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John Witte - El Debate

John Witte es especialista en historia del Derecho, derechos humanos y libertad religiosaJosé Juan Rico

John Witte:«Antes de Trump no hay un presidente que haya ignorado tanto la tradición cristiana»

John Witte, profesor de Derecho en Estados Unidos, comparte sus reflexiones sobre la libertad religiosa en el mundo, y sobre el perfil tan distinto de Donald Trump y del actual presidente Joe Biden

El profesor John Witte es un hombre afable y de fácil conversación. Nacido en Canadá, se ha formado en Harvard y Heidelberg, es profesor de Derecho, y dirige el Centro para el Estudio del Derecho y la Religión en la Universidad Emory (Atlanta). Es autor, editor o coeditor de casi medio centenar de títulos y coordina la revista académica The Journal of Law and Religion, que publica la Universidad de Cambridge. Especialista en historia del Derecho, derechos humanos, libertad religiosa, Derecho matrimonial y de familia, ha visitado España. Lo ha invitado la Cátedra Álvaro d’Ors del Instituto Cultura y Sociedad para impartir una conferencia en la Universidad de Navarra. Con él hemos hablado durante un buen rato; aunque defiende el pluralismo religioso de Estados Unidos –donde los presidentes juran en nombre de Dios, sin apellidarlo como católico, evangélico o calvinista–, advierte de que tampoco conviene idealizarlo, pensando con nostalgia en una «edad de oro». Recuerda que la persecución religiosa y la intransigencia se han dado tanto en Europa como en Estados Unidos. Hoy esta lacra afecta a muchos países, pero en Occidente la secularización ha deparado una confrontación áspera y de tintes políticos entre religión y leyes civiles.

–Como experto en la materia, y observando lo que ocurre en países como Nigeria o China, ¿la libertad religiosa ha experimentado mejoras o retrocesos durante las últimas décadas?

–La libertad religiosa está retrocediendo durante el nuevo milenio. Alrededor de 110 de los 196 países y territorios independientes del mundo registran hoy niveles altos o muy altos de persecución religiosa contra las minorías, y a veces también contra las mayorías. China es el caso más destacado en el que la libertad religiosa está bajo peligro. La religión ha pasado a la clandestinidad en muchas partes del país. Va a costar mucho que los creyentes tengan plena libertad de expresión. En Nigeria y otras partes de África, las persecuciones fluctúan; es algo que depende del país y de sus líderes. En general, diría que en el año 2022, a diferencia de 1999, la libertad religiosa en todo el mundo, en vez de mejorar, empeora.

En China, la religión constituye una amenaza al poder

–¿Hay alguna razón concreta, o bien varias razones que explican esta situación?

–Hay muchos motivos. Para empezar, la propia religión se ha granjeado mala fama en el nuevo milenio, en parte debido a los atentados del 11 de septiembre de 2001, y al auge del yihadismo. La gente atribuye a la religión las mismas actitudes violentas que ven en los islamistas que han secuestrado el islam. Por otro lado, también están los escándalos internos de las iglesias cristianas, católicas y protestantes, en particular los escándalos de la pedofilia. Luego están los excesos materiales de algunas de las iglesias, especialmente en los Estados Unidos, que se han convertido en bastiones de gran riqueza y gran poder, pero a costa de su servicio a la sociedad. Y, por último, creo que, durante los últimos cinco años, el tribalismo de la política y la aguda división entre la izquierda y la derecha han separado a las propias iglesias y comunidades religiosas.

–No es el caso de China.

–En China, la religión constituye una amenaza al poder. Hay 150 millones de cristianos en China y, de repente, el Estado se encuentra con un formidable enemigo, disperso silenciosamente, no en las catacumbas, sino en las iglesias, las casas y lugares tranquilos. A estos gobiernos autoritarios, fascistas, comunistas, les preocupa que las comunidades religiosas puedan erosionar los cimientos del poder político de que disfrutan. La libertad religiosa es un don de Dios a la naturaleza humana, y deben disfrutarla todas las religiones pacíficas del mundo. Ya sea en China, Oriente Próximo, Europa occidental, Europa del Este u otras partes del mundo.

–En Europa y Estados Unidos existe una confrontación en temas como el aborto o lo relativo al mundo LGBT. ¿Se trata sólo de una cuestión política, o también es una cuestión religiosa?

La libertad sexual –desde la anticoncepción hasta el aborto–, la autodeterminación sexual, los derechos LGBTQ… son, sin duda, las grandes fronteras de la guerra cultural y campos de batalla actuales. En su avance durante los últimos treinta años, ahora suponen un choque con los derechos de los creyentes, incluidas sus enseñanzas con respecto al sexo, el matrimonio y la familia. Es claramente una nueva frontera en el derecho constitucional, y un caso evidente en el que la Constitución funciona como el péndulo de un reloj. El péndulo oscila hacia un lado y hacia otro, y este balanceo, constitucional y culturalmente, es inevitable que cambie de movimiento y vaya hacia atrás. En todo caso, la libertad religiosa es una norma perenne. La libertad sexual es una nueva norma que va a seguirse debatiendo cultural y constitucionalmente.

Personas como Biden han tomado en su corazón la decisión de que pueden vivir en dos reinos

–¿Cómo explicar, en este tipo de temas, la postura del presidente Biden, que se muestra orgulloso de ser católico?

–El presidente Biden y otras personas en el poder tienen convicciones religiosas personales que colisionan con los valores políticos de su partido o de su cargo, y se enfrentan a un dilema de conciencia muy difícil. ¿Renuncian a su cargo? Personas como Biden han tomado en su corazón la decisión de que pueden vivir en dos reinos, dos ciudades, dos comunidades. Pueden vivir como fieles católicos dentro de la iglesia, respetando sus enseñanzas, y pueden vivir dentro del estado, ocupando el cargo más alto y siguiendo sus valores básicos. Me parece que esta es una de las realidades que supone vivir en una cultura liberal y laica. Llego a esta conclusión como protestante, y mi punto de vista se basa en una vieja idea de la vocación de que sí, Dios y el Reino de los Cielos te llaman a actuar de acuerdo con tu fe y de acuerdo con las enseñanzas de la Escritura y la tradición. Pero también tienes otra vocación a la que estás llamado; en la medida de lo posible, tratar de reformar los valores y los compromisos del lugar en que te encuentras. En última instancia, vives en dos reinos. Es la triste realidad en un mundo post-cristiano, pero es lo que hay.

–¿Tan separados están esos dos «reinos» en este mundo post-cristiano?

–La religión es una parte vital de nuestra humanidad. Todos funcionamos según convicciones religiosas, aunque apliquemos a veces una etiqueta diferente. Creo que es algo que se está reconociendo. Ya no tienes que esconderte. No tienes que esconder tu Biblia debajo de la mesa. No tienes que desprenderte de tu identidad religiosa para formar parte de la vida pública y política. Creo que Estados Unidos está ahora superando su fase post-secularista.

–Por otro lado, ¿no resulta extraño que sea una persona como Donald Trump, o un calvinista como Viktor Orbán, el supuesto defensor de los valores religiosos?

–Sí. Los caminos del Señor son inescrutables, creo que sería la respuesta breve. El presidente Trump es una anomalía, una criatura muy extraña. Es un líder muy extraño para una nación que pretende defender los valores constitucionales básicos, y un líder muy extraño para contar con el respaldo de la iglesia cristiana en la búsqueda de justicia, paz, estado de derecho y orden constitucional. Sin embargo, ha demostrado ser un político muy eficaz, y la Iglesia y muchos creyentes lo han respaldado, a pesar de sus fallos personales, por su capacidad para llegar a acuerdos políticos y por establecer alianzas políticas que fueron difíciles bajo gobiernos anteriores, como los de Bush padre o hijo, e incluso de Reagan. Pero Trump no lo ha logrado solo. También estaban ahí las dos cámaras: la Cámara de Representantes y el Senado, con mayoría para poder presionar en esa agenda. Creo que aquello ha tenido poco que ver con su fe y mucho que ver con la mecánica política. Francamente, me parece preocupante que las iglesias –especialmente las iglesias evangélicas– hayan incrementado su apoyo a Trump de manera tan acelerada. Es algo que llama la atención, sobre todo, dada su accidentada vida personal. Por qué las iglesias se han avenido a manejarse con Trump de este modo; es algo que se me escapa. Pero me parece que va a perjudicar a las iglesias en su relación con los siguientes gobiernos. Creo que antes de Donald Trump no ha habido un presidente estadounidense que haya ignorado, con tamaña falta de sensibilidad, las enseñanzas fundamentales de la tradición cristiana, y que en su vida personal, sus modos de funcionar y sus actuaciones haya sido tan calculador, usando sin más los símbolos y argumentos religiosos.

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