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Krzysztof Zadarko, presidente de la comisión episcopal de Migraciones en PoloniaFlickr

Entrevista a Krzysztof Zadarko

El presidente de la comisión episcopal de Migraciones en Polonia: «La situación en la frontera es algo que afecta a los soldados»

Conversamos con la voz de los obispos polacos en materia migratoria sobre la delicada situación que se está viviendo en la frontera con Bielorrusia, sobre el papel de la Iglesia en esta `guerra híbrida´ y sobre el trabajo que Polonia debe acometer a la hora de dialogar con otras culturas

La llegada de los migrantes a la frontera entre Polonia y Bielorrusia no solamente está siendo un motivo de confrontación entre Gobierno, oposición, agentes sociales, Minsk, Moscú y la Unión Europea. La Iglesia, en primera línea en los municipios ubicados en las zonas en estado de emergencia, a través de Cáritas y de sus párrocos, están teniendo que lidiar con situaciones comprometidas que en no pocas ocasiones, especialmente en las últimas semanas, pone contra las cuerdas las creencias de los agentes en las fronteras al tener que desarrollar su trabajo de protección del país. 

Krzysztof Zadarko, obispo auxiliar de Koszalin-Kołobrzeg desde 2009, es el presidente de la comisión de Migraciones en la Conferencia Episcopal de Polonia.

Desde su diócesis, atiende la llamada del diario El Debate

Krzysztof Zadarko, presidente de la comisión episcopal de Migraciones en PoloniaR.M.

¿Qué valoración hacen de la situación actual que se está viviendo en la frontera con Bielorrusia?

–En primer lugar, diría que no se trata de una crisis humanitaria al uso. No podemos acercarnos a esta crisis como cualquier otra, causada por otros fenómenos, sino que aquí hay que tener en cuenta, principalmente, el factor político de las acciones que está llevando a cabo Lukashenko. Ya se ve claramente la dimensión militar de esta crisis. Se está utilizando a la gente que llega a Bielorrusia como arma en esto que se ha venido a denominar la guerra híbrida. A mí modo, aquí hay dos posturas enfrentadas. Por un lado, como polacos, la importancia de defender nuestras fronteras ante un ataque orquestado. Por otro lado, la humanidad de esas personas utilizadas como escudos que una vez han llegado a nuestro territorio, hay que atender. La postura de los obispos polacos pone en relación estos dos aspectos. Sí a defender nuestra patria y sí a tener la sensibilidad hacia las personas que llegan, con los que tenemos que mostrar nuestros valores cristianos. No se debe tratar de elegir, como parece que se está presentando ahora en Polonia, una postura u otra sino una y otra. Apoyo a la defensa de las fronteras y a los militares que están ejerciendo su función sin renunciar a la humanidad.

Como presidente de la comisión episcopal de Migraciones, ¿tiene alguna información sobre los sacerdotes, religiosos y religiosas en la zona y del trabajo que están haciendo?

–La semana pasada estuvimos reunidos los obispos y pudimos escuchar los testimonios de mis colegas en los territorios fronterizos. Estoy en contacto directo con los sacerdotes que están en primera línea. La verdad, no es la primera vez que tienen que enfrentar situaciones de este tipo, pero ahora se les nota agobiados porque esta crisis se está prolongando demasiado tiempo. Hay que tener en cuenta la limitación para transitar por estas zonas, no solamente para la Iglesia. El constante movimiento militar y de la policía… Hay cansancio en estos pueblos. El ánimo está bajo. Estamos intentando darles nuestro apoyo, nuestro aliento, para que sigan con su labor. Por otro lado, hay que tener en cuenta que algunos de los soldados y policías que están en esta zona tienen a sus familias en los pueblos de la región. Estas familias ven por televisión a algunos migrantes con conductas violentas o muy agresivas, que atacan a sus seres queridos que están protegiendo la frontera, haciendo su trabajo. Y esto hace que sean más recelosos porque no quieren ayudar a los que atentan a sus familiares.

¿Podemos asumir el riesgo, si la situación se alarga en el tiempo, de la indiferencia hacia los migrantes, en que ocurra algo parecido a lo que está pasando en el Mediterráneo, donde estamos acostumbrados a ver las cifras de fallecidos en el mar en el intento de alcanzar las costas de la Unión Europea?

–No creo que, por ahora, sea una situación equiparable ya que el número de migrantes localizados en la frontera de Polonia y Bielorrusia es relativamente pequeño. Temo, eso sí, que la propaganda televisiva pueda seguir siendo un factor de polarización y proliferación de discursos populistas, que inocule un miedo a una escalada en el conflicto cuando todavía no hay elementos para extraer ese juicio.

¿Qué puede hacer la Iglesia para educar la mirada en este asunto, para ver la dignidad del otro que, tal y como decía Cáritas Polonia hace unos días, «debe atender a los necesitados independientemente de su credo o nacionalidad»?

–Desde 2015, cuando empezaron los grandes movimientos migratorios a Europa occidental, con la llegada de los sirios, empezamos desde la Conferencia Episcopal de Polonia con distintas jornadas e iniciativas de oración por aquellas personas que han fallecido de camino a Europa. Desde entonces ha habido un cambio de gobierno en nuestro país, con una nueva política migratoria que propone ayudar a los migrantes en los países de origen, que ha hecho que en nuestro caso tengamos, hasta ahora, menos migrantes a los que acompañar en el territorio.

Entidades sociales han denunciado que haya menores vagando por los bosques de Polonia. ¿De qué manera hay que proteger a la infancia ante realidades como esta?

Nosotros no tenemos datos de menores no acompañados en Polonia. Ahora bien, la situación que se puede vivir va a ser un desafío. En cualquier caso, hay que enfocar la problemática actual en relación con nuestro país. La mayoría de los migrantes no quieren estar en Polonia sino llegar hasta Alemania. En los centros de acogida estamos presenciando gente que escapa, de forma ilegal, para llegar a otros países para reunirse con miembros de su etnia, que en nuestro país son minoritarias. En Polonia tenemos dos millones de migrantes económicos, la mayoría vienen de Ucrania o de Asia. Pero vienen para quedarse, se relacionan con la cultura de aquí. En Polonia no tenemos un problema de acogida sino de relación por parte de estas personas con nuestra sociedad actual. Polonia es un país con una religión mayoritaria. El desafío, que es sobre todo educativo, está en cómo establecer una relación con este tipo de culturas. Es una tarea pendiente.

A raíz de lo que comenta, de un país tan cohesionado en torno a un mismo credo, ¿de qué manera el que haya fallecidos, heridos o devoluciones en caliente, confronta la fe de los guardias, soldados y policías en la frontera entre lo que creen y lo que deben hacer?

Son los capellanes militares los que están atendiendo a las fuerzas armadas y del orden. Son los que les ayudan a enfrentar estas situaciones. Aparentemente, los militares tienen prohibido hablar de lo que ocurre en la frontera, pero tenemos conciencia de que es algo que les afecta.

¿Desde la Conferencia Episcopal polaca se ha hecho o ha recibido un llamamiento de otras religiones para tener un discurso común respecto a la importancia de respetar a los migrantes?

–Ha habido varios encuentros entre judíos, cristianos y musulmanes, y tenemos preparado un llamamiento conjunto pero que todavía no se ha hecho público.

¿Qué le parece que en un estado miembro de la Unión Europea los periodistas no puedan informar de lo que está ocurriendo en la frontera?

Es un problema, sí. Pero no hay nada que se pueda hacer porque hay un decreto del Gobierno que lo imposibilita. Por ahora no se puede hacer nada. 

Krzysztof Zadarko, presidente de la comisión episcopal de Migraciones en PoloniaR.M.