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Sargento polaco Franciszek Gajowniczek por quien san Maximiliano dío su vida

Sargento polaco Franciszek Gajowniczek por quien san Maximiliano dío su vida

El prisionero que vivió para contar el mayor sacrificio que Maximiliano Kolbe hizo por él en Auschwitz

En menos de un minuto, la vida de Franciszek Gajowniczek, padre de familia, dio un giro radical cuando un sacerdote se ofreció para morir en su lugar

El reloj apenas marcó un minuto. En ese breve instante, un hombre se salvó de una muerte atroz, y otro selló su destino con un acto de amor absoluto. Ocurrió el 29 de julio de 1941 en el campo de exterminio de Auschwitz. Diez prisioneros fueron elegidos para morir de hambre como represalia por la fuga de un interno.

Un padre de familia había sido uno de los escogidos a muerte en una celda. Se llamaba Franciszek Gajowniczek. «¡Me compadezco de mi esposa y mis hijos!», exclamó desesperado. Hasta que el prisionero número 16.670 dio un paso al frente y dijo: «Yo me ofrezco para sustituir a este hombre, soy sacerdote católico y polaco, y no estoy casado».

Esa voz que había salido de la nada se llamaba Maximiliano María Kolbe, era un fraile polaco. Moriría quince días después y posteriormente sería canonizado por un compatriota suyo en 1982: Juan Pablo II.

Un soldado marcado por la guerra

Un artículo del National Catholic Register relata la vida de este hombre salvado por un santo. Gajowniczek había nacido en 1901 en una humilde familia polaca. Desde joven se sintió atraído por la vida militar y se unió al 36.º Regimiento de Infantería de la Legión Académica en Varsovia. Había encontrado su lugar en el mundo.

Joven, condecorado y con un futuro prometedor en el ejército polaco, se casó con Helena, la mujer que le robó el corazón. Se instalaron en el barrio de Praga, en Varsovia, donde construyeron su hogar con dos hijos: Bogdan y Juliusz.

Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió con valentía, luchó en la defensa de Polonia y terminó capturado por los nazis. En 1940, fue enviado a Auschwitz, donde su existencia se convirtió en una lucha diaria por la supervivencia.

A cientos de kilómetros, otro polaco también construía su legado. Maximiliano Kolbe, franciscano conventual, publicó la primera edición de Caballero de la Inmaculada, una revista devocional mariana que, antes de la guerra, alcanzaría una circulación de 700.000 ejemplares.

Su mensaje traspasaba países y la organización que había fundado en Roma, la Milicia de la Inmaculada, reunía casi un millón de miembros. Mientras uno luchaba por su país con un fusil, el otro lo hacía con la fe. Hasta que el 17 de febrero de 1941, la Gestapo irrumpió en el monasterio de Niepokalanów y arrestó al padre Maximiliano Kolbe junto a otros frailes, acusándolo de apoyar a la resistencia polaca y de acoger a judíos perseguidos. Sus caminos aún no se cruzaban, pero el destino ya tejía su historia común.

Maximiliano María Kolbe, mártir (1894-1941)

Maximiliano María Kolbe, mártir (1894-1941)

El milagro de Auschwitz

Franciszek Gajowniczek no solo fue salvado una vez en Auschwitz. Meses antes del sacrificio del Kolbe, estuvo en una lista de 300 prisioneros condenados a muerte como represalia por la destrucción de un tren alemán. De pie, esperando el disparo final, la orden fue revocada en el último momento.

Después, aquella tarde de julio de 1941, la vida de Gajowniczek se volvía deslizar entre sus dedos cuando el fraile polaco decidió intercambiar su lugar. En el bloque 14, los prisioneros vieron atónitos cómo un sacerdote se ofrecía a morir por otro.

El comandante nazi aceptó. Durante dos semanas, Kolbe y los otros condenados agonizaron en el búnker del hambre, mientras el fraile convertía aquel infierno en una cápsula de fe. Finalmente, el 14 de agosto de 1941, fue ejecutado con una inyección letal. Gajowniczek, libre de la muerte inmediata, enfrentó otra batalla: sobrevivir para honrar el sacrificio de Kolbe.

Posteriormente, en 1942, cuando el tifus arrasaba el campo, su fiebre de 40 grados era prácticamente una sentencia de muerte. Sin embargo, sus compañeros, sabiendo que él era el hombre por quien Kolbe había dado su vida, se aferraron a él y lo obligaron a luchar.

«No podía rendirme», confesó años después. «Si el padre Kolbe murió por mí, ¿cómo iba a desperdiciar su sacrificio?». Vivir ya no era solo una lucha, sino un deber. Un médico que lo había conocido en el ejército le administró inyecciones para bajarle la fiebre y logró salvarlo.

Sobrevivir para contar la historia

En 1945 regresó a Polonia solo para encontrar la peor de las noticias: sus dos hijos habían muerto en un bombardeo soviético. «¡Si yo hubiera muerto en Auschwitz, mi esposa no los habría dejado solos ese día!», se lamentaría después. Fueron años difíciles, pero siguió adelante con la ayuda de su mujer Helena y se mudaron a la ciudad de Brzeg, cerca de Breslavia.

No se sabe con certeza cómo el Caballero de la Inmaculada, la revista fundada por el propio Kolbe, llegó a las manos de Franciszek. El caso es que los frailes publicaron un aviso en busca de aquel «hombre de familia» anónimo, el prisionero que había sido señalado para morir y que, contra todo pronóstico, seguía con vida. La historia aún no estaba completa. Faltaba el testigo que pudiera contarla.

Quizás fue una casualidad, o tal vez una señal de que su vida estaba destinada a ser un testimonio del sacrificio que lo salvó. Lo cierto es que, en mayo de 1946, Gajowniczek rompió su silencio y publicó su testimonio titulado La Voz del Sobreviviente.

Aquel hombre que había caminado por el borde de la muerte y había visto la peor cara del infierno, dejó claro lo que lo sostuvo en pie: la fe. «Crecí en un ambiente religioso; mantuve mi fe en los momentos más difíciles; la religión era mi único sustento y esperanza en aquel entonces. El sacrificio del Padre Maximiliano Kolbe intensificó aún más mi religiosidad y devoción a la Iglesia católica, de la que surgen tales héroes».

A lo largo de su vida, Gajowniczek nunca dejó de contar su historia. Viajó por Europa y Estados Unidos, incluso en 1989 conoció al presidente George H. W. Bush en la Casa Blanca, testimoniando cómo un hombre había decidido morir por él en Auschwitz. Falleció en 1995 a los 94 años y fue enterrado en Niepokalanów, el monasterio que había fundado Maximiliano Kolbe.

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