El arzobispo de Granada recuerda la santidad del Rey Balduino en el 30º aniversario de su muerte
El arzobispo de Granada deseó que «un día será reconocido pública y eclesialmente el testimonio de santidad de este hombre de Dios, de este rey del siglo XX»
El pasado 31 de julio se cumplieron 30 años desde la muerte del rey Balduino de Bélgica, especialmente unido a España a través de su esposa, Fabiola, con la que visitó en muchas ocasiones nuestro país.
Los reyes belgas veraneaban en Motril (Granada), en su residencia Villa Astrida, que se ha convertido ahora en museo en recuerdo del matrimonio y su afectuosa vinculación con la localidad granadina.
Museo en Villa Astrida
El museo fue inaugurado por la Reina Sofía este pasado martes 1 de agosto, con la asistencia del sobrino de Balduino, el rey Felipe de Bélgica y el arzobispo de Granada, José María Gil Tamayo.
El Rey Balduino era un rey sabio en el más genuino sentido bíblico
Por su parte, la ciudad de Motril no ha olvidado a los reyes de Bélgica y, en su momento, dedicó el Paseo Marítimo al Rey Balduino y un colegio a la Reina Fabiola.
El pasado domingo 30 de julio se celebró una misa en Villa Astrida, en sufragio del Rey Balduino y su familia y con la imagen bien visible de la Virgen del Carmen, a la que el monarca belga tenía gran devoción.
Un rey sabio
Posteriormente, la imagen fue trasladada a la parroquia de Santa Josefina Bakita, donde al día siguiente celebró el arzobispo de Granada, José María Gil Tamayo, una misa con motivo del XXX aniversario de la muerte de balduino
Como recordó Gil Tamayo en su homilía, «el Rey Balduino era un rey sabio en el más genuino sentido bíblico. Él construía su pensamiento y su conducta sobre la firmeza de la roca de los valores humanos y cristianos y no en las arenas movedizas del relativismo moral». Por eso, el arzobispo de Granada deseó que «un día será reconocido pública y eclesialmente el testimonio de santidad de este hombre de Dios, de este rey del siglo XX».
Majestades, Altezas, autoridades presentes, querido familiares de la Reina Fabiola y amigos, sacerdotes-concelebrantes, hermanos y hermanas.
Me van a permitir en esta homilía que para nada tinte fúnebre y sí de recuerdo, memoria y, en justicia y caridad cristiana, de oración por Su Majestad el Rey Balduino de Bélgica al cumplirse precisamente hoy el XXX aniversario de su muerte a pocos metros de esta iglesia, en su residencia de descanso de Villa Astrida mientras hacía su oración y meditación habitual.
Mi acercamiento a su persona y consiguiente admiración ha sido a través de otros que le conocieron directamente y de cerca y para ello quiero servirme del testimonio del Cardenal Suenens y de su sucesor el cardenal Dannels, arzobispos de Malinas-Bruselas, y hacerlo retomando algunas ideas de la homilía que pronunció este último en el funeral regio el 7 de agosto de 1993 en la catedral de Bruselas.
Describe al rey Balduino como un rey según el corazón de los hombres: lleno de humanidad, de amor a sus semejantes en su vida ordinaria y en su comportamiento regio viviendo la caridad política. Un rey compasivo, en el sentido más literal del término, de con-padecer con los demás.:
«Sentía predilección por los pobres, por los pequeños, los excluidos de la sociedad a quienes buscaba sobre todo. El Rey ha sufrido mucho. El sufrimiento era su compañía desde su infancia y a lo largo de su vida. Nunca lo abandonó. Pero le transformó, le hizo madurar, le dio una capacidad de COMPASIÓN poco frecuente… Gracias a sus sufrimientos la paz comunitaria en nuestro país –decía el cardenal Dannels- nunca se vio gravemente perturbada… Gracias a su `caridad política´».
«Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos…» (Jn 15, 13), nos dice Jesús en el Evangelio y lo supo vivir el rey de los belgas, des-viviéndose también en el sentido más literal por su pueblo.
«Ser rey es ponerse al servicio de la verdad y sufrir por tu pueblo», definía el propio rey Balduino su oficio regio. Y al igual que como hemos escuchado en la lectura del 1 Libro de los Reyes que pidiera a Dios el rey Salomón, el rey Balduino ha fundamentado su tarea, su comportamiento, en la sabiduría moral, en ley de Dios y en las leyes justas de los hombres. «Este rey-pastor -decía el cardenal de Malinas-Bruselas el día del funeral- ha sido sobre todo el modelo de su pueblo. Le ha dado ejemplo de una conciencia llena de delicadeza, sensible, infinitamente cortés, dócil a las más mínimas exhortaciones morales y espirituales. Para él la conciencia era un absoluto: era la voz del hombre profundo y la voz de Dios y la ha seguido siempre, incluso arriesgando sus intereses personales, poniendo en juego la realeza. Él pensó que la vida humana tenía ese precio. Se ha dicho que era excesivamente moral…» Y comentaba: «Si llamamos así, excesivamente moral, a la defensa de los grandes valores de la civilización occidental o incluso universal, como la promoción de la familia, la prioridad dada a los que no tienen trabajo, a los excluidos, a los pobres, a los derechos humanos, al orden internacional… ¿no deberíamos ser todos excesivamente morales?», concluía con toda razón y sabiduría el cardenal Danneels.
Ciertamente el rey Balduino era un rey sabio en el más genuino sentido bíblico. Él construía su pensamiento y su conducta sobre la firmeza de la roca de los valores humanos y cristianos y no en las arenas movedizas del relativismo moral. A este respecto nos viene bien recordar las palabras del Papa Benedicto XVI en su discurso en el parlamento alemán el 22 de septiembre de 2011 cuando comentaba precisamente la referida petición de Salomón y afirmaba que «sobre la base de la convicción de la existencia de un Dios creador, se ha desarrollado el concepto de los derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la ley, la conciencia de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada persona y el reconocimiento de la responsabilidad de los hombres por su conducta. Estos conocimientos de la razón constituyen nuestra memoria cultural. Ignorarla o considerarla como mero pasado sería una amputación de nuestra cultura en su conjunto y la privaría de su integridad», de la cultura europea, que tato profesó el rey de los belgas.
-En la humanidad ejemplar de este rey entra también su amor a su esposa la recordada reina Fabiola y a la familia, verdadero núcleo germinal de la sociedad y de la Iglesia. Sin la reina el rey habría estado incompleto y ambos construyeron un proyecto de vida personal y familiar que abarcaba a toda su querida nación belga. Todo un ejemplo de matrimonio cristiano fundado en Dios. Nuestro homenaje y recuerdo también a la cristiana Reina Fabiola de los belgas.
Un Rey según el corazón de Dios
«Bajo la turbulencia de las actividades públicas y políticas manaba en él una fuente tranquila y oculta: era su vida en Dios. La oración, la Eucaristía diaria, la lectura del Evangelio, su amor a la Virgen María, la penitencia: estas eran las fuentes secretas que alimentaban el río de su existencia. Mientras servía a los hombres no dejaba de pensar en Dios» (Card. Danneels).
Un día será reconocido pública y eclesialmente –así confío y lo espero- el testimonio de santidad de este hombre de Dios, de este rey del siglo XX. El Papa Juan Pablo II ya lo calificó de «rey ejemplar» y de «cristiano ferviente». Son las dos notas que definen a este rey santo. El rey Balduino no ocultó nunca su fe pero jamás tampoco se sirvió de ella para imponerse a quienes no la compartían. Sabía que la fe es una gracia, un regalo de Dios, y no un arma para ser esgrimida y mucho menos contra los demás.
El «justo vivirá por la fe» (Hbr. 10,38), dice de la Sagrada Escritura y esa fue la fuerza, la iluminación de su vida: la fe en Cristo, vida y resurrección nuestra, la fe que confiesa la Marta, hermana de Lázaro: «Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (Jn 11, 27) y antes Pedro (Mt 16, 16) y que constituye el fundamento de nuestra vida cristiana. Fe que profesa el rey Balduino, con un amor filial a Dios Padre con quien mantiene una intimidad mística profunda en la oración con la fuerza del Espíritu Santo y sentido providente.
Y cómo no destacar su amor filiar, de niño adulto y confiado a la Santísima Virgen María, a la que al igual que hiciera Santa Teresa de Jesús – de la que era admirador y devoto- hace su madre espiritual a la muerte prematura de su madre la querida reina Astrid de Bélgica.
El Rey Balduino, es ciertamente un modelo actual para todos nosotros que hemos de construir, como ciudadanos y cristianos, nuestra vida sobre la roca firme de la fe en Cristo, y es as la vez un intercesor por nuestras familias y naciones, por Europa.
¡OREMOS POR EL ETERNO DESCANSO EL REY BALDUINO Y ACUDAMOS A SU INTERCESIÓN!