Enrique Belloso: «Es de locos pensar que tener hijos va contra el planeta»
El delegado de Apostolado Seglar en la archidiócesis de Sevilla defiende que la doctrina social de la Iglesia urge a los cristianos a cambiar de estilo de vida y frenar la degradación de la naturaleza
«La degradación ambiental va relacionada con la degradación de lo humano», plantea el profesor de Doctrina Social de la Iglesia Enrique Belloso. El también director del Área de Proyección Social y Comunicación de la Fundación San Pablo Andalucía CEU y delegado diocesano de Apostolado Seglar en la archidiócesis de Sevilla protagoniza un nuevo episodio de Luz del Mundo, el podcast de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), hablando sobre la relación del hombre con la Creación.
–Empecemos definiendo los términos, ¿qué es la Creación?
–Bueno, nos la describió el Salmo 18, cuando dice: «El Cielo proclama la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos». La Creación es el gran regalo de Dios, y el hombre forma parte de ella. Cada persona humana forma parte de la naturaleza; somos una unidad en el pensamiento de Dios. Todo está interconectado, como nos dice el papa Francisco.
–El Génesis dice que el hombre dominará la Tierra. ¿El mundo está para servir al hombre, y por tanto puede ser explotado, o tenemos la obligación de protegerlo?
–Hay que leer el Génesis con la perspectiva de la doctrina actual de la Iglesia, y esta nos llama a cambiar nuestra relación con el medio ambiente. Hemos de frenar la degradación de la naturaleza, y no continuar por el camino de la explotación y la destrucción, del ser humano y de la propia naturaleza. Todo ello es injusto, y además imprudente.
–En esta relación, ¿qué pesa más, el hombre o la naturaleza?
–Ambas cosas están en el pensamiento de Dios. El hombre, por el proceso que hemos vivido –bendita culpa que nos dio tal redención–, es elevado en Cristo a categoría de hijo de Dios. Está en otra dimensión, pero el hombre sin la Creación no puede vivir.
–Hoy es habitual escuchar que tener hijos va en contra del planeta.
–No, es de locos vivir en medio de un invierno demográfico escalofriante, que nos conduce a una sociedad suicida, de mayores solos, y pensar que tener hijos va en contra del planeta. Algo está fallando si en una sociedad como la nuestra se producen casi 90.000 abortos al año y se propone la eutanasia para los más débiles… Es un sinsentido. Si queremos tener un futuro como sociedad, los más débiles deben ser los primeros. La natalidad no es un problema, es un don, y no hay nada más grande en este mundo que dar la vida, como sabemos los que somos padres. De nuevo, algo falla en nuestro estilo de vida si aumentar la familia supone un peaje para el planeta.
–¿La cuestión no es tener menos hijos, sino cambiar el estilo de vida?
–Sí. El problema no está en el bebé, sino en toda una serie de necesidades de consumo que se generan a lo largo de la vida. Vivimos en una sociedad de usar y tirar, de consumismo exacerbado y mercado globalizado, pero el progreso no puede ser disponer de cualquier servicio o producto en cualquier tiempo y lugar. Eso es contra natura, y es un modelo sin futuro. La realidad es que hoy somos casi 8.000 millones de personas, y en 2050 llegaremos casi a los 10.000. Consumiremos más, así que tendremos que ser más eficientes y austeros, y al mismo tiempo más creativos, como pide el papa constantemente. Nuestra tarea es apostar por el hombre, usar la tecnología a favor del hombre y la Creación, pero insisto: no podemos sostener que tener hijos vaya en contra del planeta.
–En la práctica, ¿es viable? ¿Qué podemos cambiar?
–Lo primero es ponernos ante Dios, y orar. En 2017, el papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé I pusieron en marcha la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que nos recuerda que ser cristianos nos empeña a una mayor simplicidad y solidaridad en nuestras vidas. Hay grandes problemas en este sentido –millones de personas carecen de agua potable, miles mueren cada año de diarrea o se convierten en refugiados climáticos…–, pero el cambio ha de empezar en cada uno de nosotros. En definitiva, creo que hemos de pasar de la lógica del desarrollo económico sin límites al desarrollo integral sostenible, que es lo que nos pide la doctrina social de la Iglesia.
–Ahora que la menciona, ¿qué dice el Catecismo sobre este tema?
–El Catecismo es clarísimo, desde el «creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del Cielo y la Tierra». Nos habla de cómo Dios crea de la nada, por sabiduría y amor, un mundo ordenado y bueno. Dios realiza sus designios y nos invita a cooperar libremente con ellos. El Catecismo también nos llama a respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de las mismas, que desprecie al Creador y acarree consecuencias nefastas para los hombres y para su ambiente.
–¿Qué libro o texto nos recomendaría para profundizar en el tema?
–El texto base del planteamiento actual de la doctrina social de la Iglesia en este tema es la encíclica Laudato Si del Papa Francisco. Es la base de un planteamiento doctrinal que se seguirá desarrollando, y subraya que existe una auténtica preocupación por el medio ambiente, pero que debe ir unida a un amor sincero por el ser humano, y a un compromiso permanente con los problemas de la sociedad. No separa, y nos conmina a actuar con urgencia.
–¿La preocupación papal por el medio ambiente es una novedad o se inscribe en una tradición?
–Lo segundo. Creo que puede dar luz plantear el tema desde la hermenéutica de la continuidad. León XIII ya hablaba en Rerum Novarum del consumo y de su perjuicio, y Juan XXIII –hijo de campesinos– trataba la cuestión en sus discursos. Pablo VI denunció en Populorum Progressio el desarrollo desigual del mundo, y en los últimos tres papas hay una unidad de mensaje permanente. Juan Pablo II abogó por la ecología humana en Centesimus Annus, y Benedicto XVI subrayó en Caritas in veritate la llamada a la conversión ecológica con letras de oro. Desde la hermenéutica de la continuidad, todo se orienta al cuidado de la casa común.