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A verEnrique García-Máiquez

Sic transit gloria mundi, Lizz Truss

El mundo actual va tan rápido que de la noche a la mañana te puedes encontrar debajo del propio castillo de naipes

Actualizada 09:36

Muchas bromas con los italianos, ya, ya, pero los ingleses llevan cuatro primeros ministros desde el Brexit: David Cameron, Theresa May, Boris Johnson y Liz Truss. Y Truss batiendo el récord absoluto de velocidad en su dimisión. Apenas 45 días, que se dice pronto, pero más pronto han pasado. Lo único bueno de los cuatro primeros ministros es que se ha mantenido la paridad de decapitados, eso sí, dos y dos, paridad al cuadrado.

De política inglesa sabe muchísimo más Luis Ventoso, y la cobertura de El Debate está siendo estupenda, así que delego en ellos para hablar de las malhadadas medidas económicas de esta señora.

En cambio, sí soy un experto —por experiencia propia— en el fracaso rápido y rotundo, por un lado, y en el vértigo ante la aceleración del mundo moderno, por el otro. Liz Truss ha sido un caso ejemplar de ambas cosas.

El fracaso llama más la atención por inglés. Ellos siempre han sido —del partido que fuesen— conservadurísimos. Si en Inglaterra cambian de Gobierno a un ritmo latino, hay que preocuparse. Cada día espero a que mis hijos se bajen del autobús del colegio y enseguida les pido que pongan nota a su jornada. Carmen siempre pone un siete; Quique, siempre un nueve. Y así es la vida: si un día Carmen se pusiera un ocho, yo hago una fiesta; y si Quique se da un ocho, saltarían todas las alarmas sombrías. Cuatro primeros ministros en Roma es natural y nos echamos unas risas, los italianos primero. Cuatro en Londres, nos hacemos cruces todos.

Lo del fracaso de Truss está claro y a mí, en lo personal, me despierta instintivas simpatías. Pero se está hablando menos de la volatilidad espeluznante del mundo en que vivimos. Lo fugaz de su gloria. El glamour es gaseoso. En todas las facetas (cultural, social, profesional…, y política, por supuesto). El caso de Truss va a quedar de arquetipo del sic transit: por inglesa, por conservadora poco conservada, por el récord absoluto de impermanencia y, sobre todo, por el gafe de su libro.

El ocho de diciembre se publicará Out of the blue, ensayo que versa sobre «el alucinante ascenso al poder» de Liz Truss. Calcúlese por encima: el libro sobre su ascenso al poder va a salir… ¡dos meses después de su caída del poder! Pocos símbolos más explícitos de los ritmos de nuestra época, trituradora de liderazgos.

Con lo que no estoy de acuerdo, sin embargo, es con la repetida idea de que el volumen ha perdido todo interés, o título póstumo o libro nonato. Qué va. Adquiere un perfil moral, jorgemanriqueño, senequista. Aunque no le cambien ni una coma, se leerá completamente al revés y mucho mejor. No producirá la bobalicona admiración a una mujer que ha hecho sus cosas (cambiar de opinión varias veces, entre ellas) para alcanzar la cúspide.

Ahora se leerá, irremediablemente, con una pregunta continua entre líneas: ¿merece la pena? Cada vez que hablen de su mucho sacrificio, de su esfuerzo, de alguna traición, de cualquier maniobra maquiavélica, los lectores, que sabemos —tremendo spoiler— lo que ha pasado en poco más de un mes, nos preguntaremos un sanísimo «¿para qué?»

Todavía más: nos será fácil personalizar el ejemplo. Asumir que el mundo actual va tan rápido que de la noche a la mañana te puedes encontrar debajo del propio castillo de naipes. Aunque no somos ni primeros ministros ni siquiera políticos ni ingleses, podemos aprovechar para sopesar que no debemos hacer nada de nada para alcanzar el poder ni la fama ni el aplauso general. Nada dura nada. Lo propio es concentrarnos en lo que llevemos entre manos en cada momento y hacer que eso, por sí mismo, sea nuestra gloria secreta. Los medios precipitan el fin; así que lo suyo es que se justifiquen a sí mismos como fines propios. Los «alucinantes ascensos» son una montaña rusa.

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