Desiderio desideravi
Qué piensa Benedicto XVI de la reforma litúrgica y las polémicas con el rito preconciliar
Según el Papa emérito, el concilio «vio la necesidad de estudiar más profundamente el fundamento teológico de la liturgia, para evitar el ritualismo y el subjetivismo del celebrante», declaró el Papa Benedicto XVI al recordar los necesarios cambios litúrgicos del Concilio Vaticano II
Apropósito del contenido de la carta Desiderio desideravi, hecha pública por el Papa Francisco en el contexto ya conocido de las polémicas suscitadas entre quien quiere anclarse al pasado y quien adolece de una excesiva interpretación subjetivista de la Liturgia, el Papa Benedicto XVI siempre ha defendido el aspecto de «tradición en progreso» para todos los ámbitos de la Iglesia; también el de la Liturgia, como recordó en el discurso al Instituto Litúrgico Pontificio San Anselmo en el año 2011, entre muchas otras intervenciones desde que era Prefecto para la Doctrina de la Fe, con Juan Pablo II.
Una reforma urgente
En esta ocasión, recordó ante los integrantes del Pontificio san Anselmo el contexto preocupante de la necesaria reforma litúrgica: «En vísperas del Concilio era cada vez más viva (...) la urgencia de una reforma, postulada también por las peticiones realizadas por varios episcopados». Al mismo tiempo, el movimiento litúrgico «requería que se favoreciera y suscitara una participación más activa de los fieles en las celebraciones litúrgicas a través del uso de las lenguas nacionales, y que se profundizara el tema de la adaptación de los ritos en las diversas culturas, especialmente en tierras de misión».
Resultaba clara la necesidad de estudiar más profundamente el fundamento teológico de la liturgia, para evitar caer en el ritualismo o favorecer el subjetivismo
Ni ritualismo ni subjetivismo
Además, añade Benedicto XVI que resultaba clara desde el principio «la necesidad de estudiar más profundamente el fundamento teológico de la liturgia, para evitar caer en el ritualismo o favorecer el subjetivismo, el protagonismo del celebrante», y para que «la reforma estuviera bien justificada en el ámbito de la Revelación y en continuidad con la tradición de la Iglesia», como siempre se había hecho en obediencia al Espíritu.
Memoria actual y real
Gracias a este importante trabajo formativo, el Papa Benedicto reconocía el elevado número de doctorados y licenciados que prestaban ya su servicio, ayudando en este sentido «al pueblo santo de Dios a vivir la Liturgia como expresión de la Iglesia en oración, como presencia de Cristo en medio de los hombres y como actualidad constitutiva de la historia de la salvación»; hecho que a juicio de Ratzinger el documento conciliar había ayudado a desvelar en su «doble carácter teológico y eclesiológico», ya que «la celebración realiza al mismo tiempo una epifanía del Señor y una epifanía de la Iglesia, como dos dimensiones que se conjugan en unidad en la asamblea litúrgica, donde Cristo actualiza el misterio pascual de muerte y resurrección, y el pueblo de los bautizados bebe más abundantemente de las fuentes de la salvación».
No pocas veces se contrapone de manera torpe tradición y progreso
La constitución pastoral Sacrosanctum Concilium no tenía como finalidad principal cambiar los ritos y los textos, sino «más bien renovar la mentalidad y poner en el centro de la vida cristiana y de la pastoral la celebración del misterio pascual de Cristo»; momento en el que Benedicto XVI aprovechó para lamentarse del uso equivocado por parte de pastores y expertos «que conciben la liturgia más como un objeto por reformar que como un sujeto capaz de renovar la vida cristiana», olvidando que «La Iglesia (…) saca de la Liturgia las fuerzas para la vida».
La tradición viva siempre es progresión
La liturgia, según el Papa emérito es el «culmen hacia el que tiende la acción de la Iglesia y al mismo tiempo fuente de la que brota su virtud (cf. Sacrosanctum Concilium, 10)», por eso «es la gran educadora en la primacía de la fe y de la gracia» y «testigo privilegiado de la Tradición viva de la Iglesia»; de ahí que en ella se dé «una relación correcta y constante entre sana traditio y legitima progressio», lúcidamente explicitada por el Concilio Vaticano II.
Por eso, los padres conciliares quisieron expresar de este modo su programa de reforma, «en equilibrio con la gran tradición litúrgica del pasado y el futuro», reconociendo que en «no pocas veces se contrapone de manera torpe tradición y progreso». En realidad, «los dos conceptos se integran: la tradición es una realidad viva y por ello incluye en sí misma el principio del desarrollo, del progreso. Es como decir que el río de la tradición lleva en sí también su fuente y tiende hacia la desembocadura».
Una reforma querida
El Papa Benedicto se despedía de la Facultad de Sagrada Liturgia animándola a un nuevo impulso «de servicio a la Iglesia, con plena fidelidad a la rica y valiosa tradición litúrgica y a la reforma querida por el Concilio Vaticano II, según las líneas maestras del concilio y de los pronunciamientos del Magisterio» ya que «la liturgia cristiana es la liturgia de la promesa realizada en Cristo, pero también es la liturgia de la esperanza, de la peregrinación hacia la transformación del mundo, que tendrá lugar cuando Dios sea todo en todos» con la necesaria intercesión de la Virgen María, Madre de la Iglesia, y en comunión con la Iglesia celestial.