Día de Todos los Santos
Día de Todos los Santos
¿Por qué hay que rezar por las almas de los difuntos?
Es una jornada en la que los cementerios se llenan de familiares que van a visitar a sus difuntos para llevarles flores y dedicarles unas oraciones
En este día 1 de noviembre la iglesia celebra una fiesta solemne por todos los difuntos. Es lo que conocemos como el Día de Todos los Santos pero, ¿por qué rezamos por ellos? La fiesta se celebra porque los difuntos han superado el purgatorio y han obtenido la visión beatificada que les hace gozar de la vida eterna en la presencia de Dios.
No solo se celebra en honor a los beatos o santos que están canonizados, se celebra también en honor a todos aquellos difuntos que viven ya con Dios.
Es una jornada en la que los cementerios se llenan de familiares que van a visitar a sus difuntos, llevarles flores y dedicarles unas oraciones. También en la iglesia se celebra una misa especial en honor de aquellos que ya no están entre nosotros.
Origen de la festividad
El papa Gregorio III impulsó esta medida cuando fue pontífice y consagró una capilla en la Basílica de San Pedro en honor a todos los santos. El origen se remonta hace 1.300 años y la fiesta eminentemente religiosa se ha convertido en una tradición cristiana.
La finalidad era que todos los santos fueran venerados una vez al año. Más tarde, en el siglo IX, el papa Gregorio IV extendió la celebración en el 835.
El día 1 de noviembre se eligió también por la Iglesia Católica por la Gran Persecución de Diocleciano, en el siglo IV. Con esto se quería honrar a miles de mártires por el asedio romano que tuvo lugar aquel día.
Celebración en otros países
Pese a que en algunos países como Estados Unidos no es un día festivo, en España, Francia o Alemania la gente no tiene que ir a trabajar y los negocios están cerrados.
En Filipinas el día va más allá de recordar a los santos, como en España. Las familias aprovechan para orar, llevarles flores y otras ofrendas.
Qué hacer en el Dia de Todos los Santos
Es un momento excelente para compartir con los más jóvenes de la familia recuerdos y anécdotas de aquellos que ya no están. Sobre todo, no hacerlo con tristeza sino con alegría porque, aunque se hayan ido, siguen en nuestro recuerdo todos los días.
