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El rol de la mujer en la Iglesia ha cambiado de forma lenta pero imparable en los últimos pontificadosLu Tolstova

Teología femenina para reaccionarios y descreídos

En el Día Internacional de la Mujer, entre la cacharrería que rodea esta jornada, las Sagradas Escrituras recogen el eco vivo de las grandes mujeres que conforman el relato de la Salvación del hombre

Entre barreños, en edificios acristalados, con una tableta y un lápiz digital en la mano diseñando edificios, creando mundos. Suturando heridas en el frente, amamantando debajo de una techumbre de amianto o bajo lámparas de cristal de 40.000 euros la pieza. Educando, enseñando, corrigiendo, amando. Poniendo nombres a las cosas, administrando los bienes de los que tienen mucho y de los que tienen poco. En el silencio de la maquinaria burocrática o en la cúspide de la excelencia y de la vanidad. De rodillas en la clausura de La Encarnación o bailando en torno al altar en la Misa del Camino los sábados. Con unas litronas bajo el brazo, encerradas en un prostíbulo o mandando ánimos por Instagram con la bandera que corresponda de fondo. En la violencia, en la salud, en la adversidad y la alegría. En la reivindicación del género neutro como fogata campal en la deriva de la especie humana, hay voces que todavía resuenan entre la barbarie y la belleza. Son ellas.

En el Día Internacional de la Mujer, Cáritas ha vuelto a señalar que la realidad muele a las mujeres con más ahínco ante cada situación desfavorable. Ahora toca hablar de las miles de familias monomarentales que huyen de Ucrania, pero el ostracismo que sufren sigue siendo el mismo en el Sahel, Yemen o Carabanchel.

La institución de la Iglesia católica acompaña dentro y fuera de nuestro país a más de 80.000 mujeres en situación de vulnerabilidad y exclusión social a través de su amplia red de programas de apoyo y escucha. Según las últimas cifras, Cáritas acompañó en toda España a un total de 9.560 mujeres a través de diferentes programas de acompañamiento especializado. En lo que se refiere específicamente a mujeres víctimas de violencia, la Iglesia desarrolla actualmente 28 proyectos de acompañamiento a través de los cuales se atiende a 4.115 mujeres, según los datos de 2020. De estas, 3.402 se encuentran en contextos de prostitución, en su mayoría víctimas de explotación sexual o de trata. Dentro del programa de empleo, en 2020, Cáritas acompañó a 39.381 mujeres, lo que supone el 65.6% de las personas en este ámbito de actuación. Son ellas.

Una madre con su hijo, recién llegados a uno de los puestos fronterizos en PoloniaC.P.

Arameas errantes y discípulas de Jesús

La colección Mujeres bíblicas, nacida a finales de 2020 por iniciativa de la Asociación de Teólogas Españolas (ATE) y la editorial San Pablo, dispone de ocho títulos dedicados a las mujeres del Antiguo y Nuevo Testamento, anónimas o conocidas, que tienen una relevancia en la historia de la Salvación, pese a que a veces los estudios bíblicos han tenido poco en cuenta los textos en los que estas mujeres aparecen.

Historias como Noemí (Una vida en proceso), obra de Dolores Aleixandre, recoge el testigo de Noemí y Rut, dos mujeres libres, sabias y valientes que, a pesar de sus diferencias de edad, religión, cultura y procedencia, viven juntas una historia de complicidad y de apoyo mutuo. Juntas viven un tránsito de la carencia, la esterilidad y la muerte, a la fecundidad y la vida.

Las discípulas de Jesús, por Isabel Gómez-Acebo, es un ejemplo de aquellas mujeres que siguieron a Dios desde Galilea. El propósito de este libro, señalan desde San Pablo, «es descubrir, en medio de los silencios, como realizaron el discipulado siguiendo los pasos marcados por el Maestro».

Otro de los títulos reseñables, Agar en ti, de Pilar Yuste Cabello cuenta la historia de Agar, quien fuera muteada por la patrística durante siglos «pese a que protagoniza dos de las más hermosas teofanías bíblicas». En el desierto de su dolor y su huida, Dios sella con ella una Alianza. Pasa de ser esclava maltratada, y desposeída de su propio hijo hasta casi la muerte, a convertirse en matriarca del que ha llegado a ser uno de los pueblos y religiones más importantes de la historia.

Una mujer afgana junto a su hija hila lana en el distrito de Injil de la provincia de HeratAFP

Feminismo teológico

«Este es un libro que habla sobre Dios. Habla de Dios desde lo pequeño, lo invisible y lo descartable. Este es un libro para todos, mujeres y hombres, pues se trata de una propuesta teológica centrada en la dimensión de acogida y de encuentro que posee el Misterio de la Encarnación de Dios».

Estas son las primeras frases de las primeras páginas de la Teología feminista para principiantes, escrita por Silvia Martínez Cano. Sin prejuicios, con cierta osadía, y con algún que otro peaje del mundo de hoy en materia lingüística, Martínez Cano se mete sin tapujos en el feminismo y el cristianismo, en cuestiones como que el género y el sexo no son lo mismo y sobre lo que hay más allá del 8-M.

«Sólo el 1% de las propiedades que existen en el planeta pertenece a las mujeres. Sin embargo, ellas son el motor de la economía familiar y local: venden en los mercados, hacen trabajos extra para el mantenimiento de las familias, distribuyen el dinero adecuadamente y lo invierten en pequeños negocios de subsistencia. Pero ni las propiedades ni las pequeñas riquezas que consiguen para la familia están a su nombre. Y cuando se producen terribles acontecimientos como los desastres naturales, cuando se destruyen las viviendo, se pierden los ahorros, desaparece el sustento de cada día... ellas lo pierden todo, son las más directamente afectadas. Se quedan sin nada».

Este párrafo, extraído de la primera parte del libro editado en San Pablo, sintetiza una realidad que nos puede resultar del todo ajena en Occidente, pero que es el pan de cada día al que tienen que hacer frente millones de mujeres en otras partes del globo. «La desprotección a las mujeres, en situaciones de cambio en la vida familiar, como las rupturas, la violencia, la viudedad, la crianza de los hijos menores, el cuidado de personas mayores... son la causa de la pobreza y no solo la renta o la relación con el empleo». Esta afirmación sostenida por Martínez Cano tiene su sustento en algo que nos toca muy cerca en esta ocasión. El informe FOESSA constata el aumento de la brecha en nuestro país y un retroceso mayor para muchas mujeres en términos de integración social. «Mientras que la tendencia general en hogares encabezados por hombres ha sido el descenso de la integración plena a la precaria –apuntan desde Cáritas–, en hogares encabezados por mujeres ha prevalecido el descenso de la integración precaria a la exclusión».

Doctoras y madres

«El hecho de que las mujeres contribuyan en los diálogos eclesiales ya es un primer paso importante», señala la teóloga de la UPSA en su libro. «Las experiencias de mujeres creyentes que se adhieren a un feminismo eclesial aportan primeramente una mirada diferente sobre el mundo –el doméstico y el laboral– y también sobre las problemáticas eclesiales. Con ello amplían el horizonte de la Iglesia cuando responde a las necesidades de nuestro tiempo de forma más pragmática, más pastoral, más arraigada en la dignidad de la persona». Baste repasar lo que está aconteciendo en este Sínodo de los Obispos, con Nathalie Becquart al frente, o en tantísimos ámbitos de la estructura eclesiástica con nombramientos como el de Emilce Cuda, nueva secretaria de la Comisión Pontificia para América Latina, o el de Stefania Smerilli en el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral. Son ellas. Aunque todavía faltan muchos nombres por poner en la lista.

Al legado de las mujeres que revolucionaron la Iglesia, como la reivindicación que se hizo hace apenas unas semanas en Roma en el Congreso Internacional sobre Doctoras de la Iglesia, donde se rescataron figuras como Teresa de Lisieux, Hildegarda de Bingen, Teresa Benedectina de la Cruz, Brígida de Suecia, Catalina de Siena y la mística que revolucionó el Carmelo y fue pilar fundamental de la Contrarreforma, santa Teresa de Jesús, cabe tal día como hoy reivindicar a quienes ayudan en la maternidad de la Iglesia y de la vida; humanizando instituciones, paralizando el sinsentido. Sin aspavientos, sin zarandajas, sin odio.