Misa Pro Europa en la Catedral de Bruselas
La catedral se llenó de fieles de distintas edades y proveniencias, como suele suceder en cualquier evento que se celebre dentro del marco internacional en Bruselas
En una jornada cargada de emotividad y fervor religioso, la catedral de Bruselas acogió la celebración de una Misa pro Europa convocada por el gobierno de Hungría con motivo del inicio de su Presidencia del Consejo de la Unión Europea. El evento no solo destacó por la numerosa afluencia de personas de todas las edades, sino también por la calidad de las piezas musicales que lo acompañaron y los significativos momentos de unión y devoción que se vivieron.
Desde tempranas horas y a pesar de las lluvias torrenciales que marcaron la tarde, la catedral se llenó de fieles de distintas edades y proveniencias, como suele suceder en cualquier evento que se celebre dentro del marco internacional en Bruselas. Familias enteras, jóvenes y ancianos, se congregaron para participar en esta ceremonia que, más allá de su carácter religioso, simbolizó un acto de reafirmación de las raíces cristianas y los valores europeos. La afluencia de asistentes fue tan numerosa que las puertas de la catedral permanecieron abiertas durante toda la ceremonia para permitir la participación de todos los interesados. Fuera de la catedral se desplegaron al menos dos unidades de seguridad que controlaban la entrada al templo y vigilaban los alrededores.
Fiel al buen gusto musical del país que convocaba, la elección musical fue un aspecto central de la Misa, con un repertorio clásico cuidadosamente seleccionado. La Misa fue acompañada por el coro infantil de la catedral de San Miguel y Santa Gudula, y por un grupo musical húngaro que se había desplazado para la celebración. Interpretaron piezas sacras con maestría y piedad. Polifonía y acordes se fundieron y resonaron en la catedral durante toda la celebración, creando una atmósfera espiritual y de gran belleza litúrgica.
El momento culminante llegó al final de la ceremonia, cuando la organista interpretó el Himno de Europa, basado en la 9ª Sinfonía de Beethoven. Esta pieza, símbolo de unidad y esperanza, provocó que todos los asistentes se pusieran en pie, algunos visiblemente emocionados. La majestuosidad del órgano, la ejecución del himno europeo y la circunstancia de que Hungría enfrenta críticas por su firme postura en defensa de sus fronteras y su identidad cultural frente a una inmigración ilegal masiva que se le quiere imponer, hicieron que este momento fuera particularmente impactante. Así se comentó a la salida por parte de numerosos asistentes.
Tras la interpretación del Himno de Europa, todos los presentes, en un gesto de unidad y devoción, entonaron una Salve Regina. Este canto mariano, tradicional en las celebraciones católicas, reflejaba de nuevo una unidad debida al patrimonio espiritual europeo, más allá de ideologías políticas, situando a los asistentes en unas coordenadas más profundas y comunes, de fe y de esperanza en un futuro de paz y solidaridad para Europa, un futuro que se suplica y no se da por supuesto, ni se reduce a la seguridad económica.
La celebración religiosa organizada por la presidencia húngara de la UE no solo fue un evento de fe, sino también un acto de afirmación de la identidad europea y de sus raíces cristianas, destacando de paso el compromiso del pueblo húngaro con los valores que han cimentado Europa y por ella, Occidente. Hungría, a pesar de las críticas y las sanciones recibidas, ha sido el único país que ha optado por incluir una celebración religiosa de esta magnitud para inaugurar su presidencia.
Al invocar a los santos patrones de Europa y pedir por la paz de los pueblos, Hungría nos recordó a todos la riqueza de nuestras raíces cristianas y del espíritu que animó a los padres fundadores del proyecto europeo cuando firmaron el Tratado de Roma en 1957. Mientras otros países miran hacia otro lado, Hungría ha optado por reafirmar su identidad y sus raíces, que son también las del resto de países de la Unión Europea.
No solo pudimos vivir un momento de devoción, sino también fue un momento de gracia, en el que juntos recordamos la necesidad de preservar y defender los valores fundacionales que han hecho de Europa un faro de esperanza y solidaridad en el mundo.