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Adeste, fideles fue compuesto en 1743

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Navidad 2023

El villancico cuya protagonista es el instrumento más típico de la Navidad

Que un villancico empiece con el verso: «Una pandereta suena» -y que sea su título- es suficiente ya para trasladarnos al ambiente navideño

Una pandereta suena

Una pandereta suena,
una pandereta suena,
yo no sé por donde irá.

Sal mirandillo,
arandandillo.
Sal mirandillo
arandandá.
Cabo de guardia
alerta está.

No me despiertes al Niño,
no me despiertes al Niño,
que ahora mismo se durmió.

Sal mirandillo,
arandandillo.
Sal mirandillo
arandandá.
Cabo de guardia
alerta está.

Que lo durmió una zagala,
que lo durmió una zagala,
como los rayos del sol.

Sal mirandillo,
arandandillo.
Sal mirandillo
arandandá.
Cabo de guardia
alerta está.

Tuvo su pecho tan dulce,
tuvo su pecho tan dulce
que pudo dormir a Dios.

Sal mirandillo,
arandandillo.
Sal mirandillo
arandandá.
Cabo de guardia
alerta está.

Si hay un instrumento de percusión que se asocia con la Navidad, ese es precisamente la pandereta: un aro de madera o metal y forma circular, cubierto por una piel lisa y estirada, y que contiene un conjunto de sonajas o chapas metálicas que producen un sonido o bien agudo, o bien algo más apagado si se golpea esa piel delgada; un instrumento que connota alegría y es muy apropiado para cantar villancicos ante un belén. Y que un villancico empiece con el verso: «Una pandereta suena» -y que sea su título- es suficiente ya para trasladarnos al ambiente navideño.

Como sucede muchas veces, el pegadizo estribillo, repetido cuatro veces, pone una nota jocosa a base de llamativos enlaces de palabras que, más que un significado concreto, se cargan de sugerentes efectos auditivos, por la eufonía de sus paronomasias («mirandillo/arandandillo»; mirandillo/arandandá”), que incluso se ven potenciadas por la rima asonante aguda («arandandá/está»); un juego de palabras que destaca tanto más por el hecho de que se envuelve en la atmósfera alegre del sonido de la pandereta; y todo ello para expresar que un «cabo de guardia» se encuentra lo suficientemente alerta como para vigilar que nadie despierte al Niño que duerme.

Lo peculiar de este villancico es cómo se concibe la disposición de los tres octosílabos que conforman cada una de las cinco estrofas de que se compone. Los dos primeros versos se repiten a sí mismos, en un claro ejemplo de «repetición léxica múltiple», tan presente en la poesía popular, con lo que puede seguirse sin dificultad la progresión temática: «Una pandereta suena (estrofa 1)… “No me despiertes al Niño» (estrofa 2)… «Que lo durmió una zagala» (estrofa 3)… «Tuvo su pecho tan dulce» (estrofa 4). Y seguidamente se añade un tercer verso sin rima, pero terminado en palabra aguda: «yo no sé por dónde irá» (estrofa 1), «que ahora mismo se durmió» (estrofa 2), «como los rayos del sol» (estofa 3), «que pudo dormir a Dios» (estrofa 4). Y esa zagala de pecho «tan dulce» -la Madre de Dios-, arrullándolo, logró que el Niño Dios se durmiera. Y esa dulzura, trasladada a su pecho, es el único adjetivo presente en el texto, que se asemeja a una nana.

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