«La mayoría de nosotros nos somos capaces de sentimientos sublimes, salvo en raras ocasiones. No siempre somos capaces de sentir amor, asombro, gratitud y arrepentimiento. de ahí que Cristo haya tomado la apariencia de pan para, para que podamos acercarnos a Él sin reparos y, alimentándonos diariamente, asimilándole hasta que sea Él quien actúa en nosotros, podamos entenderle, alcanzarle y amarle mejor. Sí, el pan de Cristo se ha hecho tan sencillo, se ha abajado tanto, que un niño puede comer el Alimento sagrado con amor y agradecimiento. Él mismo dijo que nos escandalizaríamos. Hasta sus amigos más cercanos y queridos se dispersaron huyendo, sin comprender el misterio de la redención, de Cristo que entrega su vida por los hombres (...). Si los que vivían con Él, los que podían verle como hombre, comer, dormir, recorrer con Él todo el país, se sintieron ofendidos y se dispersaron, ¿ cómo voy a intentar explicarte lo que hay en mi corazón? La pregunta es : ¿por qué instituyó Cristo este sacramento de su Cuerpo y de su Sangre? La respuesta es muy sencilla: porque nos amaba y deseaba estar con nosotros. Él nos ha creado y nos ama. Su presencia en el Santísimo Sacramento es la gran prueba de ese amor (...). Pero es difícil entender el amor de Dios por nosotros. Rezamos cada día para crecer en amor de Dios porque sabemos que, si amamos mucho a alguien, todo se nos hace fácil y grato(...). Trabajando por el prójimo es como llegamos a amarle. (...) Y si tú y yo amamos a nuestros hermanos los hombres que yerran, ¿ cuánto más tiene que amarnos Dios a todos? Si nosotros, los hombres, somos capaces como padres de perdonar a nuestros hijos cualquier fallo, cualquier crimen, y trabajar y rezar con perseverancia para que sean mejores ¿cuánto más no nos amará Dios? (...).
Después de convertirme, me llevó mucho tiempo darme cuenta de la presencia de la humanidad de Cristo en la Eucaristía. Es el mismo Jesús que caminó por este mundo (...). La humanidad de Jesús está ahí. Jesús está ahí con su Cuerpo y con Su Sangre, con su alma y su divinidad. Es nuestro líder y está siempre con nosotros. ¿Te sorprende que los católicos se llenen de gozo sabiendo que su Líder está con ellos? Cristo es pan sobre nuestros altares, porque el pan es el alimento básico, la cosa más sencilla del mundo, algo que comemos y de lo que nunca nos cansamos. Siempre tendremos pan: de trigo, de maíz, de centeno o de cualquier otra cosa (...) Comemos para sobrevivir. Es lo más básico que hacemos. Para la vida del cuerpo necesitamos alimento. Para la vida del alma necesitamos alimento. Por eso, lo más simple, lo más lleno de amor, lo más cabal que Cristo podía hacer antes de morir, era instituir la Eucaristía (...). Aunque te pasaras el resto de la vida pensando, no se te ocurriría otro modo de que Cristo se quedara más cerca de nosotros».