La Camáldula de Monte Corona funda en una dehesa cordobesa su segunda comunidad en España
El padre Pablo Gordillo se afana, junto con el padre Luis Alfonso, en la constitución de esta nueva comunidad, y comparten con El Debate estos días de intensos preparativos
En Córdoba, entre Villaralto e Hinojosa del Duque, en el que la oración, la soledad y la contemplación serán alabanza constante a Dios. En este enclave, donde la fe en Cristo se ha proclamado en la gente laboriosa y sencilla del campo, donde la creación ofrece tierra de labor, se establece ahora una nueva comunidad de la Congregación de Eremitas Camaldulenses de Monte Corona.
La orden de la camáldula es una rama de la orden de san Benito, fundada por el monje Romualdo en el siglo XI en la Toscana, Italia. Su nombre proviene de Camaldoli, el lugar donde Romualdo estableció su primera comunidad de ermitaños. La orden se caracteriza por combinar la vida solitaria con la vida comunitaria, siguiendo la regla de san Benito y el modelo eremítico. Los camaldulenses visten una túnica blanca y se dedican a la oración, el estudio y el trabajo manual
Las comunidades cuentan con doce celdas individuales, donde los monjes viven en soledad y silencio, rodeados de naturaleza. Solo se reúnen tres veces al día para celebrar la liturgia de las horas y una vez a la semana para compartir sus experiencias.
Esta magnífica noticia coincide con la celebración, el pasado 19 de junio, del centenario del que hasta ahora ha sido el único Yermo camaldulense en España: el Yermo de Nuestra Señora de Herrera, en la localidad burgalesa de Miranda de Ebro. Al cien por cien de su capacidad, este cenobio tiene sus doce casitas habitadas, una por ermitaño, y ya no puede acoger a las nuevas vocaciones que están llegando a este desierto de contemplación.
Acogidos por el obispo de Córdoba
El padre Pablo Gordillo agradece la acogida generosa de la Diócesis de Córdoba.
«Esta fundación surgió en un momento en el que la primera comunidad que tenemos en España no tenía lugar para recibir las vocaciones que había. La congregación pensó en la necesidad de buscar un sitio donde hacer una nueva fundación, pero somos una comunidad muy pobre y no teníamos medios materiales. El obispo de Córdoba, D. Demetrio Fernández, nos acogió con mucha generosidad y con mucha alegría de poder tener una presencia contemplativa eremítica en la Diócesis. Para nosotros supone una gran responsabilidad el responder a la acogida que se nos ha prestado. La vemos como una bendición de Dios y tenemos el gran deseo de que nuestra Comunidad sea fermento de santidad en la Iglesia de Córdoba».
D. Demetrio Fernández ha definido este Yermo como «un oasis para el encuentro con Dios. La vida contemplativa es el fundamento y el soporte de toda actividad pastoral».
Instalados ya en el nuevo Yermo de la Inmaculada, los padres Pablo Gordillo y Luis Alfonso, saben, como el beato Pablo Giustiniani, donde se encuentra la felicidad más grande y ya a recibir peticiones de personas interesadas en pasar unos días con ellos con un fin vocacional. «Lo que deseamos es que sea una comunidad fiel a este carisma y dé gloria a Dios y que, a través de la ofrenda de su vida sea fermento de santidad en la Iglesia de Córdoba y en la sociedad en la que vivimos», explica el padre Pablo Gordillo, cuyo testimonio es compartido gracias a la Fundación DeClausura.
La intimidad con Dios de la Camáldula
La vida camaldulense es una llamada a la intimidad con Dios, a la renuncia al mundo y a la entrega total a la voluntad divina. Los monjes buscan ser testigos del amor de Dios en medio de un mundo agitado y secularizado. Su vocación es también una forma de intercesión por la Iglesia y por toda la humanidad.
La orden de la camádula no es muy conocida en España, pero tiene una gran demanda vocacional. Según el prior del monasterio, fray José Luis Codes, hay una lista de espera de unos 20 jóvenes que quieren ingresar en la comunidad. Sin embargo, el proceso de discernimiento es largo y exigente, pues se requiere una madurez humana y espiritual para abrazar este estilo de vida. Además, el monasterio no tiene capacidad para acoger a más monjes, por lo que se plantea la posibilidad de fundar otra casa en el futuro.
Los camaldulenses ofrecen también la oportunidad de compartir su experiencia a los laicos que desean hacer un retiro espiritual. El monasterio dispone de unas habitaciones para hospedar a los visitantes que quieren pasar unos días en oración y silencio, siguiendo el ritmo de los monjes. Así, se crea un vínculo entre la vida contemplativa y la vida activa, entre el desierto y la ciudad.
La orden de la camáldula es un tesoro escondido en la Iglesia, que mantiene viva la llama del amor a Dios y al prójimo. Su presencia en Córdoba es un signo de esperanza y de alegría para todos los que buscan a Dios con sinceridad.