Los siete pecados capitales
¿Qué son los pecados capitales?
La soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza
Los siete pecados capitales eran conocidos por ser siete bestias y siete enfermedades que se curaban con la pasión de Cristo y con las virtudes contrarias.
Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a las que se oponen, o también pueden ser referidos como los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a San Juan Casiano –Conlatio, 5, 2– y a San Gregorio Magno –Moralia in Job, 31, 45, 87–.
los pecados capitales y su virtud contraria:
- De la soberbia la humildad.
- De la envidia la concordia.
- De la ira la paciencia.
- De la avaricia la pobreza.
- De la gula la abstinencia.
- De la lujuria la castidad.
- De la pereza la diligencia.
¿A qué se debe el nombre?
Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza. Así nos lo explica el Catecismo en el artículo 1876: «La reiteración de pecados, incluso veniales, engendra vicios entre los cuales se distinguen los pecados capitales».
La soberbia
Este primer pecado capital se podría identificar como uno de los más peligrosos ya que consta principalmente un egoísmo que antepone los propios deseos, impulsos, anhelos y caprichos al bienestar de otras personas, creyendo de manera completamente irracional –en los casos más destructivos– que uno es esencial y necesariamente mejor, superior o más importante que los demás, teniendo una especial y excesiva admiración de la imagen personal o de uno mismo, aspecto al que nos solemos referir como 'narcisismo'.
La avaricia
Este es un pecado de exceso, es decir, se caracteriza por el vehemente deseo de adquirir riquezas y bienes en cantidades mayores de lo que es necesario para satisfacer las necesidades propias.
La avaricia, según Santo Tomás de Aquino es «un pecado contra Dios, al igual que todos los pecados mortales, en lo que el hombre condena las cosas eternas por las cosas temporales».
La envidia
Este pecado está relacionado con la avaricia, ya que ambos pecados desean algo que no poseen, sin embargo, el campo de la envidia es más general, incluyendo bienes intangibles como las cualidades que tiene otra persona, dado que se da una fuerte connotación personal, pues se desea vehementemente un bien que tiene una persona particular y concreta. Este deseo va acompañado de la sensación de que uno carece del bien que aquella persona posee, percibiéndose aquella situación como injusta o indebida según la propia visión y por tanto deseando el mal para la persona que es objeto de la envidia y sintiendo satisfacción si le ocurre algo malo.
La ira
Dante describe a la ira como «un amor por la justicia pervertido a venganza y resentimiento».
Este pecado capital es entendido como una emoción desordenada, incontrolada, de odio, intolerancia y enfado que se pueden manifestar como una negación de la verdad tanto hacia los demás como hacia uno mismo; un deseo de venganza acompañado generalmente de un deseo de hacer mal a otros que lleva a la persona a 'tomarse la justicia por su mano'.
La ira es el único pecado que no se relaciona necesariamente con el egoísmo o el interés personal.
La lujuria
La lujuria podría darse a entender como excesivos pensamientos de naturaleza sexual sobre otra persona, o como un amor acompañado de la necesidad de poseer sexualmente a otra persona, desplazando a Dios hacia un segundo lugar.
Este resonado pecado capital es conocido por producir un deseo sexual desordenado e incontrolable así como una
adicción a las relaciones sexuales. También entran en esta categoría el adulterio y la violación.
La gula
Estamos de nuevo ante un vicio que presenta un deseo desordenado.
Antiguamente se concebía como cualquier forma de exceso pese a que actualmente la definición de gula se refiere mayoritariamente a la glotonería, el consumo excesivo de comida y bebida o el consumo de manera irracional o innecesaria de sustancias como alcohol, por lo que también incluye ciertas formas de comportamiento destructivo.
La pereza
Tomada en sentido estricto es pecado mortal en tanto en cuanto se opone directamente a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor que debemos a Dios.
De esta manera, si deliberadamente, y con plena consciencia de la voluntad, procrastinamos en las cosas a las que estamos obligados y descuidamos notablemente las obligaciones y deberes para con nosotros y para con los demás es pecado grave porque se opone directamente a la caridad de Dios.