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Ignacio Crespí de Valldaura

¿Por qué 'Ortodoxia', de Chesterton, es mi libro favorito?

Del cristianismo, dice que es el único marco para la libertad pagana (la de bailar y beber vino). Algo similar aseveró Hilaire Belloc en estos términos: «allí donde brilla un sol católico, siempre hay alegría, música y buen vino»

Actualizada 09:18

'Ortodoxia', de G.K. Chesterton, es un libro que debería ser de lectura obligatoria en todas las universidades. De entre el inabarcable elenco de reflexiones que atesora, voy a limitarme a exponer las que me han resultado más atrapantes y cautivadoras.

Entre sus aforismos más rescatables, es preciso traer a colación los siguientes: «El mundo moderno está repleto de antiguas virtudes cristianas desquiciadas, que se han desquiciado porque se han separado de las demás y ahora vagan solas»; «la tradición es la democracia de los muertos».

Otra de las reflexiones chestertonianas más características es que es tan fácil ser un hereje y siervo de las modas como lo es ser un esnob. Aquí se puede percibir, de manera clarividente, su sentido del humor.

En lo tocante al conservadurismo, Chesterton sentencia que el conservador es alguien que conserva un poste blanco, pero sin darle una capa de pintura, por lo que se termina volviendo negro; por ello, se inclina más por el restaurar que por conservar, a lo que agrega que la restauración es la verdadera revolución.

Otra de sus teorías desarrolladas, con inefable comicidad, consiste en que mientras el optimista piensa que todo está bien menos el pesimista, el pesimista cree que todo está mal excepto él.

A esto, cabe agregar dos advertencias muy graciosas que le hace al lector: la primera, lo peligroso que resulta discutir con un loco, dado que el mismo no se tropieza con el obstáculo del buen juicio; la segunda, que los hay que lo relativizan tanto todo que terminarán discutiendo si la hierba es verde (algo que, además de cómico, me parece sumamente profético).

G.K. Chesterton era un experto de pro en mitología y politeísmo; algo queda constatado en varios de sus escritos, y en concreto, en un capítulo de Ortodoxia, titulado Ética en el país de los elfos. Una de las cosas más llamativas de este texto es que dice que los antiguos paganos, en su error, eran más racionales que los racionalistas modernos; puesto que mientras estos últimos se conforman con una ley científica para responder a los grandes enigmas, los que albergaban creencias mitológicas, al menos, perseguían respuestas más profundas, aunque estuviesen fundadas en la magia, el encantamiento y el hechizo.

Este pensador inglés demuestra que la racionalidad de los racionalistas modernos es limitada con un ejemplo excelente: alega que un matemático, al ver que una persona tiene dos brazos, dos piernas y dos orejas, llegaría a la conclusión, apoyado en su lógica inmediata, de que, también, habría de tener dos cerebros, cabezas, narices y bocas.

En lo atinente a los ataques al cristianismo, los enemigos de la fe caen en la irracionalidad de condenar a la Iglesia por una cosa y la contraria; por su exceso de pompa y de sobriedad; por estar demasiado unida y fragmentada; abierta al mundo y cerrada al mismo; simple y compleja; brillante y deslustrada; etcétera.

Sobre Nietzsche, Chesterton señala que era dado a eludir los grandes dilemas éticos con metáforas; con su proverbial «más allá del bien y del mal», huía del penetrar, a nivel filosófico, sobre el significado del bien y del mal; con su quimera del 'superhombre', escapaba de abordar, con hondura, el misterio de la felicidad.

Una de las reflexiones más icónicas estampadas sobre esta obra -Ortodoxia- reza que el cristianismo es ese credo capaz de separar al crimen del criminal. A este respecto, Chesterton afirma que los cristianos han de tener la capacidad de amar y odiar al mundo al mismo tiempo.

Del cristianismo, dice, además, que es el único marco para la libertad pagana (la de bailar y beber vino). Algo similar aseveró Hilaire Belloc en estos términos: «allí donde brilla un sol católico, siempre hay alegría, música y buen vino».

En lo concerniente a la humildad, este literato indica que «los ángeles pueden volar, porque se toman a sí mismos a la ligera» (y los pájaros lo hacen debido a que la fragilidad es fuerza). En consecuencia, los grandes santos han brillado por su levedad, y no por su poder de levitación. Para Chesterton, la seriedad –per se– no es una virtud, ni tomarse a uno mismo en serio; la seriedad es un vicio, aunque una herejía bastante sensata, matiza.

Tras ser testigos de este cúmulo de excelsos aforismos, no es de extrañar que G.K. Chesterton fuese considerado, por muchos, como 'el príncipe de las paradojas'.

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