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Entrevista a la secretaria general de Cáritas Española

Natalia Peiro: «Los datos demuestran que en España está penalizado el hecho de tener hijos»

Abordamos con la segunda máxima referencia de la institución católica algunas de las cifras más preocupantes del informe Foessa sobre las consecuencias de la pandemia para los más pobres

La semana pasada Cáritas publicaba la primera radiografía socio-económica de la pandemia. Los datos, como ya se vaticinaba en octubre, cuando presentaron el último informe Foessa de 2021, auguraban que la crisis provocada por la COVID-19 iba a ser peor en términos de desigualdad que la de 2008. 

España, con 11 millones de personas en riesgo de exclusión, con la precariedad laboral que ha traído consigo la pandemia y que alcanza a casi dos millones de hogares, el aumento de la brecha digital –apodada por la institución católica como «el nuevo analfabetismo del siglo XXI»– y la complicada situación que atraviesan los hogares monoparentales y las familias de inmigrantes, está lejos de las consignas políticas que todavía apelan al Estado de Bienestar. 

Para desgranar las cifras y datos que van asociados a la pandemia y conocer de primera mano el trabajo asistencial durante estos dos últimos años por parte de la Iglesia, conversamos con Natalia Peiro, secretaria general de Cáritas Española y vicepresidenta de Cáritas Europa. 

Natalia PeiroPaula Argüelles

¿Qué valoración hace de los datos que arroja el último informe Foessa, donde se alerta de las consecuencias que ha traído consigo para los españoles la pandemia?

–Hemos podido ver que, como sociedad, seguimos transitando en ese camino de la desigualdad. Si seguimos por este rumbo crisis tras crisis será muy complicado revertir las consecuencias que está trayendo consigo la pandemia para las personas que peor lo están pasando.

¿Podemos seguir hablando de Estado de Bienestar cuando 11 millones de personas, 2,5 millones más que hace tan solo tres años, están en el umbral de la pobreza?

–No. Cada vez estamos más lejos de ese contrato social que muchos vivíamos con orgullo. Hoy en día, en términos de sanidad universal, pensiones o educación, hay situaciones que no se están cubriendo para la totalidad de las personas. Lo vemos con los jóvenes. Hay niños que están padeciendo una brecha clarísima respecto a generaciones anteriores. En cualquier caso, creo que con la pandemia los españoles hemos valorado la capacidad de nuestro sistema de haber intentado atender al mayor número de personas, pero también hemos visto que al colapsar la sanidad se han resuelto los riesgos de manera mercantil. Muchísimas personas han tenido que hacerse seguros de salud privados, han perdido la confianza… Es ahora cuando nos vamos dando cuenta de que muchas de las realidades que antes teníamos garantizadas van recayendo sobre nuestros hombros, sobre nuestro propio esfuerzo. Esto, necesariamente, deja a mucha gente fuera.

¿Creen desde Cáritas que hay que dinamizar más políticas orientadas a la familia cuando hay casi dos millones de hogares que sufren la precariedad laboral?

–Definitivamente. Se ha visto en estas dos últimas crisis. Han sido las familias quienes han estado ahí en todo momento a la hora de solucionar los problemas, a la hora de acoger a los hijos de nuevo en su casa, ayudando con las pensiones a familiares que no pueden salir adelante y prestando cualquier tipo de apoyo dentro de las redes familiares. Y esto mismo, en el lado negativo, lo vemos con los inmigrantes, que, al carecer de esos núcleos familiares, han sido los más golpeados. Por otro lado, las estadísticas demuestran que ahora mismo, en España, se está penalizando el hecho de tener hijos. Tienes más posibilidades de ser pobre y más posibilidades de generar personas que en el futuro van a tener más dificultades. Por tanto, consideramos crucial hacer políticas más universales que hagan que el peso del futuro de nuestros hijos, de sus oportunidades, no recaiga exclusivamente sobre las familias, sino que sea una tarea de todos y, sobre todo, que ayude a proteger a los menores. 

En los últimos cinco años la inestabilidad laboral ha ido creciendo hasta situarse por encima de los cinco puntos y medio. La precariedad del empleo, las dificultades que ha llevado consigo la pandemia para buena parte del sector servicios... ¿Qué medidas esperan que lleve a cabo el Gobierno?

–Cuando publicamos La transmisión intergeneracional de la pobreza señalábamos la necesidad de aplicar una política fiscal que permitiera aliviar la falta de ingresos en las familias para que los niños no fuesen los que tuvieran que pagar la pobreza. Se ha hecho muy evidente que hay un círculo vicioso donde las personas que tienen hijos heredan su situación de vulnerabilidad. Aunque es posible que en los próximos años cambie, que la formación deje de ser un escudo ante la miseria, sigue siendo determinante el nivel de estudios para el futuro. Hemos ido delegando, una vez más, a las familias el que asuman los apoyos extraescolares, la formación en idiomas, y eso, en un mercado cada vez más competitivo, supone que las familias con menos recursos no puedan salir del estado en el que están. No es tanto un cheque puntual o una ayuda concreta sino una política que beneficie y relaje el estrés económico a las familias con hijos. 

–¿Por qué no está llegando el Ingreso Mínimo Vital a quiénes más lo necesitan? En el informe del pasado mes de octubre ustedes indicaban que solamente el 18,6 % de los solicitantes en situación de pobreza severa lo está cobrando o lo tiene concedido...

–Nosotros hemos considerado unos datos que el Ministerio no ha tenido en cuenta, que es de los inmigrantes en situación irregular. Para el Gobierno estas personas no están contabilizadas como destinatarios del IMV. Con situación irregular no hablamos solamente del pequeñísimo porcentaje de personas que han llegado en una patera sino de todas aquellas personas a las que se les ha acabado el permiso de trabajo porque no encuentran un puesto como consecuencia de la crisis y que, por tanto, no pueden renovar sus papeles. También en este grupo están quienes tienen trabajos esporádicos o que no cuentan con un hogar. Ninguno de ellos puede acceder al IMV. Cáritas ya atiende cada año a 400.000 personas que sufren esta situación. Son personas que quieren trabajar, que se esfuerzan cada día por conseguir un contrato, para arraigarse en nuestro país. Tampoco se tiene en cuenta para esta prestación cuando dos familias viviendo bajo un mismo techo como estrategia para subsistir ahorrando costes. A estas realidades hay que sumarle las complicaciones burocráticas y las dificultades para poder ser beneficiario del IMV por parte de aquellos usuarios que sí podrían solicitarlo. Hay muchísimas trabas. De todos modos, poco a poco estas cuestiones están cambiando. Ahora las entidades sociales pueden participar de alguna forma en la mediación, apoyando a los usuarios que lo requieran para que puedan conseguir el IMV. Hay un esfuerzo por parte de las administraciones públicas para que así sea y, por nuestra parte, seguiremos peleando para que llegue cada vez a más gente.

Lo más importante sería que los sacerdotes, que las parroquias, sitúen la acción caritativa donde tiene que estar: a la misma altura que la liturgia, que los sacramentos y que la Palabra

Cáritas es una de las instituciones más valoradas por los españoles. Prácticamente en el lado opuesto en el que se encuentra la Iglesia desde un punto de vista mediático y de aceptación social. Ante el empeño de desvincular a una de otra, ¿cuál es el rol que deben tener ustedes para apoyar y hacer ver con mayor claridad que Cáritas y su labor asistencial es también Iglesia?

–Muchas personas apoyan a Cáritas y no son practicantes. Nuestra tarea es seguir haciendo valor que Cáritas es lo que es. Este año cumplimos 75 años gracias a ser una organización de la Iglesia. Nuestros voluntarios, nuestros valores, nuestro origen, nuestro pasado. Nuestro presente es la Iglesia y queremos que nuestro futuro sea la Iglesia. Para ello tenemos que coordinarnos más, ponernos en red entre las diferentes parroquias, colegios, universidades y movimientos católicos, y unirnos, seamos pocos o muchos, porque tenemos que seguir acompañando a las personas, a la sociedad, sean católicos o no. En muchos salones parroquiales se realizan cursos para nuestros voluntarios, se acogen a personas sin hogar, se visita a personas vulnerables por parte de los sacerdotes, que además son en muchas, muchas ocasiones, ese aliento que se necesita. Para mí lo más importante sería que todos los sacerdotes, que todas las parroquias, sitúen la acción caritativa en donde tiene que estar: a la misma altura que la liturgia, que los sacramentos y que la Palabra. Y creo que en los sitios donde pasa eso y los sacerdotes se empeñan en que eso ocurra, hacen un bien a Cáritas y a las personas atendidas por Cáritas. Estoy segura de que una persona que acude a una parroquia y que necesita ayuda, si el párroco tiene disposición de fondos, nunca se va a quedar sin ser atendida porque el cura es uno más de la comunidad. Esto es así y así tiene que ser. Desde la Iglesia siempre porque somos Iglesia.

La secretaria general de Cáritas Española repasa los estragos de la pandemiaPaula Argüelles

En el informe de Foessa hacen referencia a cómo la pandemia ha aumentado la «brecha de género: la exclusión social ha crecido más del doble en los hogares cuya sustentadora principal es una mujer». Dos preguntas. En primer lugar, ¿qué se está haciendo con este tipo de acompañamiento? Y, en segundo lugar, ¿hasta qué punto Cáritas ha asumido también el lenguaje «inclusivo» al hablar en términos cómo «brecha de género»?

–Nos entristece mucho que sean precisamente personas de fe, de la Iglesia, que crean que estamos yendo adelante con una agenda o con unos términos ideológicos que no tienen nada que ver con lo que nosotros promulgamos y potenciamos siempre desde la realidad de las personas más vulnerables. Nosotros queremos llegar a todo el mundo y no podemos ignorar los términos que hoy en día se utilizan. Creo que no se nos escapa a nadie que el peso de los cuidados en esta crisis ha sido mucho mayor en las mujeres. Con los datos en la mano, vemos que los sectores con mayor presencia femenina son también los sectores más precarios. Hablamos en España de la hostelería, de las empleadas de hogar, del personal que trabaja en las residencias, que han sido trabajos esenciales, pero que están muy mal pagados teniendo en cuenta lo expuestas que han estado a la enfermedad o con la precariedad que han sufrido al disponer de contratos temporales en algunos casos.

Desde Cáritas no queremos hablar en términos ideológicos sobre la brecha de género sino desde el ámbito sociológico 

Por otro lado, la maternidad hace que tengamos que optar en muchos momentos por poder cuidar a nuestros hijos o tener que pedir reducciones de jornada o interrumpir nuestras carreras profesionales. Eso hace que también nuestras pensiones de las mujeres, al final, sean menores. En definitiva: el camino profesional de las mujeres, estadísticamente, es más complicado. Y aunque vamos  mejorando como sociedad y es cuestión de tiempo el que vaya cambiando, no por eso hay que hay que dejar de decirlo. Repito: desde Cáritas no queremos hablar de una cuestión ideológica sino sociológica sobre lo que pasa aquí y en otros lugares del mundo. Hay que apostar por las familias, por una sociedad que cuide y que se responsabilice con las mujeres para que no tengan que elegir entre una vía u otra.

 Hace unas semanas ustedes publicaban cómo en Venezuela «persisten las razones para huir del régimen de Maduro». ¿Cuál es la propuesta formal que hacen para resolver esta realidad anquilosada?

–Es un asunto complejísimo. Las personas que dirigen y trabajan para Cáritas Venezuela sufren amenazas y están expuestas. Sin ir más lejos, la directora de la institución en este país tiene a sus hijos fuera para poder salvaguardar la integridad de su familia. Desde España, Cáritas Internationalis y la Conferencia Episcopal Venezolana estamos trabajando por la construcción de la paz y el diálogo en el país. Es un trabajo muy duro. Nuestros compañeros de allí están agotados porque ya son muchos años de esfuerzo intentando entender a un gobierno que ha vendido todo al mejor postor, que trata mucho mejor a los dirigentes de otros países que a su propia población. Es un conflicto muy difícil de abordar. Pero ahí están. Cáritas Venezuela sigue trabajando en términos humanitarios y de incidencia.

– En calidad de vicepresidenta de Cáritas Europea, ¿sabe si se va a ofrecer algún tipo de apoyo a sus socios en Ucrania?

–Estuve en Ucrania en el mes de septiembre. Tienen una labor muy complicada en un contexto de peligro permanente, de control exhaustivo por parte de Rusia en los lugares fronterizos donde tratamos de hacer llegar la ayuda humanitaria. Estamos apoyándoles porque desde Cáritas lo que se quiere hacer visible a la comunidad internacional es que más allá de los agentes implicados, no nos podemos olvidar de las personas, que ya llevan muchos años de ocupación y de sufrimiento en una guerra silenciada en Occidente hasta que han aparecido otros intereses encima de la mesa. De momento nos piden que no perdamos de vista la situación de la población civil que vive ahí donde se están desplegando fuerzas militares.