Son de obligado cumplimiento
Cuáles son los 5 mandamientos de la Iglesia católica
Junto a los Diez Mandamientos, la Iglesia propone cinco pautas para vivir el compromiso cristiano y fortalecer la fe. Y aunque muchos fieles ni siquiera son conscientes de que existen, la mayoría cumple con ellos sin saberlo
A diferencia del famosísimo Decálogo dictado por Dios a Moisés, no hay ninguna película de Charlton Heston que verse sobre ellos, no aparecen en ninguna obra de arte sacro memorable y, en ocasiones, ni siquiera son conocidos por los propios católicos. Sin embargo, los 5 mandamientos de la Iglesia son una parte esencial para la vida de un cristiano y, más que una imposición obligatoria, suponen una ayuda básica para vivir la fe.
Quienes aún recuerden las lecciones de los catecismos dialogados del padre Astete o del padre Ripalda –los más populares en España antes de la publicación del Catecismo de la Iglesia aprobado en 1992 por Juan Pablo II–, tal vez sepan responder de carrerilla a la pregunta ¿cuáles son los cinco mandamientos de la Santa Madre Iglesia?
Sin embargo, no es extraño que sean una mayoría quienes los hayan olvidado, o ni siquiera los hayan conocido, habida cuenta de que, al menos desde san Pablo VI, no ha habido ningún Papa que le haya dedicado a esta parte del magisterio eclesial ni siquiera un par de catequesis.
¿Qué son los mandamientos de la Iglesia?
Aunque también fueron incluidos en el Catecismo de 1992 (justo en el epígrafe en que se desgranan los Diez Mandamientos), los cinco mandamientos de la Iglesia han sido en realidad formulados durante siglos por los fieles. De hecho, el propio catecismo de Ripalda antes citado fue compuesto en 1591, y ya los consideraba una parte esencial del corpus doctrinal cristiano.
Más que para completar el Decálogo, en su sabiduría milenaria la Iglesia ha establecido una suerte de guía práctica que sintetiza los tres primeros mandamientos de la ley divina, para que los fieles puedan vivir de acuerdo con los preceptos de Dios. Algo así como una expresión mínima de compromiso cristiano, que busca fortalecer la vida de fe y la comunión con el Cuerpo de Cristo. No es casual que sean justamente la mitad que los de la Ley de Dios.
El propio Catecismo explica que «el carácter obligatorio de estas leyes positivas, promulgadas por la autoridad eclesiástica, tiene como fin garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el esfuerzo moral, en el crecimiento del amor a Dios y al prójimo».
Pero, ¿cuáles son?
1. Oír misa entera los domingos y fiestas de guardar, y no participar en trabajos serviles
Este mandamiento subraya la importancia de la Eucaristía como centro de la vida cristiana. Como explicó Juan Pablo II en la carta apostólica Dies Domini, participar en la misa, «antes que un precepto», se trata de una necesidad espiritual, de una «exigencia inscrita profundamente en la existencia cristiana» para fortalecer la relación con Dios.
Como explica el catecismo en su punto 2042, este mandamiento «exige a los fieles que santifiquen el día en el cual se conmemora la Resurrección del Señor, y las fiestas litúrgicas principales en honor de los misterios del Señor, de la Santísima Virgen María y de los santos, en primer lugar participando en la celebración eucarística, en la que se congrega la comunidad cristiana, y descansando de aquellos trabajos y ocupaciones que puedan impedir esa santificación de esos días».
2. Confesar los pecados graves al menos una vez al año
La confesión es, para la fe católica, un acto de humildad y de reconciliación con Dios, que actualiza la gracia divina en el día a día. Por ese motivo, este mandamiento anima a los fieles a acudir a este sacramento, «que continúa la obra de conversión y de perdón del Bautismo» y permite recibir la comunión.
3. Comulgar, al menos, por Pascua de Resurrección
Aunque los usos tradicionales en castellano usaban la expresión «comulgar por Pascua florida», el Catecismo sólo matiza el mandato de «recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua». ¿Y por qué? Porque, dado que la Eucaristía es «el alimento del alma» y el centro de la vida cristiana que garantiza la presencia real de Cristo en las especies del pan y el vino, este mandamiento permite asegurar «un mínimo en la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor, en conexión con el tiempo de Pascua, origen y centro de la liturgia cristiana».
4. Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Iglesia
El ayuno y la abstinencia son actos de penitencia que la Iglesia mantiene porque ayudan a los fieles a dominarse a sí mismos y a solidarizarse con el sufrimiento, tanto de los demás, como con el sufrimiento de Jesús.
En palabras del Catecismo, este mandato «asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas y para adquirir el dominio sobre nuestros instintos, y la libertad del corazón».
En rigor, aplica a muy pocos momentos, puesto que los días de ayuno y abstinencia dispuestos por la Iglesia son el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, y los viernes de Cuaresma.
5. Contribuir al sostenimiento de la Iglesia
«El quinto mandamiento enuncia que los fieles están obligados de ayudar, cada uno según su posibilidad, a las necesidades materiales de la Iglesia», enuncia el Catecismo.
O, dicho de otro modo, recuerda algo tan evidente como que los católicos son los responsables de sostener su comunidad eclesial, a través de ofrendas y donativos, y del compromiso activo para mantener tanto las actividades como las instalaciones donde se desarrolla la acción evangelizadora y caritativa de la Iglesia.
Una ayuda para vivir la fe y evangelizar
Aunque estos preceptos son normas, la Iglesia recuerda que no deben ser vividos como una mera obligación, sino más bien como una ayuda para poder vivir, con entusiasmo y coherencia, la vocación a la santidad que tienen los hijos de Dios y miembros de su Iglesia.
Como concluye el Catecismo, «la fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del Evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe ser autentificado por el testimonio de vida de los cristianos. El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural son eficaces para atraer a los hombres a la fe y a Dios».