María Calvo: «Nuestra sociedad ha desvirtuado al padre, lo convierte en una mamá bis»
La autora de Paternidad robada reflexiona sobre las consecuencias que tiene el rechazo a los valores masculinos y el borrado de la figura paterna
«Hoy tenemos hambre de padre», advierte María Calvo Charro (Madrid, 1967). La autora de Paternidad robada (Almuzara) o Regreso al futuro. La educación diferenciada en el siglo XXI (Iustel) lleva años dedicada a estudiar temas de familia, sexualidad y educación. En una entrevista para la serie El Efecto Avestruz de la Asociación Católica de Propagandistas con motivo del día de san José, la también doctora en Derecho Administrativo y profesora en la Universidad Carlos III alerta contra el borrado de la masculinidad y la paternidad.
–¿Hay que celebrar el Día del Padre?
–A fondo. Hay que celebrarlo a fondo y, sobre todo, en pareja. El padre tiene un papel fundamental dentro de la familia, pero tiene que ejercerlo en consonancia con la madre. La paternidad efectiva tiene que ser equilibrada y enriquecida con la madre; la alteridad sexual logrará transmitir ese equilibrio a la psicología de los hijos.
–Suena sencillo, pero ¿nuestra época ha tergiversado la paternidad?
En cierto modo. Hoy es muy común que al padre se le exija ser una mamá bis, que actúe de acuerdo con un modelo femenino maternal y se olvide de los atributos típicamente masculinos. El ejercicio de la autoridad, la imposición de límites, la valentía, la defensa del débil… parece que todo eso debe quedar aparcado en favor de la empatía, el afecto o la ternura.
–¿Eso es necesariamente malo?
No, ¡es muy bueno! Considero una enorme ganancia que los hombres sean más cariñosos y más suaves, pero nos hemos pasado de frenada. Hemos encerrado la esencia masculina bajo siete llaves –porque aquello relacionado con el hombre se considera perturbador y perjudicial– y nos hemos descompensado. Yo lo llamo «la tristeza del hombre tranquilo», que está aclimatado al hogar y a los hijos, pero que no es feliz, porque ha perdido su potencia y su capacidad generativa.
–¿Ha ocurrido un proceso paralelo en el caso de las mujeres?
–A la vez que el hombre se feminiza, la mujer se ha masculinizado para entrar en el mundo profesional. De nuevo, es muy bueno que las mujeres seamos más fuertes y competitivas, pero también nos hemos pasado. El espejo del hombre tranquilo es «la tristeza de la mujer de éxito»: una mujer muy profesionalizada que, no obstante, sufre porque no ha desarrollado su lado femenino maternal.
Hoy parece que si has nacido hombre vas a ser machista y maltratador
–Estas dos evoluciones –dice– cogen fuerza a raíz del Mayo del 68, ¿por qué?
–Fue un punto de inflexión. La revolución tenía un punto legítimo, porque muchas mujeres sufrían lo que Betty Friedan llamaba «el malestar que no tiene nombre». Estaban encerradas en el hogar, sin siquiera la posibilidad de desarrollarse en el ámbito público y profesional. Explotaron, y el problema fue que esa explosión provocó un efecto pendular en el que rechazaron todo lo bueno que había en su aportación al hogar y la familia.
–Una nueva pasada de frenada...
–Se separó el sexo del amor y del compromiso, y decidieron que querían ser iguales a los hombres también en el sentido reproductivo. Simone de Beauvoir llamaba a la maternidad «la tiranía de la procreación»; se establecieron el aborto y la anticoncepción. Si el sexo es algo lúdico y los hijos dependen de lo que decida la madre, ¿para qué queremos a los hombres? Se les culpabiliza: hoy parece que si has nacido hombre vas a ser machista y maltratador. Desde el 68, el padre empieza a ser apartado.
–¿Y hoy?
–Hoy parece que los padres son prescindibles. Físicamente, porque las técnicas de reproducción asistida permiten prescindir de una pareja masculina. Cada vez hay más familias monomarentales. Simbólicamente, incluso la legislación ha anulado al padre: el Real Decreto-Ley que amplía el permiso de paternidad aprobado por nuestro Gobierno no contiene en ningún momento la palabra padre. Se habla de «progenitor distinto de la madre biológica».
–¿Qué consecuencias tiene esta anulación de la figura paterna?
–Creo que, como sociedad, no hemos medido honestamente las consecuencias que tiene la falta de padre, la ausencia física y psíquica. Está en la base de la inmensa mayoría de problemas sociales, de la drogadicción o la delincuencia al aborto, pasando por el embarazo de adolescentes, el fracaso escolar o el abandono del hogar. Se han estudiado casos en Colombia, en París, en Reino Unido, en España… Los resultados son siempre los mismos: la ausencia paterna es un elemento determinante para manifestaciones asociales o incluso declinaciones patológicas, tanto en hijos como en hijas.
–Mirando hacia adelante, ¿qué podemos esperar del futuro?
–Yo deseo una resurrección o una revalorización del hombre. Al hombre hay que salvarlo por completo: su naturaleza y su cultura. Como te decía antes, si unimos esos atributos naturales –relacionados con la testosterona, que llevan a la valentía y la fuerza– con los elementos aprendidos culturalmente –la empatía, la ternura–, podemos llegar a una hombría auténtica, a una virilidad realmente equilibrada.
entrevista a fabrice hadjadj
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–¿Este es el padre del siglo XXI?
–¡No! No creo en eso de «en el siglo XXI llegamos ¡por fin! al padre ideal». No, yo creo que este modelo que te he descrito es el padre de la civilización occidental, que ya está presente en las tradiciones grecolatina y judeocristiana. Un ejemplo precioso es el héroe troyano Héctor. En la Ilíada se narra cómo el guerrero se arma para la batalla –armadura, fortaleza– y al ir a despedirse de su hijo, este se espanta por ver a su padre cubierto de hierro. Entonces Héctor se quita el yelmo para poder abrazar al pequeño. El equilibrio. El abrazo cálido, pero fuerte, que transmite al hijo a la vez ternura y seguridad… ¡Y hablamos del siglo VIII antes de Cristo!
–Hablando de tradición, cerramos el círculo y volvemos al Día del Padre: ¿san José es otro modelo de paternidad?
–San José es esencial. Una persona silenciosa, cariñosa, tierna… pero a la vez absolutamente valiente, estoico, fuerte. Hace falta mucho valor para tomar las decisiones que tomó para proteger a María y a Jesús, como huir a Egipto en el momento en que tuvo que hacerlo. También para decir «sí» a la maternidad de la Virgen, para implicarse. Sí, es el modelo del hombre de la civilización occidental: lo que ocurre es que hemos ido degradando la tradición histórica con el machismo y con el feminismo radical. Es hora –creo– de volver a nuestras raíces.