Jesús Avezuela: «La Iglesia no puede vivir de espaldas al régimen democrático, sería estar fuera del siglo»
El Congreso Iglesia y sociedad democrática aunará durante los próximos días a personajes de la Iglesia, la política, la cultura, la economía, la universidad y la medicina para responder al reto de estar en el mundo
Durante los días 9 y 10 de marzo la Fundación Pablo VI celebrará la segunda edición del Congreso Iglesia y Sociedad Democrática, con el objetivo de continuar el trabajo iniciado en el año 2018, en el marco de los actos con motivo del 40 aniversario de la Constitución Española. El objetivo, una edición más, es poner en valor el papel de la Iglesia en la sociedad y su diálogo con la política, la economía, la sociedad civil, la ciencia y la cultura.
En colaboración con la Conferencia Episcopal Española, personajes de la talla del nuncio apostólico, Bernardito Auza; el cardenal Omella, Luis Argüello o Joseba Segura, obispo de Bilbao, dialogarán con Margarita Robles, José Luis Martínez-Almeida, Julián Quirós, Manuel Pizarro o Pepe Álvarez. También estarán el filósofo Diego Garrocho y la escritora Ana Iris Simón.
Aprovechando la ocasión, para desentrañar las cuestiones fundantes del Congreso, hablamos con Jesús Avezuela, director de la Fundación Pablo VI.
–Desde Rerum novarum de León XIII, la encíclica que sienta las bases de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), han pasado más de 130 años. ¿Cuál es su vigencia hoy en día?
–Es una encíclica determinante, para la Iglesia y los Estados, pues influyó en sus propios ordenamientos jurídicos. Cuestiones como los derechos laborales de los niños que estaban trabajando a una edad muy temprana, el desempeño de las mujeres embarazadas… Su eco ha perdurado no sólo en el pontificado del Papa Francisco, presente en Fratelli tutti, sino que hace 30 años san Juan Pablo II, en Centesimus annus, actualizó algo muy evidente: la Doctrina Social de la Iglesia va leyendo cada momento de la historia, aportando elemento esenciales en la hoja de ruta de los creyentes y de los nos creyentes, te diría. Está más vigente que nunca.
–¿Por qué un congreso como Iglesia y sociedad democrática?
–Es un congreso donde la Iglesia quiere dialogar con los problemas de la actualidad. No con sus conflictos históricos, sino con los problemas que hoy tiene la sociedad en la política, en la economía, en la educación, con la juventud, con la familia… Esto es lo que vamos a abordar durante las dos jornadas del Congreso. Por otro lado, como ya hiciéramos en 2018, en la primera edición, y después de no haberlo podido celebrar en 2020 por razones obvias, lo que queremos en este 2022 es una mirada hacia el futuro, estando en el presente, actualizando el mensaje del Evangelio para el mundo que viene.
–A Pablo VI le tocó vivir un periodo de una gran complejidad política, económica y social. Parece que vuelven a resurgir –o tal vez nunca se fueron– las pretensiones de imponer un nuevo criterio de comunidad y de persona. ¿Hay un paralelismo entre estos dos periodos?
–Pablo VI lidió con un momento de gran convulsión después de dos guerras mundiales, en un momento de consolidación de las democracias occidentales. Aquellas ideas que se estaban fraguando en la época de Montini (Pablo VI) acabarían triunfando definitivamente para todo el mundo. Ahora, 30 años después del polémico ensayo de Francis Fukuyama, donde consideraba que la historia, como lucha de ideologías, terminaba tras el fin de la Guerra Fría y el triunfo de la democracia liberal, estamos viendo que no era así. Lo tenemos en Ucrania, lo tenemos con el coronavirus, que nos ha puesto delante nuestra fragilidad y vulnerabilidad. Lo que está ocurriendo tras la invasión de Rusia, del Gobierno de Putin, es un golpe de Estado a la democracia occidental que nos devuelve otra vez a la tensión de los tiempos de Pablo VI.
–¿Están las generaciones actuales preparados para lidiar con la muerte después de tantos años tamizándola?
–La pandemia, ciertamente, nos ha puesto enfrente muchas cosas que han estado siempre, pero que no las veíamos porque estábamos distraídos con otras historias. La muerte sobrevenida nos ha enseñado, una vez más, la fragilidad del ser humano, la necesidad de estar interconectados, de que aquí como no nos ayudemos los unos a los otros, nos caemos todos. También ha puesto de manifiesto cómo nos debemos cuidar unos a otros. En cualquier caso, creo que debemos sacar lecturas positivas como el valor de los trabajos esenciales, de la mirada del otro, del apoyo y de esa interconexión que tanto merece la pena cuando se da más allá de Instagram. Dentro de la desgracia que ha significado y que está significando la pandemia para la humanidad en su conjunto, tenemos que saber desempolvar los valores y virtudes que nos constituyen.
Entrevista a la secretaria general de Cáritas Española
«Cada vez estamos más lejos de ese contrato social que muchos vivíamos con orgullo»
–Tal y como señalaba Natalia Peiró, secretaria general de Cáritas Española, ¿podemos seguir hablando de 'Estado de bienestar' con la que está cayendo? ¿Hay alguna alternativa económica, como la que proponían los distributistas, con base en la DSI, para las democracias actuales viendo a dónde nos ha llevado el consumismo exacerbado y la intervención y orientación de las políticas públicas?
–Frente al gran modelo opositor, el de las economías asiáticas, a las que ya debemos quitarle el calificativo de 'emergentes', frente a estos Estados intervencionistas, no debemos olvidar que lo que se fraguó en la Unión Europea, que está recogido en nuestros sistemas jurídicos y nuestros ordenamientos del Estado, como es el Estado social y democrático de derecho, el Estado de bienestar es la consecuencia de un equilibrio entre lo que es una economía liberal, sometida al bien común, y limitada por la utilidad pública. Este modelo ha probado ser exitoso, nos ha permitido, por lo menos en el entorno europeo, vivir en una situación cómoda. Ojalá lo podamos seguir haciendo sostenible, que ese es uno de los grandes retos que precisamente queremos pensar y debatir en el Congreso. A mi juicio, es un modelo firme y que todavía hoy es atractivo para nuestra sociedad.
–Durante el Congreso van a participar voces muy distintas. Desde sindicalistas a académicos, pasando por políticos y artistas. ¿Qué eco esperan recoger de este encuentro?
–En el momento en que estás dialogando con el otro, no sólo estás poniendo de manifiesto tus tesis, que ya creo que de por sí es un valor. Que el otro, que muy probablemente en otro contexto no te hubiese escuchado, te pueda escuchar es una oportunidad de trasladar el mensaje evangelizador, de trazar una bidireccionalidad que nos permita entender otras posturas y afirmar nuestros argumentos.
–La Iglesia ha convivido o subsistido, a lo largo de su historia milenaria, a diferentes regímenes políticos. ¿Qué tiene, en este caso, la institución con la democracia y cuál ha sido su influencia?
–En el congreso que tuvimos en 2018 se puso de manifiesto la relevancia del papel que jugó la Iglesia en la Transición Española, en la vuelta al régimen democrático. Yo creo que no podemos vivir en una Iglesia de espaldas a un sistema que, como señalaba con anterioridad, es un sistema político al que podemos calificar de exitoso. Hablar de una Iglesia fuera de un diálogo con la democracia nos llevaría a una Iglesia fuera de la sociedad actual, fuera del siglo XXI en el que nos encontramos. No vislumbro otra manera más que el entendimiento de la Iglesia con la sociedad democrática; reivindicando su espacio, defendiendo sus valores, haciendo lo posible para que se respete la libertad religiosa que, en términos jurídicos, se ha implantado en los sistemas democráticos.