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«Cuantos más golpes me daban, más fuerza cogía para volver a la iglesia», asegura OsmanysInfomadrid

«En realidad no tuve infancia»

«Mi familia era atea: cuando de niño iba a misa me daban una paliza»

Osmanys, cubano de nacimiento, pasó un año en prisión por robo. Allí se reencontró con Dios, y acaba de recibir cuatro sacramentos seguidos de manos del obispo auxiliar de Madrid

«Siempre hay que mirar los buenos momentos y asumir los errores, bastante complicados, las cosas de las que tal vez no nos sintamos orgullosos». En la vida de Osmanys, como le sucedía a san Pablo, hay un aguijón que le atormenta. Y a él se refiere de forma recurrente a lo largo de nuestra —larga— conversación.

Su gran buen momento, sin duda el mejor, llegó el pasado sábado 1 de febrero, cuando recibió de manos del obispo auxiliar de Madrid, monseñor José Antonio Álvarez, los sacramentos de la iniciación cristiana. Su tormento, cuando se dedicó a robar, hechos por los que ha pasado poco más de un año en la cárcel.

Entremedias, una historia de anhelo profundo del Señor desde que era un niño; una infancia «que en realidad no tuve» porque enseguida tuvo que trabajar en su Cuba natal, y unos años de dedicación profesional a personas mayores en residencias de ancianos como auxiliar de enfermería, ya en España.

«Se tuerce todo cuando cometí errores». Cuando por los problemas económicos y los amigos inadecuados «me metí a robar en casas de gente pudiente». En la cárcel «reflexioné todo esto; ni me lo podía creer de mí mismo, una persona que lo ha tenido todo…». «Y es doloroso, porque estás haciendo daño a otras personas; me arrepiento mucho, me gustaría dar marcha atrás, pero…». Pidió perdón, aunque hubo quienes no se lo aceptaron.

Palizas por ir a la iglesia

Osmanys es el pequeño de seis hermanos, nacido en un pueblecito pequeño cercano al municipio cubano de Haiti. El nombre le viene de la cantidad de haitianos que recalaban allí como emigrados. Se trajeron, entre otras cosas, las prácticas de la santería, un mundo al que se acercó su familia, por otro lado radicalmente atea militante. «Pero yo me decanté por la Iglesia, desde pequeño», aclara.

No fue fácil esta opción suya. «Lo pasaba mal» porque sus hermanos, que eran unos «lengüinos», cada vez que iba a la iglesia se lo decían a sus padres. «Y al volver, la 'golpiza'», rememora. En ocasiones eran verdaderos martirios, como cuando le obligaban a ponerse de rodillas encima de latas de cerveza hasta que las arandelas le hacían sangre. «Pero cuantos más golpes me daban, más fuerza cogía para volver a la iglesia», asegura.

Osmanys pasó directamente de niño a hombre «porque no tuve infancia»; se puso enseguida a trabajar sembrando arroz. «Yo he pasado hambre», reconoce.

«Se viene todo abajo»

Licenciado en Economía por su país, siempre había sentido una especial predilección por el mundo sanitario. Por eso, al llegar a España, hace ya 20 años, se sacó el título de auxiliar de enfermería.

Toda la vida estuvo bien de salud hasta que, «de pronto, un dolor, una inflamación en el abdomen» y le diagnostican cirrosis hepática y tumor en el hígado para el que está en espera de tratamiento experimental. «Es como si se te viniera todo abajo», musita. Por eso, la trabajadora social del centro penitenciario le puso en contacto con las Misioneras de la Caridad del Paseo de la Ermita del Santo de Madrid. «Aquí llevo un mes y dos días», matiza.

«El primer día me costó mucho, lo veía todo fatal», pero ahora «me siento como en casa». El bloqueo inicial no le impidió pedir nada más llegar el Bautismo. Osmanys es un hombre acostumbrado a ir a Misa los domingos «porque ese deseo yo siempre lo he tenido; cuando tienes hambre de algo, tratas de llenarte». Y por eso, también en España, como cuando era un niño en Cuba, seguía yendo a la iglesia, «mi momento, mi paz; te llenan las palabras del padre, estar con personas que sabes que creen, que sabemos que tenemos siempre al Señor, en los malos y en los buenos momentos».

Cuatro sacramentos

Pero la historia de Osmanys es de resurrección. Noche oscura y cuatro sacramentos de golpe. La Reconciliación, el más consolador. «Te estás liberando de un gran peso; cuando vas liberado de toda carga, lo demás te entra como un chute». Después, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. «Para mí, algo único; más para uno de fuera que ha sufrido tanto para llegar a esto». Y añade: «Cuando añoras algo desde pequeño y has pasado dificultades, esto es un regalo de Dios».

Lo vivió Osmanys ese día con auténtica emoción. Vestía traje de fiesta, también por fuera, que nunca se había puesto tan elegante —con ropa prestada—. «Me vestí, me iba al espejo, volvía a la habitación, de nuevo al espejo, nervioso». Allí estaban sus padrinos, Helena y Juan, y el obispo auxiliar de Madrid, José Antonio Álvarez, «tan cercano, una persona impresionante».

En lo que lleva de nuevo cristiano, apenas unos días, Osmanys ha comulgado todos. Nunca lo había hecho, claro, y sentía curiosidad. Resume conciso, contundente y sin rodeos: «Es fenomenal».

Un nuevo nombre

Osmanys es ahora Osmanys de la Caridad, su nombre bautismal. Lo resalta especialmente el obispo auxiliar: «La caridad de Cristo en su Iglesia a través de diferentes personas y acontecimientos, y al fin con las Misioneras, le han hecho reconocer la presencia de Dios». A José Antonio Álvarez le llamó especialmente la atención la «admiración, ilusión, la novedad con la que vivió la celebración». Osmanys «tenía los ojos radiantes» —él mismo confiesa que lloró un montón— y el corazón «bien dispuesto» para vivir el encuentro con el Señor.

Hizo especial énfasis el obispo auxiliar en el salmo proclamado ese día, «bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha visitado a su pueblo» y se refirió a cómo Dios ha ido acompañando a Osmanys, «su vida y su historia, aun cuando no era consciente, y le hace reconocer que Dios es bendito porque visita y acompaña; la bendición plena llega por la participación de su misma Vida».

Por último, afirma que la acogida de un nuevo miembro en la Iglesia es un signo de que esta es Madre, que reconoce a un hijo después de «tantos sufrimientos, soledades y abandono». «Esto es manifestación de lo que estamos llamados a vivir: anunciar el Evangelio y acoger a todos; ser Buena Noticia para el mundo». Y así, «una persona muy sufriente recobra el gozo de vivir».