julio. Una experiencia de intensa creación en la que puedan surgir relaciones duraderas entre los alumnos y con los maestros.

El desarrollo es muy sencillo, cada alumno se apunta en un taller disciplinar, cinco horas al día, de la mano de un artista. Y el tiempo restante se completa con una multitud de actividades transversales a las que uno puede acudir según sus gustos. Conciertos, coloquios, performances, oraciones polifónicas, cineforum, veladas interdisciplinares, exposiciones, etc.