«No es un trabajo, es mi casa»: Cáritas transforma vidas con sus contenedores de ropa
Cerca de 70.000 personas se beneficiaron en 2023 de sus programas de inserción laboral
Georgina es una de esas personas a las que Cáritas le cambió la vida. «Son mi familia», dice. Con 44 años y tras 26 en España, trabaja en el equipo de control de calidad de la planta de Koopera de Valencia tras acabar su período de inserción laboral por una oferta de promoción interna. «Aquí he crecido como persona, antes era muy diferente», asegura.
Cuando llegó al país tuvo que abandonar sus estudios y su trabajo en una residencia para poder ocuparse de sus hijos. Tras un «momento muy difícil de su vida» tuvo que acudir a Cáritas. Durante ese tiempo se ha formado en recursos humanos y aún continúa estudiando. «Cuando me ven no me conocen, me ven cambiada, incluso en la manera de hablar y de expresarme», revela.
Formación para encontrar un trabajo
Desde hace más de 50 años, Cáritas trabaja para la incorporación laboral de quienes acuden vulnerables a las parroquias de toda España. Estas personas tienen una tasa de desempleo hasta siete veces superior que el resto de la población activa. Durante el 2023, 68.065 personas han participado en sus programas de inserción laboral que, además, forman parte de su proyecto de economía solidaria. Un total de 13.266 han conseguido acceder a un empleo.
Valencia es uno de los lugares en los que la institución trabaja con personas como Georgina nutriendo a la Moda re-, que nace en 2020 y opera en más de 140 puntos de venta en toda la geografía nacional. En ellos tratan de dar una segunda vida a toda esa ropa que los ciudadanos depositan a los contenedores rojos (en Valencia, naranjas, a petición del ayuntamiento).
Acompañamiento espiritual
Karla llegó a España hace apenas dos años desde El Salvador. Acudió a una iglesia valenciana, donde le hablaron de Cáritas. «Formé parte del proyecto ropero y el de comida», cuenta. No se conformó con eso, sino que se inscribió en el programa de capacitaciones, recibiendo formación en logística, en manipulación de alimentos, cocina española y bioética en los cuidados de personas mayores.
«Se creó un grupo de todos los que llegábamos no solo de amigos, sino de compartir la fe. No solo he logrado mejorar mi situación económica, sino mantener las tradiciones de mi fe que les he inculcado a mis hijos», ha comentado. Actualmente, está trabajando con un contrato de inserción como conductora en el área de recogida de ropa.
«No hay milagros, pero pocos abandonan»
Las personas que allí acuden son personas con heridas muy profundas. Uno de los técnicos de acompañamiento a la inserción de la planta Koopera, Manuel Matute, detallaba que «algunas mujeres vienen víctimas de trata, gente que acaba de resolver asuntos judiciales o con adicciones». Sin embargo, su trabajo consiste en olvidar el pasado y mirar a su presente y su futuro con el deseo de salir adelante. «Nuestra tarea es de dar herramientas de formación y adquirir competencias que muchas veces son muy básicas», comenta.
La legislación vigente en la materia de empresas de inserción establece que el período de acompañamiento se alargue durante tres años. «Aspiramos a que no lleguen, que en un año puedan volar, para nosotros eso es un éxito. Hay veces que necesitan más, pero la ley no nos lo permite», proseguía.
Junto a los técnicos de producción, encargados de la parte laboral, estos «educadores» les ofrecen su apoyo, comprensión y empatía, para mostrarles que no están solos pese a las dificultades de su vida. «Aquí no se producen milagros, pero muy pocos abandonan. La gente de aquí ha tocado fondo y viven muy motivados con muchas ganas de salir adelante», asegura. En ese sentido, ha reclamado a la ciudadanía concienciación a la hora de desechar su ropa, ya que ayuda a proyectos solidarios como este, y a las empresas privadas a que derriben sus prejuicios y ofrezcan trabajo «a personas que merecen una oportunidad».