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El aumento de las colas del hambre hace palpable que los estragos de la pandemia han llegado a todas las capas sociales

El aumento de las colas del hambre hace palpable que los estragos de la pandemia han llegado a todas las capas socialesRicardo Morales

Cáritas revela que 600.000 familias españolas viven en la miseria

El informe de Foessa marca cómo la precariedad laboral durante la pandemia alcanza a casi dos millones de hogares. Un tercio de los núcleos familiares tiene a todos los miembros en paro y sin recursos periódicos

La pobreza se afianza en España y la pandemia es una de sus principales causas. La crisis de 2008 queda superada con creces en lo que se refiere a la distancia económica entre los que más renta tienen y los que menos,  aumentando la desigualdad en más de un 25 %. Esta es una de las cifras que arroja el estudio «Evolución de la cohesión social y consecuencias de la Covid-19 en España»,  elaborado por Cáritas y la Fundación Foessa (Fomento de Estudios Sociales y de la Sociología Aplicada) en la que es la primera radiografía social completa de la crisis provocada por la COVID-19. 

El informe, presentado por Natalia Peiro, secretaria general de Cáritas Española, y Raúl Flores, coordinador del Equipo de Estudios de Cáritas y secretario técnico de FOESSA, alerta de que la cohesión social en nuestro país ha sufrido un «shock» sin precedentes como consecuencia de la tensión que ha sufrido la actividad económica y el empleo a causa de la irrupción de la pandemia.

Según la investigación realizada –llevada a cabo por un equipo de más de 30 investigadores procedentes de más de diez universidades y entidades de investigación social—, la precariedad laboral durante la crisis sanitaria se ha duplicado y alcanza a casi dos millones de hogares que dependen económicamente de una persona en el sustento principal, la cual sufre una inestabilidad laboral grave. Esto significa que en el último año ha tenido tres o más meses de desempleo, tres o más contratos diferentes, y en tres o más empresas distintas.

Una mujer arrastra un carro con metales recogidos en los contenedores en Valencia

Una mujer arrastra un carro con metales recogidos en los contenedores en ValenciaEFE

Dos millones de familias en paro

«Se ha producido –señala Raúl Flores– un empeoramiento de las condiciones de trabajo que genera más trabajadores pobres y trabajadores más pobres y menos realizados personal y socialmente». A lo largo de 700 páginas, el informe Foessa confirma, además, que «lo que empobrece a muchos trabajadores no solo es un salario insuficiente, sino muchas veces trabajar una jornada de tres horas cuando podrían y desearían trabajar una jornada completa, o la temporalidad y estacionalidad de los contratos».

Durante la crisis, la situación de que el sustentador principal del hogar sea un parado de larga duración ha alcanzado a 800 mil familias y el desempleo total familiar, casi se ha duplicado, es decir hay casi dos millones de núcleos familiares donde todas las personas activas están en paro. El aumento de la protección social no ha logrado compensar esta situación y un tercio de estos hogares  –600.000 familias– carecen de algún tipo de ingreso periódico, predecible, que permita una cierta estabilidad y capacidad de generar proyectos vitales.

La diferencia entre la población con más y menos ingresos ha aumentado más de un 25 %, cifra superior al incremento
registrado durante la crisis de 2008

Teniendo en cuenta de que la principal fuente de ingresos de los hogares españoles son las rentas del trabajo, la crisis sanitaria no ha hecho más que agudizar aún más la desigualdad. El informe, elaborado a partir de una encuesta a más de 7.000 hogares, revela que la diferencia entre la población con más y menos ingresos ha aumentado más de un 25 por ciento, cifra superior al incremento que tuvo durante la crisis de 2008.

Para la secretaria general de Cáritas, Natalia Peiro, «uno de los aspectos diferenciales de esta crisis es la profunda brecha de desigualdad en nuestra sociedad, donde los grandes damnificados por la COVID-19 son precisamente las personas y familias más frágiles y desfavorecidas, a quienes no ha llegado las respuestas públicas del denominado escudo social».

Los más pobres, desconectados del siglo

La pandemia, señalas desde Cáritas y Foessa, ha destapado un nuevo factor de exclusión social: la desconexión digital, el nuevo analfabetismo del siglo XXI.

La investigación coordinada por los catedráticos Luis Ayala Cañón, Miguel Laparra Navarro y Gregorio Rodríguez Cabrero, revela que casi la mitad de los hogares en exclusión social sufren el apagón digital, lo que significa que 1,8 millones de hogares viven la brecha digital de manera cotidiana, algo que afecta especialmente a los hogares conformados solo por personas de 65 y más años y a personas que viven solas.

Este apagón digital supone dificultades serias para más de 800.000 familias (4,5 % de los hogares) que han perdido oportunidades de mejorar su situación debido a cuestiones digitales/ falta de conexión, de dispositivos informáticos o de habilidades digitales.

Las familias monomarentales son las que peor lo tienen para salir de la crisis

Las familias monomarentales son las que peor lo tienen para salir de la crisisCáritas

Crecen las familias monomarentales

La pandemia además ha aumentado la situación de precariedad de muchas mujeres. Esta crisis, en 2020, ha tenido más impacto en sectores con mayor presencia femenina, como el comercio o la hostelería, lo que ha implicado un retroceso para muchas mujeres en términos de integración social, señalan desde Cáritas y Foessa. Por otro lado, la tendencia general de los hogares monomarentales es que se ha pasado de una situación de precariedad a la exclusión, pasando del 18 % en 2018 al 26 % en 2021, un incremento que multiplica por 2,5 el registrado durante el mismo periodo en el caso de los hombres, que pasaron del 15 % al 18 %.

«Por un lado, estas diferencias de género han permanecido ausentes de debates tanto políticos, como mediáticos –apunta Raúl Flores– y, por otro, al margen de los cambios en la coyuntura económica y social, la desventaja acumulada por razón de género permanece, algo que remite a cuestiones de tipo estructural y que es importante tener en cuenta de cara a diseñar políticas públicas eficaces».

Las personas sin hogar han firmado un manifiesto pidiendo a las instituciones medidas urgentes

Las personas sin hogar han firmado un manifiesto pidiendo a las instituciones medidas urgentesEFE

La exclusión de ser joven

Ser joven es otro de los factores de exclusión que ha sacado a la luz la crisis sanitaria que ha traído consigo la pandemia. Según los resultados que arroja el informe Foessa, en España hay 2,7 millones de jóvenes entre 16 y 34 años afectados por procesos de exclusión social intensa y multidimensional que les impide realizar proyectos vitales sólidos. 

En 2021 se sumaron más de 650.000 nuevas personas jóvenes (16-34) a esta situación de exclusión, la mayoría con un cuadro severo. Son 500.000 jóvenes más respecto a 2018, lo suma un total de 1,4 millones en este rango de edad con pocas posibilidades de hacer un tránsito a la vida adulta.

A nivel generacional, la tasa de exclusión de la población menor de 30 años es de tres veces superior a la de la población mayor de 65 años y la tasa de exclusión severa se llega a multiplicar por cinco entre ambas generaciones.

«Hay un grupo de jóvenes –subraya Flores– que ha experimentado ya dos crisis muy importantes justo en una fase esencial de sus proyectos vitales en los que se plantea la transición al empleo, a la vida adulta, la emancipación o la construcción de nuevos hogares: a los que tenían 18 años en 2008 les ha alcanzado la crisis de 2020 con 30 años».

Medio centenar de inmigrantes ilegales en un edificio en el barrio de San Pío X de Murcia

Medio centenar de inmigrantes ilegales en un edificio en el barrio de San Pío X de MurciaEFE/Marcial Guillén

Los inmigrantes, los más afectados

Si el factor etario es algo más novedoso, la nacionalidad de origen sigue una tendencia ya habitual y, por desgracia, persistente. El 50,3 % de los hogares con extranjeros están en riesgo social desde el año pasado, lo que supone que es casi tres veces mayor que en los hogares españoles.

No obstante, resulta todavía más determinante la incidencia de la etnia en la intensificación de la exclusión social, en 2021, señalan desde la institución católica. 

La población inmigrante además ha sufrido una tasa de incidencia de la COVID-19 casi tres puntos porcentuales mayor que entre la población de origen español. Las razones, señalan desde Cáritas, son claras: unas peores condiciones de vida, con viviendas peor ventiladas, peor acondicionas y con una mayor tendencia al hacinamiento. Del mismo modo, el contar con menores recursos para adoptar medidas preventivas y una mayor exposición por sus empleos es el factor determinante de esta cifra.

«Este informe enfatiza –señalaba Peiro durante la presentación del mismo– cómo la estructura social y económica, más allá de la pandemia, lleva décadas generando, sosteniendo y naturalizando el sufrimiento de situaciones de pobreza y exclusión social que son una realidad cotidiana para millones de personas y familias. Una estructura que genera desigualdad, donde quien se ha quedado fuera tiene casi imposible volver a entrar».

Una familia durante el confinamiento cuentan las dificultades para salir adelante

Una familia durante el confinamiento cuentan las dificultades para salir adelanteEFE

Estrategias familiares para sobrevivir

Durante la pandemia, dicen desde Cáritas, las familias han tenido que desplegar distintas estrategias para no verse arrastradas. La estrategia de reducción de gastos habituales en alimentación, ropa y calzado alcanza a prácticamente a un tercio de las familias en España.

Del mismo modo, de tres de cada diez familias (34 %) considera que la pandemia ha tenido bastante o mucho impacto en el deterioro de sus relaciones sociales. El aislamiento, el distanciamiento social y la aversión al riesgo de contagiarse, expresadas como principales formas de autocuidado, han influido en la contención de los apoyos informales entre los hogares.

Entre 2018 y 2021 ha disminuido el porcentaje de personas que han ayudado o ayudan a otras personas y, en menor medida, también el de personas que han tenido o tienen alguna persona que pueda ayudarle. Este debilitamiento de los vínculos externos al hogar sigue siendo más acusado en hogares monomarentales.

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