Comidas que dan vida
Las Misioneras de la Caridad guardan el espíritu de la Madre Teresa en su comedor de Vallecas
«Dos manos para servir y un corazón para amar»: las Misioneras de la Caridad con actitud de servicio y trabajo en equipo atienden a personas en riesgo de exclusión social
El domingo 9 de julio nos acercamos al comedor social Inmaculado Corazón de María llevado por las misioneras de la Caridad, en Vallecas. Allí las ayudamos dada la escasez de voluntarios que acompaña el verano.
Las hermanas se levantan a las cuatro de la mañana para disponer de un tiempo de oración y de comunidad antes de comentar con su ajetreada rutina diaria y tras un largo y ajetreado día se acuestan a las 22:30h.
Los días, pese a ser largos e intensos, se viven con un amor impresionante y con multitud de sonrisas que iluminan a quienes las miran. Es fascinante ver lo feliz que hace a las hermanas el vivir su vocación dándose a los demás, como decía la madre Teresa de Calcuta : «Dos manos para servir y un corazón para amar».
Un día con las 'Sisters'
Los voluntarios comenzamos a llegar desde las 12:30 a la casa de las hermanas. Nos sorprendió ver que a esa hora ya es habitual encontrar una larga fila de gente, refugiada bajo las sombras de los árboles, esperando su turno de comida.
Disponen de dos turnos; primero entran las personas que asisten a la eucaristía dominical con las hermanas allí, en la propia casa y también es el turno de personas pertenecientes a otras religiones como el Islam, característica que se tiene en cuenta a la hora de preparar las comidas, respetando sus creencias, prescindiendo de alimentos como el cerdo en la comida del primer turno.
Durante el voluntariado hacemos diversas cosas: preparamos los alimentos, donados a las hermanas desde supermercados como Mercadona –que dona productos de primera necesidad cada día– y otras tiendas cuando están a punto de llegar la fecha de caducidad; partimos y pelamos los alimentos necesarios y pasamos a la cocina que dispone de un gran horno, cuatro grandes fogones y mucho espacio para situar los carros cargados de diversas ollas y bandejas que se sacarán para servir la comida.
Cuando salen de misa, el sacerdote pasa por la cocina y todos juntos rezamos una oración que las hermanas tienen puesta en una pared para después terminar de cocinar lo perteneciente al primer turno.
Cuando llega la hora, se sacan los carros y se reparte la comida por mesas. Tienen un comedor grande, organizado por mesas de casi 20 personas. Allí se sirve la comida dispuesta para ese turno y después se ofrece el excedente para repetir, dado que es la única comida del día para muchos de ellos.
Posteriormente será el turno de la comida para llevar, es decir, muchas personas traen consigo tarteras para que las hermanas y los voluntarios se los llenen con comida para la cena, y en caso de que alguien no tenga y quiera, las hermanas, siempre preparadas para servir, les dan uno con ese inmenso amor que las caracteriza.
Entre cazos y cazuelas
Tras lo que pareciera ser todo el trabajo y una vez finalizados los dos turnos, entre los cuales hay un revuelo de ollas, cazos, limpiar mesas y servir agua fresquita, llega nuestra última tarea: guardar la comida sobrante, limpiar los utensilios usados (vasos, platos, cubiertos, cacerolas, bandejas, carros, etc.), limpiar el comedor y las cocinas y dejar preparada una pequeña parte de la comida del día siguiente, que en el caso del domingo fue cortar los hojaldres que estuvimos horneando durante todo el día.
Por último, barrer, fregar, despedirnos de las hermanas, colgar los delantales e irnos a comer, a eso de las 17 horas con el estómago vacío, el corazón lleno y con una pequeña medallita de la Milagrosa con la que nos obsequiaron las hermanas.
Esperamos volver pronto para seguir ayudando con esta necesaria y bonita labor que se ve perjudicada durante esta época del año por la falta de voluntarios.