Entrevista Fabio Rosini, el sacerdote más popular de Italia
«La Iglesia a veces tiende a acomodarse al 'mainstream' y decir lo que todo el mundo quiere escuchar»
Su claridad y severidad llena de humanidad han convertido a don Fabio Rosini en un referente para multitud de jóvenes, gracias a sus populares catequesis de los diez mandamientos
Cuando pronuncias su nombre en Roma, todo el mundo lo conoce o ha oído hablar de él, aunque no tenga Whatsapp y no sea influencer en redes sociales. Y no, no es el jefe de una mafia o un político conocido: es un cura. Uno de esos de los que la gente se pregunta: «¿Qué tiene que le hace distinto?». Y la respuesta, en realidad, no es muy complicada: habla sin tapujos. Tal vez también sea su claridad, su severidad llena de humanidad, su voz fuerte y grave cuando se dirige a los jóvenes, o su carisma arrebatador, que hace que sus palabras calen profundamente en el corazón de cientos de almas.
Es don Fabio Rosini. Su presencia se ha convertido en un referente para muchos, gracias a sus populares catequesis de los diez mandamientos que durante 30 años han atraído multitudes, así como su primer libro Solo el amor crea, el cual estuvo semanas entre los más vendidos sin ninguna promoción especial.
A pesar de su fama, don Fabio es reacio a las entrevistas, temeroso de que no logren entender su mensaje o de que se perciba algo distinto de lo que realmente es. Sin embargo, lo que más te desarma cuando hablas con él es su normalidad y su falta de temor a decir lo políticamente incorrecto. Destaca que en todos sus años de tratar con jóvenes lo que observa es «una crisis de paternidad y referentes» y es por eso que intenta en sus catequesis «anunciar la belleza, algo elevado y grande que un ser humano pueda desear», pero no porque él lo convierta en algo atractivo, «sino porque ya lo es en sí».
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–Usted ha trabajado durante más de treinta años con jóvenes y, a través de su catequesis, muchos han experimentado conversiones sinceras o incluso han descubierto su vocación. ¿Cuál diría que es el factor común que ha observado en los jóvenes durante todo este tiempo? ¿Qué buscan y qué llevan en el corazón?
–Lo que he observado desde hace años es un vacío, una crisis de paternidad. Muchos jóvenes buscan una figura paterna, en todos los sentidos. Y esta situación ha empeorado con el tiempo. Muchos no tienen un padre presente o, si lo tienen, es como si no lo tuvieran.
– ¿A qué se refiere con esta ausencia paterna?
–Me refiero a padres sin sustancia, sin estructura, que no saben decir ‘no’. Hay una ausencia gravísima de puntos de referencia, de figuras que sepan guiarlos. Lo que encontramos es una generación que vive en un estado de confusión, casi diría ‘gaseoso’: todo lo que piensan puede ser verdadero o falso. Y con la relativización de Internet, donde preguntas algo y obtienes 28.000 respuestas distintas, ¿Cuál es la verdadera? ¿Cuál es la falsa? ¿Cuál es la justa? Están rodeados de miles de opiniones e ideas relativizadas, sin un punto de referencia sólido.
–Si pudiera hablar directamente a los padres de estos jóvenes, ¿Qué les diría?
–Que confíen más en ellos. Que los traten como personas, no como proyectos a moldear. Que crean en su belleza, porque ellos no la ven y, por ende, no se sienten amados, comprendidos o aceptados. ¿Es que los padres no se han equivocado alguna vez? ¿No han cometido errores? ¿No han tenido pecados que confesar? Darles confianza es clave. No es fácil, pero lo necesitan.
«Más que espirituales, somos sentimentales»
–Relacionado con ese relativismo del que ha hablado antes, también se observa cómo en la sociedad actual hay una tendencia creciente hacia un espiritualismo, pero sin un compromiso concreto con Dios…
–Más que espirituales, somos sentimentales. Lo que encontramos es una búsqueda de «bienestar espiritual». Por eso se promueve un cristianismo sin conversión, sin crecimiento, cómodo e infantil, que resulta dulzón.
–¿Cree que la Iglesia, en algunos casos, no ha sabido transmitir suficientemente esta necesidad de conversión, de cambio profundo?
–La Iglesia a veces tiene la tendencia de acomodarse al 'mainstream' y decir lo que todo el mundo quiere escuchar. Hemos cambiado la evangelización por la búsqueda de audiencia, del 'like'. Lo que yo intento transmitir es un cristianismo radical, exigente, serio y, al mismo tiempo, profundamente liberador.
Hace falta anunciar la belleza, algo elevado y grande que un ser humano pueda desear, pero no porque yo «lo convierta en algo atractivo», sino porque ya lo es en sí. San Francisco de Asís fue perseguido porque proponía una vida de pobreza extrema, la vida de un mendigo. Sin embargo, todos querían seguirlo. ¿Por qué? Porque era hermoso lo que veían en él: un hombre auténtico, un hombre de verdad. Es mucho más importante transmitir un cristianismo de manera seria y adulta, sin tratar a las personas como niños.
No hace falta cambiar a las personas. Se trata de ponerlas frente a la belleza, y ellas irán solas. Cuando alguien está enamorado, no necesitas decirle que busque a su amado, va por su cuenta. La predicación moralista, que busca obtener resultados de las personas, es lo que nos ha caracterizado. Pero lo que en verdad mueve a las personas es la belleza. Cuanto más radical y fuerte sea el mensaje, más lo escuchará la gente.
No te preocupes, Dios no abandona su obra
–Hoy en día, muchos jóvenes atraviesan crisis internas, con emociones y pensamientos que a menudo ni ellos mismos comprenden. ¿Cómo explicarles que este tiempo de sufrimiento puede ser una oportunidad para encontrar respuestas en Dios?
–Lo primero que siempre les digo es: «Tú eres una persona bella y, por ende, importante». Y sobre las cosas importantes se trabaja bien; Dios te está forjando. Una obra de arte no se hace en dos minutos. Es necesario conocer la materia prima. Y no te preocupes, Dios no abandona su obra. No hace falta hablar de ellos, de si son coherentes, fuertes o buenas personas. Dios es quien tiene el poder de cambiar las cosas.
Me da pena que uno de los videos sobre mí que más se han visto sea uno en el que una diócesis combinó una charla que di con imágenes de Los Vengadores y superhéroes. Parece que los jóvenes tienen que ser así, perfectos. Entonces, al no sentirse así, no se valoran, piensan que son un error y que deben ser algo distinto. El problema no son ellos, somos nosotros, porque mostramos una imagen de Dios que no es atractiva. Si ellos ven algo bello, irán hacia ello.