La gran duquesa Fiódorovna asesinada por los bolcheviques y enterrada en Jerusalén
La gran duquesa fue asesinada por los bolcheviques el 17 de julio de 1918. Los arrojaron a un foso en una mina abandonada y lanzaron granadas dentro para acabar con sus vidas. Conocemos su historia
«Oh, ¡cómo me gustaría ser enterrada aquí!». Corría el año 1888 cuando la gran duquesa Isabel Fiódorovna de Rusia expresó este deseo ante la impresionante fachada de la iglesia de Santa María Magdalena. Había acudido con su marido a Jerusalén con ocasión de la inauguración de este templo ruso situado al pie del monte de los Olivos, junto a Getsemaní.
Con sus inconfundibles cúpulas doradas de estilo moscovita, el edificio es uno de los más icónicos de la Ciudad Santa. Fue un encargo del zar Alejandro III y sus hermanos en honor a su difunta madre, la emperatriz María Alexandrovna. Para la ceremonia de consagración de la nueva iglesia, el monarca envió como representante a su hermano, el gran duque Sergei Aleksándrovich, y a su esposa.
Aquel viaje a Tierra Santa marcó profundamente a Isabel, que decidió convertirse a la fe ortodoxa, abandonando sus raíces protestantes. Lo que no sospechaba es que el deseo expresado en aquella ocasión sería recordado y la ligaría a Jerusalén para siempre.
Un suceso trágico
Nieta de la reina Victoria e hija de los grandes duques de Hesse-Darmstadt, contrajo matrimonio con el hermano del zar Alejandro III, para disgusto de su abuela, que veía con mejores ojos a otros pretendientes que Isabel había rechazado. Solo aquel joven ruso, tranquilo y reservado, había conseguido ganar el corazón de la princesa.
«Se querían muchísimo» dice una hermana sonriendo tras su hábito negro y toca blanca. Más allá de la escueta información de las cuartillas blancas en distintos idiomas, algunas de las monjas del convento adyacente a la iglesia de Santa María Magdalena mantienen viva la historia de la gran duquesa. La religiosa continúa el relato con un suceso que tuvo lugar siete años después del viaje a Jerusalén: «Aunque solían salir juntos, aquel día Sergei le había dicho: ‘Hoy no vienes conmigo’. Sin embargo, Isabel salió a despedirlo y vio cómo el carruaje estallaba con él dentro. Ella misma recogió los restos del cuerpo de su marido».
Fue en el año 1905. Un terrorista del partido socialista revolucionario lanzó una bomba para acabar con la vida del gran duque. «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» fue la frase que la gran duquesa hizo grabar en la lápida de su esposo.
Isabel también visitó al asesino en la cárcel la víspera del funeral para pedirle que se arrepintiera y para decirle que ella ya le había perdonado y que rogaría a Dios para que tuviera compasión de su alma.
«No os necesito»
Después de aquel terrible acontecimiento, decidió dedicar su vida a Dios. Abandonó las comodidades de la corte y, con la venta de sus posesiones, fundó el convento de Santas Marta y María, del que fue abadesa. Ella y el resto de las hermanas de la nueva comunidad se dedicaron a los pobres y enfermos de los suburbios de Moscú. «La Policía estaba preocupada porque no podían asegurar su protección en aquellas zonas de la ciudad», continúa la monja. «Y así se lo hicieron saber a la gran duquesa. ‘No os necesito’, contestó ella», relata con sincera admiración. «Era una mujer increíble. Así se ganó el corazón de mucha gente». Además, en 1915, fundó una sociedad para atender y ayudar a los soldados enfermos y heridos de la Primera Guerra Mundial.
Isabel continuó con su labor hasta que estalló la Revolución rusa y la Checa ordenó su detención. Junto con la hermana Varvara, compañera del convento, y otros miembros de la familia real y la nobleza, la gran duquesa fue asesinada por los bolcheviques el 17 de julio de 1918. Los arrojaron a un foso en una mina abandonada y lanzaron granadas dentro para acabar con sus vidas. Horas antes, su hermana pequeña, la zarina Alejandra, junto con el zar Nicolás II y todos sus hijos y acompañantes, habían sido también ejecutados por los bolcheviques.
«La gente del lugar, como la quería mucho por sus buenas obras en favor de los pobres, informó al Ejército Blanco de dónde se encontraban sus restos. Los soldados recuperaron los cuerpos y enviaron los de Isabel y Varvara a China, de ahí a Egipto y después a Jerusalén» cuenta la hermana. Llegaron a la cripta iglesia de Santa María Magdalena en 1921.
Fotos y relicarios
A la derecha del iconostasio, en la capilla principal, se encuentra un ataúd de mármol blanco y cristal. Dentro, cubiertos por una rica tela blanca bordada en oro, reposan los restos mortales de Isabel Fiódorovna. Tanto ella como la monja Varvara fueron canonizadas mártires de la Iglesia ortodoxa rusa en 1981, año en el que las trasladaron de la cripta a la iglesia.
«Esto son reliquias», la hermana señala un rosario, un crucifijo y varias monedas enmarcados tras un cristal con una foto de Isabel con su toca blanca de religiosa. «Y aquí», apunta a otro relicario, «hay un trozo del carruaje en el que Sergei fue asesinado, con restos de su sangre». Junto al objeto, una fotografía de la gran duquesa junto a su marido.
Gracias a su deseo expresado y recordado, la historia de Isabel Fiódorovna sigue viva en este hermoso recinto, a miles de kilómetros del Moscú en el que vivió los últimos años de su vida. El jardín, pulcramente cuidado por la comunidad de unas cuarenta religiosas ortodoxas, es una perenne primavera que recibe a los peregrinos que visitan la iglesia.
Otra princesa en la cripta
Esta santa de la Iglesia ortodoxa fue una mujer muy admirada por su sobrina y ahijada, Alicia de Battenberg, que se casó con Andrés, príncipe de Grecia y Dinamarca. Aunque es más conocida porque fue la suegra de la actual reina de Inglaterra, Isabel II, ya que su hijo menor, Felipe, se casó con la heredera al trono británico.
Inspirada por la vida de su tía Isabel, al enviudar se dedicó a la vida religiosa y fundó una orden de monjas ortodoxas griegas que llamó Hermandad Cristiana de Marta y María. Durante la ocupación nazi de Atenas, la princesa Alicia escondió y protegió a varios miembros de una familia judía Cohen, evitando que los enviaran a campos de concentración. Antes de morir, pidió que la enterraran en el monte de los Olivos junto a su tía, la gran duquesa Isabel. Falleció en Buckingham Palace el 5 de diciembre de 1969, pero su deseo no se cumplió hasta agosto de 1988, año en el que se trasladaron sus restos a Jerusalén, donde descansan en la cripta de la iglesia de Santa María Magdalena.