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El Papa asegura que el escrito posee una inmensa «hondura, claridad y belleza»

¿De quién es la carta que Francisco dice que «debería ser leída mil veces»?

Buceando en la última encíclica del Santo Padre, Dilexit nos, aparece una encarecida recomendación del Pontífice por una autora mística

Francisco recurre a numerosos santos, padres de la Iglesia, fundadores, teólogos y místicos para enriquecer el texto de su última encíclica, Dilexit nos. Hay tres de ellos que son los que más han inspirado al Pontífice en esta ocasión, y los tres son franceses: San Francisco de Sales, San Carlos de Foucauld y Santa Teresa del Niño Jesús. Esta última es la autora de una carta que, según afirma el Santo Padre, «debería ser leída mil veces por su hondura, claridad y belleza». No en vano, es una de las cuatro únicas doctoras de la Iglesia.

Se trata de un escrito que la santa de Lisieux le remitió con fecha del 17 de septiembre de 1896 —un año antes de su muerte— a sor María del Sagrado Corazón. Esta religiosa elogiaba a Teresa «por su generoso amor a Dios dispuesto al martirio». «Ella le responde detenidamente en una carta que hoy es uno de los grandes hitos de la historia de la espiritualidad», subraya Francisco en el punto 138 de su encíclica. «Allí ayuda a la hermana 'del Sagrado Corazón' a evitar concentrar esta devoción en un aspecto dolorista, ya que algunos entendían la reparación como una suerte de primacía de los sacrificios o de los cumplimientos moralistas».

«Amar mi pequeñez y mi pobreza»

«Ella, en cambio, resume todo en la confianza como la mejor ofrenda, agradable al Corazón de Cristo: 'Mis deseos de martirio no son nada, no son ellos los que me dan la confianza ilimitada que siento en mi corazón. A decir verdad, las riquezas espirituales hacen injusto al hombre cuando se apoya en ellas con complacencia, creyendo que son algo grande. […] Lo que le agrada es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia… Este es mi único tesoro […] si deseas sentir alegría o atractivo por el sufrimiento, es tu propio consuelo lo que buscas. Comprende que, para amar a Jesús, para ser su víctima de amor, cuanto más débil se es, sin deseos ni virtudes, más cerca se está de las operaciones de ese Amor consumidor y transformante. […] ¡Ay, cómo quisiera hacerte comprender lo que yo siento…! La confianza, y nada más que la confianza puede conducirnos al amor», prosigue el Papa.

Francisco concluye en el siguiente punto, el 139, señalando que «en muchos de sus textos se advierte su lucha contra formas de espiritualidad demasiado centradas en el esfuerzo humano, en el mérito propio, en el ofrecimiento de sacrificios, en determinados cumplimientos para 'ganarse el cielo'».

Un poco más adelante, en el punto 141, el Santo Padre recoge otra enjundiosa reflexión de Santa Teresa del Niño Jesús: «A veces, cuando leo ciertos tratados espirituales en los que la perfección se presenta rodeada de mil estorbos y mil trabas, y circundada de una multitud de ilusiones, mi pobre espíritu se fatiga muy pronto, cierro el docto libro que me quiebra la cabeza y me diseca el corazón y tomo en mis manos la Sagrada Escritura. Entonces todo me parece luminoso, una sola palabra abre a mi alma horizontes infinitos la perfección me parece fácil: veo que basta con reconocer la propia nada y abandonarse como un niño en los brazos de Dios».

Por cierto que esta misma carta de la santa de Lisieux inspiró hace unos años al cantautor católico Luis Alfredo para componer una de sus canciones más conocidas: «Lo que agrada a Dios», recogida en uno de sus discos, «Mi vocación es el Amor», que dedicó a Santa Teresa del Niño Jesús.