Vidas santas
Cinco años después del atentado de Londres, la Iglesia trabaja en la canonización del héroe del monopatín
Su familia y la archidiócesis de Madrid impulsan la causa de santidad de Ignacio Echeverría en el primer lustro tras su asesinato
Una noche de sábado como cualquier otra, Ignacio Echeverría, más conocido como `El héroe del monopatín´, y dos amigos suyos volvían de pasar la tarde con sus tablas de skate y habían alquilado unas bicicletas para ir al mercado de Borough, al sur del Támesis, a cenar algo. De camino, vieron a alguien tambaleándose, cerca del Puente de Londres, y pensaron que estaba borracho. Enseguida se dieron cuenta de que en realidad estaba herido y de que próximo a ellos había tres desconocidos atacando a puñaladas a una mujer y a un agente de policía, ambos en el suelo.
En ese momento, Ignacio se bajo de la bicicleta, cogió su monopatín y corrió hacia los agresores. Utilizó su madera con ruedas para golpear a los terroristas, que se volvieron en su contra y le apuñalaron por la espalda. El pasado 25 de mayo habría cumplido 44 años, y este viernes, 3 de junio, se cumplen cinco desde su fallecimiento en los atentados de Londres.
Aquella noche perecieron, víctimas de los yihadistas Khuram Butt, Rachid Redouane y Youssef Zaghba, a parte de Ignacio, otras seis personas: Xavier Thomas y Sébastian Bélanger, de origen francés; Sara Zelenak y Kirsty Boden, de Australia, la canadiense Christine Archibald y el británico James McMullan. Los perpetradores condujeron un vehículo por la acera del puente, atropellando a quien se cruzaba en su camino, para después apearse de este y apuñalar a numerosas personas en el mercado de Borough, el mismo al que Ignacio se dirigía con sus amigos.
El cuerpo del Héroe del monopatín fue repatriado a suelo español tras su muerte y recibido con honores. El presidente del Gobierno en aquel momento, Mariano Rajoy, le condecoró con la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil y la Policía inglesa le concedió la distinción de los Tres Servicios por sus «extraordinarias acciones de valor» aquel 2 de junio. Incluso la Reina Isabel II reconoció su valentía al concederle la Medalla de Jorge, que sus padres fueron a recoger al palacio de Buckingham.
Pero ahora una condecoración que va más allá de lo terrenal se ha puesto encima de la mesa: reconocerle santo. Joaquín Echeverría, padre de Ignacio, explica que el primero que habló de canonización fue Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid, a los pocos meses del asesinato de este joven empleado de banca.
¿Cuál es la probabilidad de que Ignacio sea santo? Un mes después de la muerte de Ignacio, el Papa Francisco hacía pública una carta de motu propio en la que se abría un nuevo camino para verificar la santidad: el ofrecimiento de la propia vida. Según este texto, que lleva por título Maiorem hac dilectionem, ello expresa una verdadera imitación de Cristo y merecería la admiración que la comunidad de fieles suele reservar a quienes aceptaron de forma voluntaria el martirio de sangre o ejercieron las virtudes cristianas en grado heroico.
«Pensamos que lo habían hecho a medida después de lo que le pasó a Ignacio, pero luego supimos que llevaban más de siete meses trabajando en ello», comenta el padre del héroe del monopatín. Su hijo, cuenta Joaquín a este diario, era una persona común y corriente, «con muchas ganas de hacer las cosas bien». Era parte de Acción Católica, donde Ignacio «entró de rebote», buscando una mujer con sus mismos principios con la que casarse. Allí todo el mundo era mayor que él, pero aún así siguió asintiendo cada lunes a las reuniones.
«Le preocupaba mucho su futuro. Quería ser un buen profesional y aportar valor a la sociedad», dice su padre sobre Ignacio, del que también dice que siempre fue muy devoto y a quien la fe ayudó en momentos de debilidad a buscar el camino para salir del agujero.
Estaba suscrito a distintas publicaciones eclesiásticas, con lo que financiaba obras de la Iglesia, en Londres era catequista en una parroquia –aunque de esto la familia se enteró tras su muerte–, y nunca se sintió cohibido de expresar libre y públicamente su opinión, por ejemplo, sobre el aborto.
Su proceso de santificación significaría, explica su padre, que la Iglesia «ponga de modelo a un hombre corriente, que vivía integrado en la sociedad, que tuvo una vida decente y una muerte singularmente generosa». Como católico y como héroe del monopatín que ofreció la propia vida, su familia y la Iglesia apoyan su candidatura a este proceso. Ahora, se buscan milagros.