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'Abraham y los tres ángeles' de Marc Chagall

'Abraham y los tres ángeles' de Marc Chagall

¿Qué significado tienen los colores en la Biblia?

Los colores hablan, pero para hacerlo necesitan nutrirse del significado que las personas les demos

Los colores por sí mismos no hablan. Sin embargo pueden llegar a hacerlo con nuestra ayuda. El color blanco, por sí mismo, no dice nada. Pero si lo encontramos sobre un soporte textil y en un contexto bélico da un mensaje claro, y aporta un significado que el emisor sabe que conocerá el receptor. Asimismo el color rojo no aporta información alguna de por sí, sin embargo si este color es proyectado lumínicamente por un semáforo, el conductor recibe un mensaje muy claro: «no pasar». Los colores, pues, hablan, pero para hacerlo necesitan nutrirse del significado que las personas les demos.

Expresar lo inexpresable

Marc Chagall

Marc Chagall

Una escena cinematográfica arrojará certera luz a lo que pretendemos expresar. En la genial película Desayuno con diamantes de 1961, la encantadora e ingenua protagonista Holly –interpretada por una estelar Audrey Hepburn– le pregunta a su nuevo vecino Paul –un jovencísimo George Peppard que aún no había reunido al Equipo A–, a quien ella llama Fred, si conoce esos días en que todo se ve de color rojo, a lo que Paul responde que querrá decir negro (azul en la versión original), a lo que Holly responde: «No, se tiene un día negro cuando una engorda o porque ha llovido demasiado. Estás triste y nada más. Pero los días rojos son terribles. De repente se tiene miedo y no se sabe por qué». Es una manera extraordinaria, o al menos la que utilizó Truman Capote en su novela Breakfast at Tiffany’s, de evidenciar cómo el ser humano ha tenido la necesidad de expresar lo inexpresable mediante colores.

Marc Chagall

Marc Chagall

Cuatro colores

Como demuestra esta magnífica escena de Desayuno con diamantes, los colores reciben de las personas un significado, y toman todo tipo de carga conceptual. Y esto no es cosa nueva. Un ejemplo algo más antiguo lo vemos en el libro del Apocalipsis, donde la simbología de los colores está presente de manera muy evidente en el capítulo sexto, cuando el Cordero Místico comienza a romper los Siete Sellos que cierran el libro de los secretos divinos y se da pie a la aparición de los Cuatro Jinetes a la voz de los Cuatro Vivientes (Ap. 6, 1-8): el primero, montando un caballo blanco, el segundo a lomos de uno rojo, el tercero sobre uno negro, y el cuarto, cuya traducción posiblemente sea la más controvertida, cabalga uno verdoso, o amarillo verdoso, o pálido. Actualmente es posible que los colores de los caballos de los Cuatro Jinetes apocalípticos no nos aporten información alguna, a excepción de los versados en arte, estética, iconografía… Pero en el siglo I d.C., en el ámbito mediterráneo esos cuatro colores tenían significados claros que todo el mundo podía identificar, y esto se debía a los objetos en los que cualquier persona podía encontrar dichos colores.

¿Por qué, por ejemplo, en el original del Apocalipsis, escrito en griego, encontramos el término χλωρός, que hace referencia a algo que pierde el color, que palidece, y que san Jerónimo tradujo en la Vulgata por pallidus, mientras que en las traducciones actuales a las lenguas vernáculas encontramos términos de color propiamente dicho como «amarillo», «verdoso» o «verde amarillento»? Porque para los antiguos el rojo no era rojo por sí mismo, sino que era la capa de un militar, o la sangre derramada en la guerra. Ni el «verde amarillento» era otra cosa que un cadáver amortajado y preparado para el funeral al que los días iban degradando el color de la faz, otorgándole una tonalidad muy concreta. Era la realidad percibida por los sentidos la que daba nombre a los conceptos de color, y no al revés. A la luz de esta visión, ¿es lo mismo decir «verde» que «pálido», teniendo en cuenta que el jinete que monta el caballo de dicho color «se llamaba Muerte, y el Hades le seguía» (Ap. 6, 8)?

Según parece, los antiguos no pretendían catalogar una tonalidad concreta cuando utilizaban términos que denotaban color, sino más bien evocar al lector una realidad que seguramente había vivido o conocía, incluso objetos o animales que podía tener en su entorno inmediato, para transmitirle con la mayor viveza y veracidad posible cómo era el color de un soporte determinado. Cuando el evangelista utiliza el término χλωρός para describir al caballo que monta el Cuarto Jinete, lo que quiere transmitir es que es un ser muerto recientemente, macilento incluso. Muchísimo más evocador que utilizar términos como «verde» o «amarillo».

Marc Chagall

Marc Chagall

En la actualidad los colores han tomado su propio significado –uno mucho más técnico y trivial, cabría añadir– que se ha independizado de la visión humana. Se ha convertido en otra ciencia, empírica e incuestionable, como todo hoy en día, y ya no están intrínsecamente unidos a las realidades cotidianas del ser humano. Si preguntásemos por la calle por qué el «azul marino» recibe ese nombre, o de dónde procede el «verde caqui», ¿ qué contestaría? Parece más necesario que nunca realizar investigaciones serias en torno al lenguaje del color que no dejan de formar parte de la persona y de su concepción del mundo a lo largo del tiempo. Porque no es lo mismo que «el sol se oscurezca» que «el sol se vuelva negro o rojo», lo primero podría indicar desde una simple ocultación del sol por las nubes hasta la brevedad de la luz invernal, mientras que lo segundo podría denotar, por ejemplo, un eclipse, fenómeno de cuerpos celestes que puede sumar o restar fiabilidad a dataciones, e incluso situar sucesos históricos. No es lo mismo que una oveja sea «oscura» que sea «negra», pues es de sobra conocido lo que implica que a uno lo cataloguen como la «oveja negra» de la familia.

Comprender los colores

Así pues, los colores han de ser reevaluados y redefinidos, como en cierta manera hacía Holly en Desayuno con diamantes, pero sobre todo deben ser estudiados y comprendidos en profundidad, preferentemente desde sus orígenes, como en el caso de los colores presentes en la Biblia. A este respecto, la investigación dedicada al tema es fundamental para el conocimiento integral no solo de los conceptos de color en sí mismos y su interpretación, sino también de las propias obras y autores antiguos.

Hay que destacar a este respecto esfuerzos como el llevado a cabo por el Grupo LECOBI – El lenguaje del color en la Biblia, Grupo de Investigación Reconocido de la Universidad CEU San Pablo, liderado por la doctora Lourdes García Ureña e integrado por profesores e investigadores de distintas áreas de conocimiento (filología clásica, semítica, hispánica; historia antigua; historia del arte; teoría del color; teología), que trata de abordar el ámbito del color en la Biblia mediante una metodología multidisciplinar e interdisciplinar, para dar valioso fruto en forma de seminarios, publicaciones académicas y artículos divulgativos que ofrezcan al público más general el significado del lenguaje del color en los textos bíblicos.

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