¿Cuáles son las 14 obras de misericordia?
Forman parte de la tradición de la Iglesia, y redescubrirlas para ponerlas en práctica es uno de los objetivos del Año Jubilar. Hablamos de las 14 obras de misericordia. Pero, ¿cuáles son? ¿Cuándo se definieron? ¿Para qué sirven?
Dice el refrán castellano, encumbrado por Lope de Vega a categoría de inmortal comedia teatral, que «obras son amores y no buenas razones». Y si esta forma de expoliar la coherencia de vida es siempre verdad, mucho más lo es en el caso de la vida de fe para el cristiano, que tiene en su mejor reflejo en las obras… de misericordia.
Este listado de prácticas caritativas forma parte de la tradición de la Iglesia desde sus orígenes, y no ha habido santo, beato, fundador o alma piadosa que no las haya, no sólo recomendado sino, sobre todo, practicado.
Pero, ¿qué son exactamente?
¿Qué son las obras de misericordia?
Las obras de misericordia son actos de caridad cristiana, es decir, actos de verdadero amor y compasión hacia el prójimo, que permiten a los fieles vivir el mandato de Cristo: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22, 39), con el que Jesús citaba la segunda parte del primer mandamiento dado por Dios a Moisés.
Y para que tan alto propósito no quede en agua de borrajas, la Iglesia propone 14 acciones concretas que permiten responder, desde la fe y a ejemplo de Jesucristo, a las necesidades, tanto corporales como espirituales, de los demás.
De hecho, por su sentido etimológico, las obras de misericordia son actos específicos, a través de los cuales los cristianos hacen suya la miseria (misere) del otro, insertándola y atendiéndola desde su propio corazón (cor-cordis), en situaciones concretas y personales, tal y como Jesús trata nuestras propias miserias.
Actos de justicia, a ejemplo de Jesús
Con todo, la Iglesia enseña que estas acciones, lejos de servir para «lavar la conciencia», «colgarse una medallita» ante los demás o por el deseo voluntarista de «hacer cosas buenas», en realidad deben llevarse a cabo para purificar la fe de quien las practicas, y sobre todo para restablecer la justicia y la dignidad de quien las recibe.
Así, el Catecismo subraya esta dimensión de justicia, al incluir las obras de misericordia en la explicación del séptimo mandamiento, «No robarás»: «La miseria humana atrae la compasión de Cristo Salvador, que la ha querido cargar sobre sí e identificarse con los «más pequeños de sus hermanos». También por ello, los oprimidos por la miseria son objeto de un amor de preferencia por parte de la Iglesia, que, desde los orígenes, y a pesar de los fallos de muchos de sus miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos. Y lo ha hecho mediante innumerables obras de beneficencia, que siempre y en todo lugar continúan siendo indispensables».
El origen de las 14 obras de misericordia
La tradición católica divide estas obras en dos grandes grupos: 7 corporales, que atienden las carencias materiales, y 7 espirituales, que se centran en las necesidades del alma.
La elaboración de este listado se pierde en los albores del cristianismo, puesto que desde la resurrección, los primeros cristianos entendieron la necesidad de imitar a «Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con Él», en palabras de san Pedro recogidas por el libro de los Hechos.
Prueba de ello es que San Agustín, santo Tomás o san Gregorio Magno ya reflexionaban en torno a ellas como cosa sabida por los fieles, y el primer catecismo aprobado tras Concilio de Trento, en el siglo XVI, las incluía como una parte esencial de la fe.
Las 14 obras de misericordia: 7 corporales y 7 espirituales
Actualmente, el Catecismo publicado por Juan Pablo II en 1992 las define así: «Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos. Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios».
El listado de las 14
- Dar de comer al hambriento.
- Dar de beber al sediento.
- Vestir al desnudo.
- Dar posada al peregrino.
- Visitar a los enfermos.
- Socorrer a los presos.
- Enterrar a los muertos.
Las 7 obras de misericordia espirituales, enraizadas en la llamada a la evangelización como recordatorio constante de que la fe sin obras acaba muriendo (como dice la carta de Santiago 2, 26) son:
- Enseñar al que no sabe.
- Dar buen consejo al que lo necesita.
- Corregir al que yerra.
- Perdonar las injurias.
- Consolar al triste.
- Soportar con paciencia los defectos del prójimo.
- Rogar a Dios por vivos y difuntos.
Así, para el cristianismo, practicar las 14 obras de misericordia no tiene que ver con un bondadoso acto puntual, sino con un estilo de vida constante; una suerte de «prueba del algodón», un termómetro de la fe que permite desarrollar la vocación a la santidad de todos los bautizados.
En palabras del Papa Francisco cuando convocó el Jubileo de la Misericordia en 2015, citadas de nuevo en la bula de convocatoria del Jubileo de 2025, «redescubrir las obras de misericordia será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. Porque la predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta de si vivimos, o no, como discípulos suyos».