Fundado en 1910
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Marcela Jiménez-Unquiles en la redacción de El DebateAlfonso Úcar

Entrevista presidenta de la Fundación Internacional Ratzinger  Marcela Jiménez-Unquiles: «Benedicto XVI fue un escudo viviente para luchar contra la secularización y el relativismo»

El Papa alemán le escribió «una carta entrañable», y aún se emociona al recordarlo. De ahí surgió una idea: crear una fundación que mantuviese el riquísimo y vasto legado intelectual del Pontífice

Cuando presentó su tesis doctoral titulada El pensamiento de Joseph Ratzinger a la luz del discurso de Ratisbona —por la que obtuvo un Premio Extraordinario—, le sugirieron que le mandara una copia a Benedicto XVI, que ya había formalizado su renuncia a la Sede de Pedro. Lo hizo —no sin ciertas reticencias «para no importunarle»— y, al cabo del tiempo, recibió una afectuosa contestación del Papa emérito, «una carta entrañable». Los ojos se le humedecen levemente al recordarlo.

Marcela Jiménez-Unquiles es la fundadora, presidenta y patrona de la Fundación Internacional Ratzinger; doctora en Derecho y Sociedad/Sistema Filosófico-Teológico por la Universidad a Distancia de Madrid; licenciada y máster en Ciencias Religiosas por la Universidad Eclesiástica San Dámaso; licenciada en Ciencias Empresariales y funcionaria por oposición del Cuerpo Técnico de Auditoría y Contabilidad del Cuerpo Técnico de Hacienda. Compartía con Benedicto XVI, además, una pasión: el piano.

Algo ocurrió en ese intercambio epistolar para que surgiera una idea: crear una fundación que preservara el colosal legado intelectual y espiritual del Papa alemán.

— Era lo que yo había anhelado en el corazón, porque pensaba mucho en la idea de una fundación que pudiera aunar esfuerzos a nivel mundial, porque el interés sobre el pensamiento y la obra de Ratzinger es inmenso. Digamos que puse en marcha todo el proyecto a raíz de esa carta de Benedicto XVI con una encomienda muy concreta que me hacía.

Marcela Jiménez-Unquiles en la redacción de El Debate

Marcela Jiménez-Unquiles en la redacción de El DebateAlfonso Úcar

— ¿Y qué es lo que le pedía?

(Duda unos instantes) Bueno, la carta era muy bonita, valoraba de manera muy hermosa mi tesis doctoral y hablaba de su trayectoria como profesor. Le hacía recordar esos años de investigación, de estudio, de docencia que ocuparon una parte importante de su trayectoria existencial. Y, bueno, me animaba a llevar la amistad de Cristo a los alumnos. Una amistad que fuera el centro de su vida, como San Benito: no anteponer nada a Cristo. Él se llamó a sí mismo el humilde trabajador de la viña del Señor. En ese sentido, me pedía que transmitiese ese amor de Cristo tanto a los alumnos como a los demás.

— En su fundación han recabado el apoyo de muchísimas universidades, tanto españolas como alemanas, de los Estados Unidos, de México... ¿Cómo lo han conseguido?

— El pasado mes de abril celebramos nuestro primer Congreso Internacional Cooperatores Veritatis (Colaborador de la Verdad), que fue el lema episcopal y papal que eligió Joseph Ratzinger. Participaron más de 20 investigadores a nivel mundial y tres premios Ratzinger –que es el «Premio Nobel» de la Teología–. Esa adhesión de las universidades es porque quieren apoyar para que tanto su pensamiento como su obra se puedan difundir, preservar y promover, que es uno de los objetivos que tiene la Fundación en sus estatutos.

De Platón a Habermas

— Hicieron su presentación oficial en Madrid hace unos días. ¿Cuáles son sus objetivos inmediatos?

— Esa presentación fue, precisamente, el último acto público de uno de nuestros doce patronos, Dalmacio Negro Pavón, un gran intelectual de este país, que falleció poco después.

Benedicto dialogaba con figuras de todo tipo: desde Platón a Gianni Vattimo. El arco de pensadores era muy amplio. No tuvo inconveniente en tratar desde Paolo Flores d'Arcais hasta Jürgen Habermas, con quien mantuvo un diálogo estupendo en sobre la razón, los presupuestos políticos, la ley natural o, por ejemplo, Marcello Pera, que también tiene un libro muy interesante. Él fue el presidente del Senado italiano.

Lo que vimos claro es que teníamos que poner su pensamiento en diálogo con todos estos pensadores, y ha sido un éxito. Vamos a tener futuros congresos, peregrinaciones ratzingerianas por Baviera con expertos en el pensamiento y obra del teólogo alemán, y tendremos también quizá un Instituto Ratzinger para formación. Son muchas ideas que irán surgiendo: también un premio Cooperatores Veritatis. En fin, iremos viendo poco a poco.

Las claves para revertir el futuro

— ¿Por qué está usted tan —si me permite decirlo así— fascinada con Ratzinger, hasta el punto de dejar toda su labor profesional para dedicarse de lleno a este proyecto?

— Bueno, él fue un colaborador de la verdad, como lo fueron otros grandes. Él siempre aludía a Sócrates, a Dietrich Bonhoeffer, a Tomás Moro, Guardini... Giulio Meotti hablaba de cómo él ha sido un escudo viviente para luchar contra esa secularización, ese relativismo atroz, en fin, la cultura que vivimos hoy. Y cómo ha dejado las claves para poder revertir o por lo menos hacer frente a lo que nos espera en el futuro, que en algunos campos vemos que puede ser incierto.

— Algunos han llegado a definir a

— Bueno, algo hay de eso. Sí, seguramente sí. Incluso su renuncia. Yo tampoco voy ahora a detenerme en esto mucho. Pero yo creo que ha dejado una obra que va a ayudar mucho, que podrá estudiarse su doctrina. Sabemos que toca la verdad de lleno. Nos ha dejado un regalo. Su obra es un regalo. Todavía no se han terminado de publicar las obras completas en Herder y, aquí en España, la BAC va traduciendo, pero yo considero que llevará varios decenios. No podemos olvidar que ha fallecido hace apenas dos años.

— Se torna difícil tratar de vivir en la verdad en estos tiempos, ¿no cree?

— ¡Hombre, claro! Por eso tuvo problemas con muchos de sus discursos más emblemáticos, como el de La Sapienza, del que tenemos el texto, pero no pudo finalmente desarrollarlo como tenía previsto. O el texto de Ratisbona, un discurso que causó una polémica impresionante. No olvidemos que el Vaticano tuvo que ponerse en marcha de inmediato para afrontar lo que se estaba viniendo encima de protestas en el mundo musulmán.

¿Por qué? Porque, bueno, él en ese sentido se ha sentido libre, pensando que la verdad es necesaria, ya que la verdad es Cristo. Él decía que buscar en la verdad es necesario y el hombre lógicamente, busca la verdad en la razón, descansa en la verdad, no en el error. Le pesaba más ser el defensor de la verdad que lo políticamente correcto. Y esto, para un pontífice y cabeza de la Iglesia, es complicado en algunas ocasiones.

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