Entrevista
Fabrice Hadjadj: «Lo woke quiere decir que el proyecto occidental no se sostiene, así que cada uno hace lo que quiere»
El pensador más influyente de las últimas décadas habla para El Debate sobre algunas de las claves que permiten descifrar el actual cambio de época
Es uno de los pensadores cristianos más relevantes de las últimas décadas no sólo en Europa, sino en todo occidente. Padre de 10 hijos, autor de ensayos filosóficos y de obras teatrales, a la luz de su impacto en su generación –al menos, en su generación de cristianos–Fabrice Hadjadj puede ser considerado una suerte de Jean Paul Sartre con postulados diametralmente opuestos.
Mientras en otros grandes autores contemporáneos como Yuval Harari, Bauman o Byung-Chul Han es fácil encontrar nexos comunes, Hadjadj aporta una visión absolutamente original, provocadora y casi revolucionaria. Tal vez porque sus planteamientos son radicalmente cristianos, y por tanto encierran toda la verdad de la revelación y toda la osadía de la misión.
En una época marcada por la desesperanza y la convulsión, Hadjadj habla del apocalipsis desde la esperanza, baja del olimpo a los grandes avances tecnológicos, y propone la sexualidad –o sea, la carne vista desde la encarnación– como una tabla de salvación frente al materialismo. Antes de su aplaudida conferencia final en el Congreso de Católicos y Vida Pública, habló en exclusiva para los lectores de El Debate.
–Afirma que vivimos tiempos «apocalípticos». Sin embargo, dice también que somos «afortunados» por vivir en esta época. Esto parece una contradicción. ¿Qué quiere decir al afirmar que nuestra época es apocalíptica? Y si es así, ¿por qué somos afortunados de vivir en ella?
–La palabra apocalíptica debe entenderse realmente en su significado original. Eso significa que, aunque escuchamos «desastre», «fin de los tiempos», apocalipsis significa, en realidad, revelación. La pregunta que tenemos que aclarar es ¿qué es una era histórica? Una era histórica es siempre una época en la que hay cosas buenas y malas. Y el movimiento de la historia, si crees lo que dice el Evangelio en la parábola del trigo y la cizaña, es un doble crecimiento del bien y del mal, de lo mejor y al mismo tiempo lo peor. Así que tampoco podemos decir que antes fuera todo absolutamente mejor. Antes había cosas que no estaban tan mal como ahora, eso es seguro. Pero las dos cosas crecen juntas, hasta llegar a un momento de extrema conflagración. Pero lo que necesitamos saber es que, en todo momento, ha habido drama, calamidad y, al mismo tiempo, revelación. Y no hay una época anterior que haya sido mejor que la nuestra. ¿La era de la guerra civil española? No, definitivamente no fue mejor. ¿Fue mejor la época de san Agustín? San Agustín no podía salir de su catedral sin estar rodeado de guardias, porque a menudo lo amenazaban de muerte. Así que, en cada época ha habido luchas. Por lo tanto, si eres cristiano, si tienes fe, tienes que creer que Dios me hizo en esta era y es esta era la mejor para mí. De lo contrario, nos convertimos en nihilistas. Si echo de menos la Edad Media cristiana, o cualquier otro momento, soy nihilista, porque, por un lado, no creo en la Providencia de Dios que me ha colocado aquí y ahora, y además estoy negando el hecho de que es hoy, en esta época, donde tengo mi misión. Así que es también un acto de fe.
–Algunos autores apuntan hacia el materialismo, el relativismo, el totalitarismo tecnológico, la falta de confianza en los sistemas políticos, la cultura woke... ¿Cuáles son, según usted, los rasgos principales que dominan nuestra época?
–El primero es que hemos salido de la modernidad. La modernidad estaba marcada por la creencia en el progreso; era humanista, más bien atea, pero humanista y racionalista. También se centró en la confianza en la educación. Ahora la posmodernidad ha arrasado con todo eso. El progresismo se derrumbó porque vimos que el propio proyecto de progreso occidental no sólo podía conducir a utopías totalitarias, sino que también tenía como resultado la destrucción del medio ambiente, y que «la salvación» mediante el consumismo resulta en la destrucción de los recursos naturales. Por eso ya no creemos en este progresismo.
Lo que marca a Europa hoy no es el aborto y la eutanasia, es la disminución de la tasa de natalidad, es la muerte del deseo
–¿Y qué criterios podemos seguir en esta época de posmodernidad?
–Dos, principalmente. El primer criterio, en mi opinión, es que ya no estamos en un mundo ideológico, de creencias. Incluso ante la verdad, estamos en un mundo pragmático y tecnocrático. Así que el primer punto es este paradigma tecnocrático. Y cuando digo paradigma tecnocrático quiero decir que la mentalidad tecnocrática marca todas las opciones dentro de esta era, incluso el regreso a la naturaleza misma.
–¿A qué se refiere?
–A que el animalismo sigue una mentalidad tecnocrática, porque detrás de él está la idea de vivir en la naturaleza según un instinto, como si estuviésemos programados dentro de un sistema. Esta mentalidad existe incluso en la esfera religiosa: queremos encontrar recetas espirituales y, por lo tanto, permanecemos en la lógica tecnocrática. El fundamentalismo también sigue ese paradigma tecnocrático: tengo soluciones, tengo recetas para la sociedad, y así es como va a funcionar el futuro.
–¿Y el otro criterio?
–Que el fin del progresismo es algo así como una especie de declinación. En realidad, incluso se podría decir que existe la idea de la inminente extinción de las especies animales, y quizás también de la extinción de la especie humana. Eso explica el wokismo, por ejemplo. Lo woke se concibe a menudo como un desarrollo de la modernidad, con lógicas libertarias y emancipatorias, pero de hecho no es así en absoluto. Lo woke es un modo de decir que el proyecto occidental ya no se sostiene, que ya no hay una utopía válida así que cada uno hace lo que quiere. Todos deben afirmarse como una minoría, como trans o como cualquier otra cosa. Y estamos en una lógica en la que nos hacemos pasar por una víctima, ya sea de la historia, del sistema, o de lo que sea, pero una víctima, porque estamos desesperados. Y ese es un punto fundamental.
–¿Por qué?
–Porque en la modernidad hubo un impulso optimista. Y ese impulso ha desaparecido. Lo que marca a Europa hoy no es el aborto y la eutanasia, es la disminución de la tasa de natalidad, es la muerte del deseo. Lo que tenemos que anunciar, lo que hay que reavivar aquí hoy, es el puro y simple deseo de seguir viviendo y de vivir como un ser humano. Simplemente. Y por eso la misión cristiana hoy es una misión simple, pero dura. Porque hoy en día, mantenerse humano ya es heroico. Hoy, con el simple deseo de tener hijos, de seguir aprendiendo historia, de leer a los grandes autores, de leer a Lope de Vega por ejemplo, de apreciar las cosas simples, ya generamos esperanza. Y he aquí que las cosas más simples son como si estuvieran flotando dentro de la esperanza teologal. Estamos viviendo el día a día dentro de una revelación apocalíptica.
–¿Qué impacto tiene esto en la Iglesia?
–Hay tal desastre a nuestro alrededor, que la revelación de la verdad de la encarnación es aún más fuerte. Por ejemplo, la Iglesia, que desde el primer momento ha nacido para llevarnos al Espíritu Santo, hoy es la que nos lleva a la carne. Es en la Iglesia donde afirmamos la verdad de la carne; es en la Iglesia donde defendemos la sexualidad. Es en la Iglesia donde se nos dice que es bueno que un hombre se acueste con una mujer y tenga hijos. Es en la Iglesia donde se dice que la sexuación es buena. Así que este es el momento extremo en el que la vida del espíritu y la vida de la carne se unen. Estamos en un momento extremo, en el que vemos que el verdadero materialismo, el significado de la materia, de la bondad de la materia, se encuentra en la Iglesia y no fuera de ella. Y eso es apocalíptico.