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Virtudes cardinales, Vidriera del transepto este (detalle), 1179-1180, Catedral de Canterbury.

Virtudes cardinales, Vidriera del transepto este (detalle), 1179-1180, Catedral de Canterbury.

Virtudes Cardinales

¿Qué son las virtudes cardinales? Prudencia, justicia, fortaleza y templanza

«¿Amas la justicia? Las virtudes son el fruto de sus esfuerzos, pues ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza»

Las virtudes, según el Catecismo–artículo 1803 –, son «una disposición habitual y firme a hacer el bien.»

Estas permiten a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Una persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas.

¿A qué se debe su nombre?

El origen del nombre «cardinales» hace referencia a que estas virtudes son cuatro sobre las que se agrupan todas las demás, es decir, son las cuatro bases sobre las que encontraremos el resto de virtudes, según encontramos en el artículo 1805 del Catecismo «Estas son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. «¿Amas la justicia? Las virtudes son el fruto de sus esfuerzos, pues ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza» (Sb 8, 7)». Aunque también podemos encontrar estas virtudes bajo otros nombres en numerosos pasajes de la Escritura.

Prudencia

En numerosos pasajes de la Biblia encontramos referenciada esta virtud:

  • «El ingenuo todo lo cree; el prudente mide bien sus pasos», (Pr 14, 15).
  • «En que haya muchos sabios está la salvación del mundo, y un rey prudente trae bienestar a su pueblo», (Sab 6, 24).
  • «Por eso supliqué a Dios, y me concedió prudencia; le pedí espíritu de sabiduría, y me lo dio», (Sab 7, 7).
  • “Todo el que oye mis palabras y hace caso a lo que digo es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca«, (Mt 7, 24).
  • »Y añadía: “¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, que hizo el cielo y la tierra, porque ha concedido al rey David un hijo tan sabio, instruido y prudente, que va a construir un templo al Señor y un palacio real para sí mismo!", (2 Cr 2, 12).

Ahora bien, ¿qué es y qué no es la prudencia? Según Santo Tomás, cuyos 700 años desde la canonización del santo se celebrarán el 18 de julio de 2023, y cuyo 750 aniversario de su muerte se cumplirá el 7 de marzo de 2024, es la «regla recta de la acción»(Summa theologiae, 2-2, q. 47, a. 2, sed contra).

No es timidez, ni temor, ni vergüenza, ni discreción, ni disimulación; la prudencia es la guía y el juicio de la conciencia, es la decisión de ordenar nuestra conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.

El Catecismo, en el artículo 1835, define la prudencia como «la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo».

Justicia

Un hombre, para que sea considerado justo, se debe diferenciar por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo. A esto se refieren las Sagradas Escrituras, a menudo señalando la rectitud:

  • «Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo» (Lv 19, 15).
  • «Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un Amo en el cielo» (Col 4, 1).

Según especifica el artículo 1836 del Catecismo, «la justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido».

La justicia para con Dios es llamada «la virtud de la religión». Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común.

Fortaleza

La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Podemos encontrar diversos ejemplos de esta virtud en las Sagradas Escrituras:

  • «Mi fuerza y mi cántico es el Señor» (Sal 118, 14).
  • «En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33).

«La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien», tal y como aparece en el artículo 1837 del Catecismo. Esta virtud reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa.

Templanza

Una persona con esta virtud debe orientar hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no dejarse llevar «para seguir la pasión de su corazón».

La templanza es a menudo alabada en el Antiguo Testamento:

  • «No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena» (Si 18, 30).
  • En el Nuevo Testamento es llamada «moderación» o «sobriedad». Debemos «vivir con moderación, justicia y piedad en el siglo presente» (Tt 2, 12).

«La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados», nos recuerda el Catecismo en el artículo 1838. Dicha virtud asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad.

San Agustín, en De moribus Ecclesiae Catholicae –1, 25, 46– nos regala la siguiente reflexión sobre las virtudes cardinales:

«Nada hay para el sumo bien como amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente. [...] lo cual preserva de la corrupción y de la impureza del amor, que es los propio de la templanza; lo que le hace invencible a todas las incomodidades, que es lo propio de la fortaleza; lo que le hace renunciar a todo otro vasallaje, que es lo propio de la justicia, y, finalmente, lo que le hace estar siempre en guardia para discernir las cosas y no dejarse engañar subrepticiamente por la mentira y la falacia, lo que es propio de la prudencia» .

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