Cinco claves de la reforma Vaticana que afectará a toda la Iglesia
Tanto el Papa, como quienes han presentado este lunes la nueva Constitución Apostólica de la curia tienen claro que los cambios no serán radicales
Tras casi nueve años de trabajo, el proyecto de reforma de la curia se ha publicado este sábado. Gran parte de los cambios que aparecen en el texto ya se han llevado a la práctica, pero el hecho de incluirlos en una Constitución Apostólica afectará a las prácticas y formas de organización de toda la Iglesia.
1. Prioridad de la evangelización
El hecho de que las sociedades occidentales ya no sean culturalmente cristianas ha movido al Vaticano a no poner como prioridad la conservación de la ortodoxia, sino la comunicación del Evangelio. Por este motivo, el principal dicasterio de la Santa Sede será el de la Evangelización y estará presidido directamente por el Papa. En la antigua constitución del Vaticano el primer dicasterio (siempre después de la Secretaría de Estado), era el de Doctrina de la Fe. El orden de los dicasterios no tiene un valor jurídico de por sí, pero señala las prioridades de la Iglesia. Supone, como asegura el secretario del Consejo de Cardenales, Marco Mellino, «un cambio de época y un cambio de mentalidad pastoral».
2. Sinodalidad
La Constitución Apostólica insiste en la necesidad de reuniones entre los distintos dicasterios y dentro de los propios dicasterios. Se trata de dar voz al mayor número de personas posible, de que las distintas realidades de la Iglesia no sean dirigidas de forma autoritaria, sin escuchar la voz de quienes forman parte, sean religiosos o laicos. En este sentido, la Constitución señala la importancia de contar con la participación de las conferencias episcopales y de las uniones regionales a la hora de abordar cuestiones importantes para toda la Iglesia.
3. Descentralización
Con el objetivo de que sea la curia la que esté al servicio de las iglesias particulares, el nuevo texto normativo del Vaticano establece en numerosos puntos criterios para la descentralización. El objetivo es que decisiones que hasta la fecha correspondían al Vaticano puedan ser asumidas por instancias locales. Eso sí, siempre en comunión con toda la Iglesia universal. En esta línea se enmarca el refuerzo de la autoridad de las conferencias episcopales o de las uniones regionales.
4. Relevancia de los laicos
El mero hecho de ser bautizado aporta a hombres y mujeres una participación plena en la Iglesia. Por tanto, deben ser responsables en la evangelización, pero también en la toma de posesiones. Por este motivo, tanto hombres como mujeres sin necesidad de tener ordenes sagradas pueden asumir puestos de relevancia en el seno de la Iglesia. Hasta la fecha, se reservaba a los cardenales la dirección de los dicasterios (algo que ya ha cambiado en el de la Comunicación), pero esta nueva Constitución abre las puertas a que cualquier bautizado pueda asumir un alto cargo en la Iglesia. Otro aspecto novedoso es que los laicos tendrán voz «en la forma apropiada» a la hora de nombrar obispos en sus diócesis.
5. Control y unificación económica
La experiencia de mala gestión o de falta de profesionalidad en la administración de los fondos vaticanos ha llevado a una integración de los organismos que manejaban el dinero en la Santa Sede. Con la nueva Constitución, tal y como ya se ejercía en la realidad, la Secretaría para la Economía asume una función de control de los fondos. El objetivo es garantizar que se destinen fundamentalmente a la misión esencial de la Iglesia e impedir operaciones de riesgo que han dado numerosos quebraderos de cabeza en el pasado.
Tanto el Papa Francisco, como quienes han presentado este lunes la nueva Constitución Apostólica de la curia tienen claro que no cambiará la Iglesia radicalmente. Si no hay una conversión espiritual de quienes componen la curia, los cambios que se presentan en el texto quedarán en papel mojado.