Entrevista al nuevo obispo de Solsona
Francisco Conesa: «El reto es estar con quienes han vivido el trauma de ver a su obispo dejar el sacerdocio»
Con motivo de la visita del segundo grupo de obispos al Papa Francisco tenemos ocasión de conversar con el nuevo obispo de Solsona, una de las diócesis más controvertidas de nuestro país
El pasado 3 de enero se anunció el nombramiento de Francisco Conesa como nuevo obispo de Solsona. Una diócesis sacudida por la renuncia y el posterior matrimonio civil del anterior obispo, monseñor Novell. Antes de tomar posesión de su nueva sede, Conesa ha estado unos días en Roma, por la visita ad limina de los prelados españoles, donde ha hablado con El Debate. Para empezar cree que no se debe dirigir «el dedo acusador» contra su predecesor, al que hay que comprender y acoger, como a todos. A partir de ahí asegura que llega con el objetivo de estar muy cerca de los fieles para animar su fe en Jesucristo «y no en las personas». La nueva evangelización, a su juicio, pasa por dar más peso a los laicos en la vida de la Iglesia.
– Venir a Roma por unos días tras ser nombrado obispo de Solsona permite asumir con más perspectiva este nuevo encargo. ¿No?
–Sí. Estos días han sido muy bonitos. Días de vivir la comunión con toda la Iglesia y también el empeño en la misión. Pero a la vez coincide que he hecho la visita pastoral con los obispos de Cataluña, por tanto, he podido contactar con ellos y hablar sobre mi nueva diócesis. También he tenido oportunidad de hablar con el vicario general de Solsona, que también está por aquí. Así que estas jornadas me han permitido conocer mejor la realidad de esa Iglesia.
–Antes de llegar a Solsona, usted es obispo desde 2016. ¿Qué es lo más difícil de ese puesto?
– Lo más difícil es tener que corregir. Es decir, tener que llamar la atención a las personas, los sacerdotes u otros fieles. Tienes que actuar como padre, pero también como padre hay que corregir. Hace falta energía para hacerlo. Y para mí eso es lo más difícil. Sin duda.
Nombramiento episcopal
Francisco Simón Conesa, hasta ahora obispo de Menorca, llega a Solsona para suceder a Novell
–¿La gestión burocrática no le preocupa?
–No. La parte de gestión no me asusta mucho, porque yo fui durante 16 años vicario general de una diócesis grande como Orihuela-Alicante, de más de 1,6 millones de habitantes. La gestión no es lo que más me guste, pero no me preocupa.
–Después de cinco años en Menorca, ¿Siente que se deja tareas por hacer?
–Yo he disfrutado los cinco años que he estado en Menorca. He estado muy a gusto. Llegué con miedo, porque al principio no sabes a dónde vas, no conoces aquella Iglesia, a su gente… Pero han sido años que he disfrutado. He vivido muy a gusto mi fe, junto a los menorquines. Eso sí, quedan muchísimas cosas por hacer. El nombramiento para Solsona ha sido una sorpresa, cuando estaba haciendo un camino, te dicen que debes poner rumbo a otro sitio… Eso deja cosas pendientes, desde el punto de vista pastoral y de proyectos, en los que tenía mucha ilusión. Pero entiendo que la Iglesia me necesita en otro sitio.
–En ese nuevo puesto, en Solsona. ¿Le preocupa la falta de credibilidad de la Iglesia?
–Creo que toda la Iglesia en Europa tiene un problema de pérdida de fe, de secularización de la sociedad. Eso es un problema número uno. Ahora en esta visita ad limina en todas las Congregaciones con las que hemos hablado, con todos los prefectos, ha salido el tema. Porque está en nuestros informes que decrecen las vocaciones, las personas que practican, la asistencia a las Misas… Eso es algo que se da en Solsona y en toda Europa. A partir de ahí, en Solsona el reto es estar al lado de los cristianos de ahí, que han sufrido el trauma de ver cómo su obispo abandona el sacerdocio de la manera que ha sucedido. Pienso que hay que estar muy al lado de ellos para animar su fe, ya que lo importante es la fe en Jesucristo y no las personas que estamos ahí.
–¿Cuál cree que es el antídoto contra la descristianización actual?
–No hay recetas preconcebidas. Es difícil. Creo que un camino es el que el Papa ha abierto con la Sinodalidad. Aprender a caminar juntos como Iglesia. Mirar la Iglesia de otra manera, dando más participación al laicado en la vida de la Iglesia. Implicando al laicado, porque sin el laicado es imposible realizar esta evangelización. Hay que volver a presentar el Evangelio como algo nuevo y volver a enamorar a España del Evangelio.
–Bajando al terreno práctico, ¿Hay alguna iniciativa concreta que haya funcionado y que se pueda exportar?
– No. Creo que es un camino que hay que hacer. El Papa habla de procesos. Hay que hacer un camino con la gente y no vale ir con ideas sobre lo que funciona. Hay experiencias, hay ideas, pero iremos viendo.
– ¿Piensa hablar con el anterior obispo, con Xavier Novell?
–Sí. Me interesa hablar con él. Le llamaré cuando esté allí. Está claro que él puede tener una visión de la diócesis que es importante para hacerme una idea general.
– ¿Sabe si Novell está abierto a comunicarse con usted?
–Creo que sí, que no tiene inconveniente.
–¿Hasta qué punto esa experiencia nos ayuda a recordar la fragilidad humana?
–En primer lugar, es importante no dirigir el dedo acusador contra Xavier, el anterior obispo. Hay que comprender las situaciones, a las personas, su libertad y su fragilidad, lo vulnerables que somos todas las personas. Eso no significa aprobar su conducta o pensar que lo ha hecho bien. Simplemente, debemos acercarnos a todos con un corazón compasivo y misericordioso. Pero en cualquier caso esto nos hace más conscientes de nuestra debilidad. Saber que la Iglesia está formada por hombres y mujeres de carne y hueso, que podemos fallar y que fallamos de hecho al Evangelio y que somos infieles, muchas veces, a lo que creemos por nuestra fe. Esto no es justificar, sino reconocer que la Iglesia no la forman ángeles, sino seres humanos de carne y hueso.
Es importante no dirigir el dedo acusador contra Novell
–Dentro de la diócesis de Solsona, tras un trauma así, ¿Hay también elementos de esperanza?
– Yo, de lo que he hablado hasta la fecha, me quedo con el hecho de que hay seis seminaristas mayores en Solsona, lo cual es una esperanza para aquella Iglesia. Es algo que me da alegría de cara al futuro.
–La crisis de las familias es también un desafío importante en este momento. ¿No?
–Precisamente ayer estuvimos en el Dicasterio para la Familia y hablamos de este tema. Es la pieza clave en la construcción de la Iglesia y la sociedad. Destruir la familia no solo es destruir la Iglesia, sino también la sociedad. En este sentido, la apuesta tiene que ser muy fuerte.
–Hemos visto mucha agresividad esta semana a cuenta de las palabras del Papa sobre que mucha gente prefiere tener mascotas a tener hijos…
– Hay un aprecio por los animales y eso es muy humano. Lo que dice el Papa es cuáles son las prioridades, ¿Dónde está lo primero? Y ahí está claro que debe ser la vida humana, con todo el respeto para los animales después.