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Consagración ante la puesta de sol

Consagración ante la puesta de solcathopic.com / Luis Ángel Espinosa

Por qué hay dos credos en la liturgia de la Iglesia católica

La Iglesia Católica tiene dos fórmulas para expresar de manera concisa su fe. Coloquialmente se los conoce como «Credo corto» y «Credo largo»

Desde los primeros tiempos de la Iglesia se ha formulado una oración para expresar la fe católica. El Credo es una oración esencial a la hora de transmitir la fe, que nadie se ha dado a sí mismo. Por eso, el catecismo establece que «la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe».

Transmisión de la fe

La Iglesia ha transmitido secularmente la tradición de la fe a través de los credos, no obstante en el catecismo se aclara que «no creemos en las fórmulas, sino en las realidades que estas expresan y que la fe nos permite 'tocar'. Sin embargo, nos acercamos a estas realidades con la ayuda de las formulaciones de la fe».

Además, estas oraciones, que son el pilar de la fe católica, se han transmitido a lo largo y ancho de la tierra en diversas lenguas y penetrando en culturas distintas, manteniendo la unidad universal de la Iglesia. En este sentido, el catecismo expresa que «la Iglesia no cesa de confesar su única fe, recibida de un solo Señor, transmitida por un solo bautismo, enraizada en la convicción de que todos los hombres no tienen más que un solo Dios y Padre»

Dos fórmulas

Las dos oraciones que expresan nuestra fe se formulan según la misma estructura, divididas en tres partes. Cada parte expresa los dogmas asociados a cada persona de la Santísima Trinidad: la primera parte trata de Dios Padre, la segunda parte habla de Dios Hijo y la tercera del Espíritu Santo.

La Iglesia acepta dos fórmulas para expresar el Credo católico. Estas fórmulas son: el Credo apostólico, «el corto» y el Cedo niceno-constantinopolitano, o simplemente niceno, «el largo».

Credo apostólico

Se llama apostólico porque es el resumen de la fe de los apóstoles, la esencia de lo que transmitieron al mundo. Sintetiza lo que emana del Evangelio y de las Escrituras y es el símbolo bautismal de la Iglesia Romana.
«Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso, y desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna».

Credo de Nicea-Constantinopla

El Credo Niceo es más largo que el anterior, pues es más explícito. Como indica su nombre, éste se formuló entre el concilio de Nicea (325 d.C.) y el de Constantinopla (381 d.C.) en el siglo IV d.C. La nueva fórmula es una respuesta a la herejía arriana que negaba la Trinidad sosteniendo que Cristo fue creado, y por tanto que no es eterno; en ese sentido el credo Niceo aclara: «Creo en un solo Señor, Jesucristo [...] engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre». Además este credo es un símbolo común a la Iglesia Católica y a las iglesias Ortodoxas, ya que fue formulado antes del cisma de Oriente (1054 d.C.) .
«Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho. Que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre. Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato, padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras, y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre, y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro».
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