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Ignacio Crespí de Valldaura

¿Qué es el distributismo de G.K. Chesterton?

Más personas podrán desarrollar sus talentos innatos, en vez de sentirse forzadas a desempeñar oficios que no se encuentren en avenencia con sus dones naturales

Actualizada 09:18

Tanto Hilaire Belloc como el padre Vicent McNabb fueron dos báculos en los que se apoyó G.K. Chesterton para propagar el pensamiento distributista; el cual no se puede considerar una utopía, ensoñación o quimera.

El distributismo no es un ideal irrealizable, que orbita en las nubes de un mundo teñido de color rosa. Aboga por impulsar, que no imponer desde el estado, la figura del pequeño comerciante; quien, a ser posible, también, sea artesano, creador de los productos que comercializa. De este modo, más personas podrán desarrollar sus talentos innatos, en vez de sentirse forzadas a desempeñar oficios que no se encuentren en avenencia con sus dones naturales.

Desde el distributismo se persigue aminorar la plusvalía de una manera más conveniente y menos utópica que la que proponía Karl Marx, de tal modo que cada cual perciba un jornal en función de lo que produce para su propio negocio; en aras de recibir una retribución más justa que trabajando para otro, por cuenta ajena.

La aspiración distributista no es una utopía, porque no se postula favorable a fabricar un mundo ideal en el que todos sean emprendedores; pero sí que se inclina por facilitar, en la medida de lo posible, la proliferación de los pequeños comerciantes y de las empresas familiares, con el objetivo de endulzar las injusticias del sistema capitalista, sin tratar de intervenirlo (o interviniendo en él en casos excepcionales, de especial gravedad).

En síntesis, no es una teoría macroeconómica, sino un cúmulo de pautas; no obedece a la instauración de un sistema político, sino que consiste en un modo de hacer pedagogía entre las gentes de manera privada, sin recurrir a los resortes u intromisiones estatales. Como se puede percibir, no comulga con el socialismo, puesto que su desarrollo implica un mercado que funcione, por lo que se trata de un correctivo del capitalismo.

Con lo dicho, se puede deducir, con penetrante nitidez, que Chesterton se mostró abiertamente reticente tanto al ‘ismo’ del socialismo como del capitalismo; Este desapego se debía a que consideraba a ambas doctrinas como usurpadoras de la propiedad; la socialista, por extirparla desde el intervencionismo estatal; la capitalista, por permitir que los poseedores de grandes capitales, al abusar de su superioridad económica, se terminasen apropiando de todo.

Esta aversión de G.K. Chesterton hacia el socialismo y el capitalismo fue un bastión compartido con su hermano Cecil, quien ayudó a Hilaire Belloc a escribir El estado servil; una obra publicada en 1912, muy crítica en estos términos y de signo puramente distributista.

Esta mentalidad distributista, de fuerte inspiración católica, abonó el terreno de la creación de múltiples cooperativas con nombres de santos, las cuales gozaron de un gran predicamento en los años veinte, treinta y cuarenta del siglo XX. También, tuvo su apogeo en sociedades pequeñas, mayoritariamente de corte rural (algo que facilita, en mi opinión, atmósferas parecidas al Hobbiton de J.R.R Tolkien). Dio lugar a la creación de sindicatos católicos, de algunos medios de difusión (como el Worker Journal), y de agrupaciones de mineros y trabajadores en el norte de Inglaterra.

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