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José Rico Pavés visita El Debate para repasar los asuntos de la IglesiaPaula Argüelles

Entrevista a José Rico Pavés

Obispo de Jerez: «Los niños no piden videojuegos, sino que su padre y su madre se quieran»

Seguimos con nuestra serie de entrevistas a los obispos españoles. En el contexto de la Asamblea Plenaria, hablamos con Rico Pavés sobre el estado de Asidonia-Jerez y los principales asuntos de la Iglesia

La originalidad en un mundo hermético, atomizado y carente de guías fiables para componerse una idea sobre la verdad, la justicia, el bien o la maldad es algo difícil de encontrar. Exactamente igual que la claridad en la exposición de ideas, el tempo tranquilo y una escucha activa al otro; como si estuviera dispuesto a ser convencido.

José Rico Pavés, el que fuera obispo auxiliar de Getafe, en apenas un mes cumplirá un año al frente de la diócesis de Asidonia-Jerez. En el contexto de la última Asamblea Plenaria de los obispos españoles, tenemos la ocasión de charlar con el recién nombrado como presidente de la comisión episcopal para la Doctrina de la Fe sobre su primer aniversario al frente de su nueva diócesis, sobre las cuestiones tratadas la semana pasada por los prelados y sobre los retos para la familia, los jóvenes y el cristianismo en el contexto actual.

¿Cómo ha sido su primer año al frente de Jerez?

–Sigue siendo un año de aprendizaje, de conocer las distintas realidades que confluyen en la diócesis que, a pesar de estar geográficamente muy concentrada, es muy variada. En cualquier caso, tanto en la zona de la Sierra, como en la campiña o en el litoral, sigue habiendo pueblos de raíces cristianas profundas. En relación a otras diócesis de España, Jerez todavía mantiene un poso de piedad que la secularización ambiental, cada vez más mayoritaria, no ha conseguido destruir.

–Durante esta última Asamblea Plenaria han tratado cuestiones como la familia, el drama demográfico y el papel de los jóvenes en la sociedad de hoy. ¿Qué realidad tienen en Jerez respecto a estas cuestiones?

–Antes de cada visita ad limina al Papa Francisco el pasado mes de noviembre la Santa Sede nos mandó un cuestionario preguntando por dos cuestiones muy sencillas: cuál es el dato más esperanzador y el más preocupante de la diócesis. Yo he señalado como dato especialmente doloso y alarmante –algo que se puede decir en cualquier diócesis de España–, que el número de matrimonios cae en picado en comparación a los informes de periodos anteriores. Y aquí no solamente estamos hablando de matrimonios cristianos sino también de matrimonios civiles, que ya son menos que las uniones de hecho. Esto se lo hemos trasladado directamente al Papa. La realidad es que para muchos jóvenes de hoy casarse se convierte en una complicación, en algo que más que allanar el camino y llenarles de esperanza el futuro, les pone trabas.

– ¿Qué proponen desde la Iglesia ante esto?

–Tenemos que hacer lo que esté en nuestra mano con los jóvenes para quitarles este fantasma porque esta situación tiene consecuencias inmediatas en los hijos. En España son cada vez más los hijos que nacen fuera de una unión estable. No digo ya fuera de una familia católica, sino fuera de una unión estable. Y eso se traduce en las preocupaciones que hoy tienen los niños. Recuerdo que sobre este punto unas religiosas que dan catequesis en la zona de Ubrique, cuando le están enseñando a rezar a los niños que entran por primera vez con seis o siete años, les preguntaron antes de orar: «¿Qué le queréis pedir al Señor?». Y en esta ocasión, y en tantos otros lugares a los que he ido preguntando a los catequistas de las diócesis, me dicen: «Lo que los niños hoy están pidiendo es que mi papá y mi mamá se quieran siempre». No están pidiendo tener un videojuego mejor. Están pidiendo lo que ya no tienen en sus casas. Desde el punto de vista de la evangelización y transmisión de la fe, esto supone un nuevo reto porque nos encontramos con unos destinatarios del Evangelio en los que las heridas de la vida son mayores que en etapas anteriores.

El obispo de Jerez cree que hay que hablar más del Evangelio que buscar espacios de poderP.A.

–A raíz de lo que comentaba hace unos días el cardenal Omella sobre el rol de la Iglesia en la sociedad de hoy, sobre todo a la hora de acompañar las problemáticas del hombre contemporáneo, ¿cómo puede un ciego guiar a otro ciego, a ojos de una sociedad secularizada, viendo los escándalos en los que anda inmersa la institución?

–Cuando la Iglesia deje de hablar de sí misma y hable más de Jesucristo y el Evangelio, estaremos cumpliendo lo que Dios mismo nos ha encomendado. La iglesia existe para evangelizar, no para buscar espacios de poder o de influencia. Y en la medida en que se ha acomodado al mundo y ha buscado esos espacios... Pues ahí cuando hemos defraudado a los demás por no cumplir lo que tenemos que ser, y nos hemos defraudado a nosotros mismos. Esto solamente se resuelve anunciando a Jesucristo, que ha venido a nosotros y que su Reino, el Reino de Dios, nos llama a la conversión. Si uno repasa las afirmaciones de la Conferencia Episcopal desde el año jubilar de hace más de veinte años, verá que en sus planes pastorales hay una afirmación que se ha repetido hasta hoy: El principal problema de la Iglesia en España no se encuentra fuera de ella, se encuentra dentro y se llama secularización interna. O sea, si no volvemos nuestra vida al Señor, si no vivimos con más autenticidad el Evangelio, evidentemente todo lo demás se irá desmoronando. Por eso los escándalos son especialmente llamativos cuando los protagonistas somos los hijos de la Iglesia. La decepción que provocamos en aquellos que están deseando recibir una palabra de consuelo es mucho mayor porque esperan que nuestras palabras, o en nuestros silencios; en nuestra reacción o en nuestra forma de padecer, no nos prediquemos a nosotros, sino que mostremos el rostro de Cristo, pues este es el camino.

–La semana pasada pudimos hablar con su colega Enrique Benavent sobre la nota doctrinal emitida por la CEE sobre «la objeción de conciencia». En la conversación Benavent aseguraba que «los mártires son objetores de conciencia». ¿Vive la Iglesia una situación de martirio en la actualidad?

–Si acudimos al sentido originario de la palabra mártir y martirio, que es testigo y testimonio, pues ciertamente. Pero aún diría más. Si volvemos al Evangelio, lo que Jesucristo nos asegura es que vamos a ser rechazados: «Mirad, yo os envío como corderos en medio de lobos». Jesucristo nos asegura que todos nos odiarán por su causa. El cristiano que se ha formado mínimamente bien es consciente de que si quiere ser fiel al Señor, ese rechazo exterior lo va a vivir. Yo la pregunta que le lanzo a los jóvenes, es si, escuchando estas palabras de Cristo, todavía quieren seguirle si todos nos van a odiar por su causa. El que responde que sí es quien se ha dejado tocar y quien ha probado la fuerza de su amor. A lo que nos invita al Señor es a devolver con bien a los que nos hacen mal, a bendecir a los que nos maldicen. Y ese es el testimonio que también han dado los mártires. Mártir no es el que muere convencido de una causa, sino el que muere por los que odian la fe y a cambio él, con su entrega, les devuelve amor al que le da muerte. Esta es la fuerza que nos regala el Señor. La objeción de conciencia entra en estos extremos. Todavía vivimos en un Estado de Derecho, al menos en España y en Occidente, donde se nos pide el testimonio de fe en condiciones muy distintas a la de aquellos lugares donde expresamente está siendo perseguida la fe cristiana. No estamos a ese nivel, pero interiormente hemos de ser conscientes de lo que significa vivir en coherencia y, ciertamente, esa coherencia nos lleva a no buscar sin más el acomodo a este mundo, sino en tener los ojos puestos en el Evangelio.