Entrevista
Cardenal Omella: «Hay brotes verdes para la Iglesia en medio de esta sociedad secularizada»
El presidente de la Conferencia Episcopal recibe a El Debate y confiesa que el Papa Francisco siempre se refiere a nuestro país como «Mi querida España»
El cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, nos recibe en la antesala de su despacho en la calle Añastro de Madrid, donde se encuentra el edificio de la Conferencia Episcopal Española. Es jueves a última hora, acaba de terminar una sesión de la asamblea plenaria. Era una asamblea que había levantado muchas expectativas, pero la Iglesia en nuestro país tiene otros muchos asuntos de actualidad, más allá de esta asamblea. Uno de ellos, sin duda, son los retos de la Iglesia en el momento actual.
–El primer reto que tenemos en España es, evidentemente, la evangelización directa. Hablar de Jesucristo y del mensaje de Jesucristo que ha sido transformador de la sociedad y de los corazones de toda la gente. El segundo reto es la familia. La familia es la célula básica de la sociedad y ha sido también el elemento dinamizador del apostolado, de la transmisión de la fe. Fíjese, los primeros evangelizadores que salen de Jerusalén no son los apóstoles, son las familias que huyen ante la persecución y llegan a Turquía. Y allí empiezan ellos a hablar del mensaje de Jesucristo. Y después vienen los apóstoles y los sacerdotes a consolidar aquella comunidad. Y el tercer reto, evidentemente, es el presente y el futuro está en los jóvenes. El Papa lo repite muchas veces: «Vosotros sois el futuro, pero sois también el presente». Yo creo que hoy tenemos un reto y que los jóvenes buscan una palabra que dé sentido a su vida y Jesucristo la ofrece.
–¿Cómo van las relaciones entre la Iglesia y el Estado?
–En este momento son de respeto en algunas cosas, siempre lo he dicho. En otras materias no podemos coincidir, por ejemplo, en temas de moral, evidentemente. Y luego está el otro tema que nosotros siempre ofrecemos: colaborar para el bien de la sociedad, como tantas y tantas instituciones. Yo creo que todos los gobiernos, sean del signo que sean, están para la totalidad de la sociedad y es muy bueno contar siempre con todas las asociaciones, con toda la ciudadanía, con todas las instituciones que trabajan por el bien común. En ese sentido, creo que es bueno un diálogo y una relación siempre para el bien de la sociedad. Y eso supone que cada uno tiene que perder un poco. No buscar el propio bien personal o de mi partido o de mi grupo, sino el de la sociedad.
–Monseñor García Magán es el nuevo secretario general de la Conferencia Episcopal. ¿Qué significado tiene para la vida real y para la marcha de España el nombramiento de este nuevo secretario?
–Creo que nosotros lo que hacemos es prestar un servicio. Como consecuencia de lo anterior, alguien tiene que presidir esa reunión, que no es como un partido político que manda, sino que es un servicio de comunión. Y allí tiene que haber un secretario, un presidente, alguien que nos coordine. De cuando en cuando lo renovamos, porque esto no puede ser eterno y es un servicio que se presta. Porque fíjese usted, además de ser obispo auxiliar de Toledo, tener que hacer este servicio aquí supone mucho desgaste y mucho trabajo. Pero mire, al que le toca y al que se lo pedimos lo acepta. Normalmente aceptamos, como tuve que aceptar también ser presidente, además de ser cardenal de Barcelona o arzobispo de Barcelona y de tantas cosas. Pero es un servicio.
–Desde su atalaya de Cardenal y de arzobispo de la Diócesis de Barcelona, ¿cuáles cree usted que son las causas de la polarización política que vive ahora mismo España?
Vivimos en una sociedad donde se prima mucho el individualismo y eso no es bueno
–Es complicado decir con precisión las causas. Vemos los frutos de la polarización, que no es buena, y yo creo que no debemos vivir en momentos de confrontación, sino de unión, de unir fuerzas. Mire, yo pongo siempre un ejemplo para entenderme, que es un ejemplo en Cataluña y sobre todo en Barcelona. Me refiero a la organizaron en el año 92 los Juegos Olímpicos. Todos coinciden en que fueron un modelo de cómo confluyeron administraciones, instituciones, asociaciones en un mismo objetivo y todos fueron en la misma dirección y transformaron la ciudad de Barcelona, sobre todo el puerto y la Ciudad Vieja. Fue un magnífico escenario de la transformación. Me pregunto si esto no lo podemos hacer en un Estado español, entre todas las fuerzas políticas, todas las asociaciones, empresarios, padres de familia, colegios, etcétera, todos unidos para mejorar esta sociedad. Yo creo que sí. Y aquí no se trata de ser progre ni retrógrado. No, aquí se trata de mejorar nuestra querida España que todos amamos, pero trabajemos todos juntos, que creo que sería lo bueno y no nos veamos enemigos unos de otros, sino respetémonos con nuestra singularidad cada uno. Pero para el bien común.
–¿Cómo se puede articular ese compromiso público y político entre los católicos?
–Opino que nos tenemos que implicar más en la vida social. Vivimos en una sociedad donde se prima mucho el individualismo y eso no es bueno. Somos seres racionales y sociales, necesitamos de los demás. La Iglesia es asamblea y es comunidad y es familia. Yo creo que todo lo que sea potenciar esa comunidad es bueno, es la comunión. ¿Para qué? Para transformar la sociedad, mejorarla conjuntamente. Yo creo que esto redunda en bien de la evangelización. Los católicos tenemos que ser más apostólicos. Tenemos que tener la conciencia de que ese «Id y anunciad el Evangelio» no se dirige sólo a los obispos, a los curas o a los religiosos. Es para todos. «Id y anunciad la Buena Nueva de Jesús». Que eso es lo que han hecho siempre los padres de familia y los misioneros. Y eso es lo que tenemos que hacer. Debemos preguntarnos qué hacen las universidades católicas. Oiga, ¿esos profesores dónde están, que no se les oye? Entre los temas cruciales que se están planteando en la sociedad. Tenemos muchos profesionales en distintos ámbitos no católicos, como puede ser, yo que sé, la medicina puede ser la escuela pública. Oiga, sean testigos, no para imponer nada, sino para transmitir con su reflexión y con su estilo de vida la fe, que es fuego, que quema y que transforma. Y que lo tenemos que hacer cultura. Porque la religión, el mensaje de Jesús, tiene que llegar a hacerse cultura, como se ha hecho en el pasado y en todas las partes del mundo.
El Papa Francisco un hombre fácil, no pone ninguna pega. Siempre que necesita uno hablar con él, abre las puertas
–Cambiando de tercio ¿Cómo es su relación con él, con el Papa Francisco?
–Todos los obispos tenemos buena relación con el Papa, y más, si el Papa, además de ser el representante de Jesucristo en la Tierra, es de la lengua que nosotros hablamos, con lo cual tenemos más fácil, diríamos de entrada, el contacto con él. Todos los obispos y los cardenales, evidentemente, un poquito más, porque nos ha confiado trabajos en la Curia romana, tenemos relaciones cordiales. Es un hombre fácil. El Papa no pone ninguna pega. Siempre que necesita uno hablar con él, abre las puertas porque él quiere estar muy en contacto con todas las iglesias. Para España tiene un cuidado especial. Siempre dice «Mi querida España, mi querida España».
–Se le atribuye a usted todo el poder para nombrar a los obispos en España.
–¡Jesús, María y José! ¡Eso de todo el poder! No, el poder no lo tengo yo. La Congregación de Obispos, donde yo trabajo, recibe los materiales de propuesta de candidatos para obispos y quien lo gestiona es la Nunciatura. Entonces, la Nunciatura me envía el material y allí, la Congregación, de la que yo formo parte, toma decisiones. Ahora mismo en esa Congregación somos un grupo de casi treinta personas, incluidas tres religiosas propuestas por el Papa, con lo cual esa mirada femenina ayuda mucho. Entonces, cuando llega allí el material lo estudiamos y hacemos la propuesta que nos parece más válida. El Papa elige de los tres el que cree conveniente. O sea que no depende de mí. Al final la decisión es absolutamente del Papa. Lo que pasa es que en el lenguaje coloquial le atribuyen al pobre cardenal Omella todo lo que les da la gana.
–Usted fue el obispo responsable de Cáritas en España. ¿Qué le parece la reciente intervención del Papa de Cáritas Internacional?
–Le digo la verdad. No tengo un conocimiento exacto de lo que ocurrió. Parece ser, por lo que la carta que han mandado desde la Congregación, que es un tema laboral y que el Papa quiere reestructurar todo eso. Fíjese, en la Curia ha hecho un dicasterio que es para el del desarrollo humano y allí ha metido muchas asociaciones que tiene la Iglesia, entre ellas también Cáritas. Reestructurar todo eso supone que algunos vienen de una manera de trabajar y que ahora tendrán que cambiarla. No sé si ha habido resistencias y a lo mejor va por ahí, porque no parece que sea por problema de gestión económica.
–Hablemos ahora, cardenal, de las vocaciones. Hay una crisis evidente de vocaciones y un serio problema con el envejecimiento del clero.
–Es consecuencia de la secularización, es decir, de la pérdida de vivencia de la fe. Eso se traslada en menos apóstoles, menos catequistas, menos de todo. También hay que decir que si no hay natalidad es muy difícil que pueda haber sacerdotes, que pueda haber médicos, que pueda haber profesores, porque si el promedio de la natalidad es 0,8 o 1,2, es muy poco, se traduce en torno a un hijo por familia. Muy difícil que puedan salir curas y, repito, médicos y otros profesionales. Pero el problema es de fe. En España, por ejemplo, hemos tenido muchísimos sacerdotes, de los cuales muchísimos fueron a misiones, porque aquí ya teníamos casi cubierto todo el trabajo y ahora también han bajado los misioneros. Por eso tenemos un reto, el de seguir evangelizando. Sin embargo, se va trasladando el número de sacerdotes y el número de cristianos en otros continentes. La Iglesia no había tenido nunca tantos sacerdotes ni tantos cristianos. O sea que aquí tenemos menos, pero en el conjunto de la Iglesia universal, ese es un dato muy importante, no para de crecer. La última estadística nos dice que somos 1.360 millones de católicos, un crecimiento de algo más del uno por ciento en un año. Eso hay que decirlo, porque a veces creemos que la Iglesia se acaba, porque en mi pueblo ya no hay sacerdotes. Hay muchas iglesias, no nos fijemos sola en al española, yo le digo: el número de sacerdotes ha aumentado en el mundo.
–Son datos esperanzadores esos que usted nos ofrece.
–Ciertamente, lo son. He estado en China en dos ocasiones y el número de católicos es de más de 20 millones, a pesar de toda la persecución que ha habido allí.
–¿Qué le falta de atractivo a la Iglesia Católica para atraer a los jóvenes?
–¿De quién hablamos? ¿Del cura de mi pueblo? ¿De la diócesis, que está presidida por el obispo? ¿Hablamos del Papa? Mire usted, el Papa Francisco, por ejemplo, tanto suscita en algunos un cierto rechazo porque le ven demasiado abierto, como entusiasma, ya que hay cantidad de gente que es seguidora de él y admiradora de su pontificado, justamente porque es un hombre abierto. Es un hombre que habla de los temas de la vida, que busca la relación con otras confesiones, con las periferias… Esta es la Iglesia que tiene las ventanas abiertas que yo quiero. Mire usted, si el cura conecta con la gente, con los jóvenes, la gente va a misa y la gente se apunta a ser cristiana. Si el cura es un poco raro o el obispo, pues ya lo hemos fastidiado. Todo depende cómo vivimos nosotros. La coherencia es muy trascendente en todo esto. El Papa Pío XII, y estoy hablando de antes del Concilio, decía «si en el mundo hay ateos es porque no lo hacemos bien los cristianos». ¿Qué tendríamos que hacer la Iglesia Católica? Pues vivir con más coherencia nuestra fe y a veces nos falta eso. Yo me pregunto, yo Obispo, usted cristiano, ¿vivimos con coherencia nuestra fe? Creo que ahí es donde tenemos que aprender a ser más coherentes y más valientes, y, con humildad, vivir nuestra fe. ¿Que hay dificultades? Más confianza en el Señor, que es quien guía a la Iglesia. Y entonces sí que la gente se apunta. No olvide aquella frase de Tertuliano: «Sangre de mártires, semilla de nuevos cristianos». Yo creo que en este momento necesitamos, y la Iglesia necesita, más testigos valientes, humildes pero gozosos.
–Hablemos un poco de política: desde su experiencia como arzobispo en Barcelona, ¿cómo vive el desafío independentista?
Hemos ahondado en la idea de que estamos llamados a evangelizar hoy y contar más con los laicos
–La Iglesia siempre tiene una finalidad que es servir y acompañar al pueblo, al pueblo de Dios, al pueblo allí donde esté. Si le toca estar en Cuba, pues ellos se adaptan a la situación que allí se vive y si les toca estar en Rusia o en Ucrania, lo mismo. La Iglesia Católica está con los rusos y con los ucranianos, pero siempre sabiendo que hay una llamada a la universalidad, porque no es una iglesia nacional. Es una Iglesia abierta, pero encarnada en la realidad. Yo creo que eso es lo que tenemos muy claro los cristianos también allí en Cataluña. Otra cosa es las opciones políticas, y ahí cada uno puede tener las suyas. Pero la Iglesia como tal es acompañar al pueblo, caminar con el pueblo, ser testigos del pueblo y abrirse a la universalidad para evangelizar a todos en comunión con otras iglesias y a través de la comunión..
–Una última pregunta. Después de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, tras la atención mediática suscitada, ¿qué podemos concluir de su desarrollo?
–Le voy a hablar de dos niveles: uno en los pasillos, donde hablamos mucho los obispos de una cosa y de otra, y yo he notado porque me lo dicen, que somos una asamblea donde vemos que hay comunión serena y vamos trabajando con serenidad con cada uno de los asuntos que nos ocupan. Cada uno de los obispos aporta su punto de vista, pero con un gran respeto. Yo creo que eso es un elemento muy importante. Un segundo nivel es el que nos ocupa en el trabajo del día a día y ahí hemos ahondado en la idea de que estamos llamados, después del Congreso de Apostolado Seglar, que fue tan gozoso de toda España, a evangelizar hoy y contar más con los laicos. Yo me he quedado encantado. Y al final les he puesto un ejemplo y un testimonio, el del misionero. Los Padres Blancos, por ejemplo, que fueron a evangelizar el África subsahariana, el cardenal Villar, y que era el fundador de los Padres Blancos Misioneros de África, les dijo: «Vayan a evangelizar; lo primero de todo, aprendan la lengua, aprendan la cultura y anuncien con valentía a Jesucristo. Pero no se olviden de rezar y de ser apóstoles valientes y rezar, porque tienen que ser, como decía San Ignacio de Loyola, apóstoles, trabajadores y contemplativos». Es la oración y el trabajo. Y si esto lo hacen con alegría, eso dará fruto. De esta Asamblea plenaria, gozoso de la comunión y gozoso de ver el espíritu dinamizador evangelizador, que también hemos sentido en los obispos desde la base que nos empujan a ser esperanzados en la evangelización, porque esos son los brotes verdes que se ven en nuestra Iglesia con todas sus deficiencias. Y en esta Iglesia, o en esta sociedad secularizada, hay brotes verdes que nos llenan de esperanza.