Cuando la muerte no es el final, pero se sufre el miedo y la angustia
¿Qué esperanza tenemos los cristianos ante este misterio? ¿Cómo podemos vivir nuestra fe en medio del dolor y la pérdida?
La muerte es una realidad que nos afecta a todos, no se crean los que van de semidioses que van a cerrar ellos la puerta, cuando se marche el último. Creo que la muerte, es una de las incógnitas que más quebraderos de cabeza nos trae, nos plantea muchas preguntas sobre el sentido de la vida y el destino de nuestra alma y hay preguntas que son muy necesarias tener en cuenta ¿Qué hay después de la muerte? ¿Qué esperanza tenemos los cristianos ante este misterio? ¿Cómo podemos vivir nuestra fe en medio del dolor y la pérdida?
¿Final o comienzo?
Para los cristianos, la muerte no es el final, sino el comienzo de una vida nueva y eterna junto a Dios. La muerte es consecuencia del pecado, pero Dios nos ha salvado por medio de su Hijo Jesucristo, que murió en la cruz y resucitó al tercer día. Él nos ha abierto las puertas del cielo y nos ha prometido que volverá a llevarnos con él. Por eso, los cristianos tenemos la certeza de que Dios nos ha creado por amor y para el amor, y que nos espera en su gloria.
Los cristianos sabemos que el dolor es humano y que forma parte de nuestra condición de peregrinos en este mundo
Dolor inevitable
Pero esto no significa que ignoremos o neguemos el dolor que nos produce la muerte de nuestros seres queridos o la nuestra propia. Al contrario, los cristianos sabemos que el dolor es humano y que forma parte de nuestra condición de peregrinos en este mundo. También sabemos que Cristo está con nosotros en nuestras penas y que nos ofrece su consuelo y su gracia. Él nos invita a unir nuestros sufrimientos a los suyos, para participar de su redención y ofrecerlos por la salvación de las almas.
«Ven, siervo bueno y fiel; entra en el gozo de tu Señor»
Qué esperan los cristianos
Los cristianos también sabemos que la muerte no rompe los lazos de amor que nos unen con nuestros difuntos. Ellos siguen vivos en Dios y podemos comunicarnos con ellos por medio de la oración. Podemos pedirles su intercesión y ofrecer por ellos nuestras obras y sacrificios, especialmente la santa misa, para ayudarles a purificarse y entrar en el cielo. Así, mantenemos viva la esperanza de reencontrarnos con ellos algún día en la casa del Padre.
Por todo esto, los cristianos podemos esperar a la muerte con serenidad y confianza, sin miedo ni angustia. Podemos prepararnos para este momento decisivo de nuestra existencia viviendo según el Evangelio, cumpliendo los mandamientos, recibiendo los sacramentos y practicando las obras de misericordia.
Podemos también aprovechar cada instante de nuestra vida como un regalo de Dios y como una oportunidad de amarle y servirle en nuestros hermanos. Así, estaremos listos para entregarle nuestra alma cuando él nos llame y para escuchar su voz que nos dice: «Ven, siervo bueno y fiel; entra en el gozo de tu Señor» (Mt 25, 21).